viernes, 17 de enero de 2014

Armas y violencia on line



Armas y violencia on line
Por Adán salgado Andrade

Hace algún tiempo escribí un artículo acerca de lo adictivas, banales y hasta peligrosas que están siendo las así llamadas “redes sociales” (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2010/11/las-banales-adictivas-y-riesgosas-redes.html).
En ese trabajo, me refería al hecho de que las redes sociales, tales como el Facebook, que es una de las más empleadas, YouTube o el Twitter, no llegan, precisamente, a socializar en la época actual, sino, todo lo contrario, se han convertido mayoritariamente en instrumentos que aíslan, banalizan y, cada vez más, violentan a infinidad de grupos que se sirven de esos, digamos, hitos tecnológicos. Para los accionistas y/o dueños de tales redes, éstas se han convertido en muy lucrativos negocios que sirven, perfectamente, para, primero, retroalimentar al sistema de consumo impuesto por el capitalismo salvaje y, segundo, como instrumentos que emplean los poderes fácticos de control para manipular a sus “gobernados” y mantener la, digamos, “estabilidad social”.
En esta ocasión me centraré en el análisis de una de las tendencias a la que más han contribuido las redes “sociales”, que es la de la incitación cada vez más creciente a la violencia, que sería una especie de catalizador que contribuye a la citada “estabilidad social”, lo cual tiene el efecto de provocar un bajo o nulo nivel de activismo social, es decir, la gente es “activa” ejerciendo la violencia entre sí, pero es apática ante los movimientos sociales que buscan reivindicaciones políticas, como veremos.
Por ejemplo, en el caso de YouTube, basta con teclear la palabra “peleas” y aparecen infinidad de frases que contienen a dicha palabra contextualizada para distintos tipos de “contrincantes”: peleas en escuelas, peleas de mujeres en restaurantes, peleas de animales salvajes reales a muerte, peleas de borrachos, peleas de gallos… y así.
Hay supuestos filtros que YouTube aplica para “evitar” que se acceda a ciertos videos, como el de “restringir” la edad de la persona que se dispone a ver un video violento, pero, eso, como podemos intuir, no es problema para nadie familiarizado con la creación de cuentas en la red, pues es suficiente falsear los datos y, listo, se tiene acceso inmediato.
Así, tan sólo por el hecho de teclear palabras alusivas a la violencia, se tiene acceso a ésta en la red, aunque también hay los llamados “sitios extremos” en los cuales, ese tipo de videos o de contenido violento gráfico es por lo que existen. De hecho, es endémica ya la inclinación, casi generalizada, por la violencia, pues, por ejemplo, gran parte de los videos de violencia cotidiana que se presencian, son el resultado de las personas que se encontraban cerca de la riña, las que, en lugar de haberla detenido, simplemente sacaron sus celulares, la filmaron y la subieron a la red. Eso tiene el pernicioso efecto de irnos acostumbrando cada vez más a tal violencia y, peor aún, volvernos insensibles ante ella, de tal forma que cuando se mira un video agresivo de cualquier tipo, pareciera para muchos que están mirando una película “de acción”. No sólo eso, sino que, en general, hay una especie de encanto hacia todo lo que implique violencia. Cuando a la ciudad de México se han traído exposiciones museográficas sobre asesinos seriales, permanecen varios meses y se rompen records de taquillas, pues hay una morbosa atracción hacia esos psicópatas. En Estados Unidos, por ejemplo, hay mujeres que piden el semen de asesinos como Charles Manson, para embarazarse de ese obscuro personaje, quien en los años sesentas dirigía una supuesta “secta” que terminó asesinando a varias personalidades, entre ellas a Sharon Tate, en agosto de 1969, esposa en ese entonces del director Roman Polansky. Por si eso no bastara, como Manson, antes de convertirse en asesino, era cantautor, varias de sus canciones han sido retomadas por grupos tales como Guns N’ Roses, White Zombie o Marilyn Manson (Charles Manson cumple cadena perpetua en la prisión estatal de Corcoran, California). A ese nivel de socio-patología hemos llegado actualmente.
Incluso, la mayoría de los videojuegos existentes, también incitan a la violencia, además de a un nocivo aislamiento, a las personas, niños y adolescentes principalmente, que los juegan (http://www.jornada.unam.mx/2013/12/23/sociedad/042n1soc). Es increíble que los programadores traten de hacerlos “muy realistas”, buscando que los asesinatos que perpetran los personajes contra sus “enemigos”, ya sea que les revienten la cabeza de un certero disparo o que los corten a la mitad con un sable, parezcan, eso, muy sanguinolentamente reales.   
Regresando a las redes, podría pensarse que la violencia queda allí, registrada en los videos de YouTube o en las fotos que se promocionan en Instagram, por ejemplo. Desafortunadamente, cada vez más se están dando situaciones en donde tal violencia se traduce en el mundo real, teniendo, muchas veces, consecuencias fatales.
Retomo el trabajo del periodista Ben Austen (Wired, octubre 2013), quien realizó un dramático reportaje acerca de lo que la violencia promovida por fotos o textos subidos a redes como el Facebook están ocasionando tan sólo en una ciudad de Estados Unidos (¿en qué otro país podría darse algo así?), a la cual contribuye aún más la absurda facilidad para adquirir armas y emplearlas, un verdadero azote para la sociedad estadounidense, pero un muy lucrativo negocio para los fabricantes de tales armas (ver mis trabajos al respecto:
La ciudad en la que Austen basó su investigación es Chicago, Estados Unidos, una de las ciudades más emblemáticas del estado de  Illinois y de dicho país (fue cuna de famosos gánsteres). Esta ciudad cuenta con una población cercana a los dos millones, setecientos mil habitantes. Y aunque alberga a las 11 empresas que figuran entre las 500 más lucrativas del mundo, según la publicación Fortune, también existen zonas caracterizadas por una creciente pauperización y deterioro urbano y social, consecuencia de la generalizada decadencia de Estados Unidos, que a pesar de ser el centro del capitalismo salvaje y jactarse de ser aún el país más rico del orbe, posee ya 50 millones de habitantes en situación de pobreza y pobreza extrema (ver mis trabajos al respecto:
Una de esas empobrecidas zonas es el barrio Englewood, caracterizado por elevados índices de pobreza y criminalidad. En el sitio, a finales del siglo 19, se hallaba la estación ferroviaria Englewood, por la que llegaban a pasar hasta 1000 trenes por día. Después, importantes centros comerciales se establecieron en el lugar, como el Englewood Shopping Center, los que dinamizaron bastante la actividad económica, logrando que en 1960 más de 97,000 personas habitaran dicho barrio, de un área de poco más de 23 kilómetros cuadrados. Sin embargo, la paulatina degradación, justo de la actividad económica, tuvo la consecuencia de que Englewood se fuera deshabitando y deteriorando urbanamente, a grado tal de que en la actualidad no permanecen allí más de 30,000 habitantes, siendo negros la mayoría, 97.37%, 1.06% hispanos, 0.11 asiáticos, 1.12 otros grupos raciales y apenas un 0.34% de blancos, lo que mostraría la tendencia decreciente que la raza blanca está teniendo en Estados Unidos (a pesar de ello, sigue habiendo racismo del blanco hacia las otras razas. Hace poco, una mujer negra fue asesinada sólo por tocar a la puerta de una casa, pues su auto se había descompuesto y trató de pedir ayuda. Quien le abrió era un paranoico blanco, quien, “temiendo” que la chica lo fuera a “asaltar”, si mayor advertencia le disparó a la cara. Ese individuo aún no es juzgado:
Siendo mayoritariamente negros los residentes de Englewood y con un alto índice de pobreza, del 44%, comparado con el promedio del 20% para toda la ciudad, se comprende, muy bien, por qué el índice de criminalidad allí es de los más altos de Estados Unidos.
Lo anterior sirve para comprender el fenómeno de la violencia que investigó Austen, que, como dije, se ha multiplicado gracias a las redes “sociales”.
De hecho, la violencia en las redes que se ha desatado en Englewood, no es privativa del lugar, ya que, señala Austen, la mencionada facilidad para adquirir armas, así como la pobreza imperante, han llevado a que muchos jóvenes formen pandillas, con tal de mostrar que son y existen, como sucede en todo el mundo, en donde el pandillerismo concede, digamos, identidad e importancia a sus practicantes. En Chicago, alrededor de 70,000 personas, la mayoría jóvenes y adolescentes, son pandilleros que pertenecen a nada menos que 850 grupos de distintos tamaños y denominaciones y que se precian de serlo (un buen ejemplo cinematográfico de la importancia de las pandillas en Estados Unidos, lo ofrece la cinta clásica Blood in, blood out, en donde los miembros de tal o cual pandilla, se precian de serlo y buscan distintivos que, justo, los identifiquen ante otros, imponiendo su superioridad, tanto por el número de miembros, así como por las armas que poseen y las “victorias” que obtengan enfrentando a otras bandas. Así, las más distintivas en la cinta, eran los “Batos Locos”, contra “Tres Puntos”).
Antes de la existencia del Internet y su generalizado uso, las pandillas se concretaban a “patrullar” su territorio y no meterse en el de otras, si buscaban estar en paz. Sin embargo, en la actualidad, las redes “sociales”, tales como el Facebook, el Twitter y el YouTube, como menciono arriba, han ocasionado que las rivalidades y los enfrentamientos de los pandilleros, sobre todo en Englewood, sean cada vez más frecuentes e, incluso, perversos.
Austen comenzó por investigar el asesinato de un joven, Joseph Coleman, apodado Lil JoJo, debido al intercambio de insultos y canciones de rap, entre él y Keith Cozart, apodado Chief Keef. Cozart se hizo famoso con una serie de videos de él rapeando, que incluso lograron que una empresa disquera, Interscope Records, le diera un contrato exclusivo por 6 millones de dólares. El video, titulado “3hunna Chief Keef”, es una alegoría a la violencia de la pandilla a la que pertenece Cozart, pues “3hunna” es, digamos, que el apodo de dicha banda, Black Disciples Gang (puede verse el video aquí: http://www.youtube.com/watch?v=QFEhJfUcD1Q).
La mayor parte de la letra, acompañada del minimalista ritmo característico del rap, es una auto-exaltación del propio Cozart, quien advierte a cualquier “nigga” de otra pandilla que ni se metan con él o los miembros de su pandilla, 3hunna, pues “está fumando marihuana, tiene muchas pistolas y las empleará sin miramientos” (refiriéndose al enemigo despectivamente como “bitch”). Particularmente, alude a la pandilla GBE, Gangster Disciples, que es a la que pertenecía Coleman, diciéndoles que los va a matar (por otro lado, el hecho de que una canción tan minimalista, tanto en ritmo, como en letra, pero letra que contiene violencia intrínseca, haya convertido a su autor en famoso y millonario, nos da idea de la banalidad y simpleza “cultural” a la que hemos llegado actualmente, que la mayoría de la gente vanagloria a subproductos pseudo-artísticos como el citado video, que a la fecha tiene casi 16 millones de vistas).
La respuesta de Coleman fue otro video, “3HUNNAK”, en el que alude a Keef y su banda, con la frase “Niggas claim 300 but we BDK”, en la cual BDK se refiere a la propia pandilla de Jojo, la Black Disciples Killers. En ese video, incluso, amenaza con disparar a un miembro de la pandilla de Cozart (este es el video: http://www.youtube.com/watch?v=LhAOSzpydVM).
Así, tras una serie de insultantes e intimidantes mensajes por Twitter, Coleman fue asesinado, cuando paseaba en los diablos de la bicicleta de un amigo. Lo irónico del asunto es que minutos antes, Coleman había twitteado que andaría en el número 6900 de la avenida South Princeton, justo en donde fue asesinado, o sea, él mismo les dio su ubicación a quienes lo asesinaron de un balazo. De inmediato, en la cuenta de Twitter de Chief Keef aparecieron comentarios burlones. Uno de ellos eran carcajadas y el otro decía que “Lástima, porque ese negro JoJo, quería ser como nosotros”, aunque Keef lo niega (alega a su favor que su cuenta fue hackeada). Sin embargo, Keef no es sólo famoso por sus melodías, sino porque frecuentemente desafía a la policía con sus fotos de Instagram, que comparte nada menos que con sus 750,000 seguidores de Twitter, en las que sale portando drogas y armas, diciendo que con esas armas “voy a matar a algunos policías ojetes” (de hecho, cumplió una breve sentencia carcelaria debido a esas amenazas contra la autoridad. Quizá también por su irreverencia ante la ley, sea  tan “admirado”). El asesinato de Coleman desató, a su vez, otros asesinatos, producto de venganzas, además de miles de comentarios en Twitter y videos en YouTube, de apoyo, de burla, de amenazas… a pesar de que más de un año ha pasado desde entonces, septiembre del 2012.
Y de forma similar, señala Austen, es que se propician los enfrentamientos entre las pandillas. Basta con que un joven cualquiera (conocido como Facebook driller), una mañana, revise el Facebook del miembro de una pandilla rival, la que puede estar pasando la calle, pues las 850 que, como señalé, existen en Chicago, conviven muy cercanamente, tanto en localización física, así como por las citadas redes sociales. Luego, ese joven anotará varios insultos y… ¡listo!, esos insultos se vuelven virales, o sea, se retoman, se retwittean o se repostean por decenas, cientos, miles de personas, y al final de ese día, todo mundo sabe que fulano insultó a mengano y merece una golpiza o, peor, ¡morir!, pues lo que comenzó como simples insultos o amenazas on line, concluyen en enfrentamientos reales, muchos de ellos fatales, como ya vimos.
Como señala Austen, si antes, la acción de las pandillas era algo secreto, privativo del medio, hoy día es prácticamente un espectáculo público del que todos se enteran, incluso, irónicamente, la policía. Y si con las bandas de antes del Internet, los cuerpos policiacos de Chicago patrullaban sólo las calles, hoy también lo hacen patrullando las “redes sociales”, pues señalan que un alarmante 80% de las riñas en las escuelas, por ejemplo, se inician en las escuelas (cuenta la policía con un departamento de analistas dedicados exclusivamente a ello).
Fuera de que la “vigilancia” policiaca de las redes sirva para ubicar un posible intento de asesinato, eso comprueba como cada vez más, dichas redes les sirven a los mafiosos “gobiernos” como instrumentos de vigilancia, como ha hecho Estados Unidos durante los últimos años, no sólo a ciudadanos estadounidenses, sino de todo el mundo. De hecho, por estos días, incluso empresas como Google, Facebook y Yahoo han protestado por la violación de la privacidad de sus sitios, debido a las acciones de espionaje que realizó la NSA (National Security Agency), que fueron reveladas por el contratista Edward Snowden, porque, afirmaron, afecta sus negocios, pues mucha gente ha limitado ya el empleo de esas redes o, de plano, ha cancelado sus cuentas, por temor a ser espiados
Ese espionaje también se ha facilitado dado que actualmente existen varios programas que vulneran los passwords de los que se sirven los usuarios de las distintas redes, por muy “secretos” que aquéllos puedan ser (ver mi trabajo al respecto:
De todos modos, el exhibicionismo con que las pandillas actúan empleando las redes, señala Austen, es intencional, pues, a pesar de que saben que la policía los vigila, lo hacen porque, para muchos adolescentes o jóvenes, el mostrar fotos de ellos, portando distintas armas, en poses amenazantes es una forma de disuadir a sus posibles contrincantes de que los ataquen, como le dijo uno de los chicos entrevistados, Boss Nick, quien sube fotos a Instagram portando distintas armas en cada una de ellas, esbozando amenazantes gestos. “No me importa quién me vea, sólo que sepan que tengo estos cacharros”, afirma, categórico.
Aunque también muchas pandillas suben sus videos haciendo odas a la violencia, debido a que buscan tener la misma suerte de Chief Keef, para ver si una empresa mediática, como MTV o BET’s 106th & Park, los contrata y se hacen famosos, al igual que Keef (de hecho, es una tendencia que siguen miles de personas por todo el mundo, subiendo a diario videos de lo que sea, con tal de que se vuelvan virales, YouTube los contrate, y puedan vivir de eso. Sin embargo, es muy pequeño el porcentaje de los que lo logran, sobre todo porque ya se ha saturado bastante esa manera de tratar de “triunfar”). Pero la mayoría de las veces, ni se hacen famosos y solamente son agredidos o asesinados.
Como señalé, la policía ya analiza a diario cientos de cuentas de Facebook, Twitter o YouTube para rastrear las actividades criminales de las pandillas. Austen contactó al jefe de la unidad contra pandillas, Kevin Ryan, quien le mostró que con sólo teclear las letras “CPDK” (Chicago Police Department Killers), en YouTube, se muestran decenas de resultados de pandillas que amenazan con matar a policías. Además, no se necesita tanta agudeza en las investigaciones, dice Ryan, pues con sólo acceder a sitios como The HoodUp.com o StreetGangs.com, pueden verse videos de pandilleros amenazando o golpeando a sus enemigos. Gracias a su patrullaje virtual, afirma Ryan, han evitado que se lleven a cabo varios asesinatos.
De todos modos, ya varios miembros de pandillas han comenzado a tomar precauciones sobre el empleo de Facebook, como le dijeron a Austen. Unos de ellos, los pandilleros de The Morgan Street, recomiendan, “primero, no hacer pedidos a rivales, ni aceptar ninguno de quien no conozcas. Segundo, si necesitas echar un vistazo al Facebook, hazlo desde el celular de otra persona, de preferencia del de una chica. Y, tercero, no te desconectes del todo de las redes, pues necesitas saber quién está enredado con quien, quien te está amenazando y quién te puede tomar desprevenido”. Otro joven, Novell, declara que cuando alguien le escribe algo por el Facebook, él nunca responde. “Lo que sí hago, es subir constantemente mis fotos con mis pistolas, y no me importa que la policía las vea y me pregunte que por qué ya tengo una nueva arma”. Pare él, aunque arriesga su vida, también la protege. “Soy mi propio policía”. Por lo mismo, recientes estadísticas muestran que muchos adolescentes han dejado de emplear el Facebook, quizá como medida de precaución (http://istrategylabs.com/2014/01/3-million-teens-leave-facebook-in-3-years-the-2014-facebook-demographic-report/).
Uno de los jóvenes que Austen entrevistó, Ronald, no corrió con suerte, a pesar de que era un chico tranquilo, que quería ser peluquero y que subía fotos de él, con poses intimidantes, con tal de que no lo molestaran los pandilleros rivales. Algunas semanas después de concluida su investigación, Austen se enteró de que, justamente en el Día de las Madres del 2013, Ronald fue asesinado de un balazo en el cuello. Ronald le había dicho que si no existiera el Facebook, no habría tantos asesinatos entre las pandillas. Sí, seguramente a él no lo hubieran asesinado tampoco.