sábado, 4 de enero de 2014

Con la novela Brothers, de Yu Hua, de la China “comunista” de Mao, a la moderna China del capitalismo salvaje.



Con la novela Brothers, de Yu Hua, de la China “comunista”
 de Mao, a la moderna China del capitalismo salvaje.
Por Adán Salgado Andrade  

En un trabajo previo, me basé en el ensayo del afamado escritor chino Yu Hua (Hangzhou, Zhejiang, 1960), “China en diez palabras” (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html), para analizar la situación económica, social y medioambiental por la que actualmente atraviesa China, misma que ya había tratado en otro artículo (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/01/el-sobrevalorado-y-anarquico.html).
En esta ocasión, lo hago valiéndome de una de sus obras literarias, “Brothers” (Anchorbooks, 2009), tal vez uno de sus trabajos más descriptivos y desarrollados sobre lo que ha pasado en China en los últimos 30 años, sobre todo, las brutales transformaciones económicas que han colocado a ese país en calidad de maquiladora mundial y que si, por un lado, en efecto, ha logrado un espectacular desarrollo económico, que la coloca entre las principales economías del mundo, por otro lado, ello ha redundado en una severa afectación de su medio ambiente y en que su sociedad se ha materializado y se ha desensibilizado a tal nivel, que actualmente, como sucede en este mundo tan dominado por el salvaje capitalismo, el único objetivo posible, para la mayoría de los chinos, es lograr el éxito material, a costa de lo que sea. Valores tales como la compasión, la solidaridad, el amor, la bondad… entre otros, se han ido perdiendo, llegándose a niveles de deshumanización en los que, por ejemplo, los jóvenes no ayudan a los ancianos que se caigan en la calle porque temen que éstos vayan a chantajearlos con que ellos los tiraron (por desgracia, algo real, pues ya se han dado casos así: http://www.argenpress.info/2013/12/la-mayoria-chinos-dudaria-en-brindar.htm).
En Brothers (Hermanos), Yu Hua analiza esa transición, enfocándola en la vida de sus protagonistas principales: Baldy Li y Song Gang, cuya vida va a la par de los referidos cambios y que por azares del destino, sus existencias se unen. Los hechos toman lugar en la población de Liu, un sitio rural, en donde, en los años setenta, no había ni bicicletas y la carretilla del herrero local, Tong, era el único “medio de transporte” disponible.
Baldy Li es huérfano de padre. Su madre, Li Lan, debió de soportar por años la vergüenza que le provocó el que su marido, el padre del recién nacido Baldy Li, hubiera muerto ahogado en excremento, cuando espiaba los traseros de las mujeres en un baño público. El cadáver es rescatado por Song Famping, padre de Song Gang, quien, desde entonces, provoca buena impresión en Li Lan. Tiempo después, la esposa de Song Famping muere de cáncer y la esporádica relación que tuvieron él y Li Lan, se formaliza y deciden casarse. Esos hechos toman lugar algunos años antes de la llamada “Revolución Cultural” (1966-1976), promovida por Mao Zedong, en aras de terminar con los resabios del sistema burgués y todo lo “malo” que existía, previo a la implantación del “comunismo”.
Y justo cuando eso, la “revolución cultural” llega al pueblo de Liu, es que comienzan los problemas para Song Famping, ya felizmente casado con Li Lan, pues al hurgar en su pasado, como se hacía con todo mundo, se descubrió que su padre había sido terrateniente. Por tal motivo, pierde su trabajo como profesor de la primaria local y es condenado a realizar humillantes trabajos, como barrer, justo frente a la escuela en donde había dado clases, además de que debe de cargar todo el tiempo un letrero que dicen “Este es un contrarrevolucionario, hijo de terratenientes”. La gente lo puede abofetear, escupir, golpear… así como se hacía con todos los “enemigos de la revolución”, sin importar si hasta ese momento, habían sido ciudadanos muy respetables o modelo. No, sí su pasado era “maldito”, eran considerados “enemigos”. Mientras tanto, Li Lan, se había ido a recluir a un hospital en Shanghái, para recibir tratamiento de una enfermedad pulmonar, sin que se enterara de que su esposo era ya tratado como “basura” por los “revolucionarios”.
Song Famping se fue acostumbrando a las humillaciones y ya le eran soportables, pero, por desgracia, en una ocasión que sus hijos, Baldy Li y Song Gang, van a verlo a donde barría y debía de soportar humillaciones, golpes y escupitajos, uno de ellos, Baldy Li, le recrimina a gritos que el letrero que Song Famping portaba, no decía “El jefe Mao es un terrateniente”, como aquél les había dicho – ellos aún no sabían leer –, con tal de que no pensaran tan mal sus propios hijos de él, sino que lo que en realidad se leía era que Song Famping era hijo de terratenientes. Y sólo bastó esa revelación para que los guardias rojos – como se llamaba a los intolerantes, violentos jóvenes encargados de vigilar a los contrarrevolucionarios – que la escucharon, se le fueran a los golpes con palos y patadas a Song Famping, quien debió soportarlos, pues para cualquiera que osara responder o defenderse, era peor. A partir de ese funesto hecho, que hizo arrepentirse bastante a Baldy Li, la vida de Song Famping, quien fue arrestado, fue tan miserable, que tanto su condición física, como mental, se deterioraron bastante, al punto de ser casi un fantasma, así como los otros “enemigos de la revolución”, que al igual que él, por cualquier motivo, por simple que fuera, eran torturados  a diario, dentro del bodegón en donde habían sido encarcelados y obligados a diario a realizar duras tareas y a sobrevivir con migajas y restos de comida que los guardias rojos les llevaban. En una ocasión, Song Famping quiso cumplir con su promesa de ir a Shanghái a recoger a su esposa, Li Lan, del hospital, pero no pudo cumplirla, pues su huida, enfureció a los guardias rojos que lo siguieron hasta la terminal. Quiso mostrar la carta de su esposa para justificar que no huía, sino que sólo se ausentaría por un día, pero contra los cerrados, energúmenos “defensores de la revolución”, no se podía argumentar nada, y le propinaron tan salvaje golpiza, que terminaron matándolo.   
En esos pasajes, Yu Hua, muestra claramente a los niveles que ya, desde entonces, se comenzó a deshumanizar la sociedad china, pues los guardias rojos podían actuar a sus anchas, con tal de “combatir” a los enemigos de la revolución, a quienes podían allanar sus hogares, despojarlos de sus pertenencias e, incluso, matarlos a golpes, pues su “acción revolucionaria” justificaba todo. Esto, como señala Yu Hua, en su ensayo “China en diez palabras”, es algo que sigue privando y que justifica el autoritarismo chino, que ve a los activistas no como revolucionarios, sino como “refugiados de la justicia” (political refugees), con lo que los coloca en el nivel de simples delincuentes, igual que vulgares ladrones o violadores (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html).
En el crudo pasaje en que refiere cómo de la golpiza propinada a Song Famping lo dejan muerto, ensangrentado, casi destrozado, sin que a nadie le importe, en realidad, si ya está muerto y, mucho menos, en recoger su cadáver, podemos darnos una idea del grado de insensibilidad al que, desde entonces, se ha ido acostumbrando la sociedad china, a grado tal que hoy día, por ejemplo, es todo un espectáculo televisivo entrevistar a los condenados a muerte (http://www.youtube.com/watch?v=EE5UCqpmZag).
Para Li Lan fue un duro golpe la muerte de Song Famping a quien, de verdad, había amado profundamente. Aún así, se resignó, y siguió tratando de llevar su vida, trabajando en la fábrica de seda, donde desde hacía años laboraba, y debiendo de soportar, de cuando en cuando, las agresiones de los guardias rojos, porque había sido la esposa de un hijo de terratenientes. Además, decide llevar a Song Gang, el hijo de Song Famping, con el abuelo de él, un viejo terrateniente, venido a menos, y ella sigue viviendo sólo con Baldy Li. No terminan allí sus infortunios, pues sufre nuevas humillaciones, cuando Baldy Li, a sus 15 años, repitiendo lo que su padre biológico, justo 15 años antes, había hecho, de espiar los traseros de las mujeres en un baño público, es sorprendido por el poeta Zhao haciendo lo mismo. Zhao, junto con el escritor Liu, ambos “distinguidos” personajes del pueblo, dan a conocer la bajeza de Baldy Li. Por fortuna, la “revolución cultural” estaba en sus últimos años, así que no pasó de la generalizada burla de la gente del pueblo y unas cachetadas al muchacho, sobre todo de parte de los agraviados maridos de las mujeres casadas a las que les había visto el trasero. Una, que era soltera, Lin Hong, sólo lloró de rabia y le espetó que cómo había sido capaz de hacer tan vergonzosa acción.
Pero ese hecho fue suficiente para que Li Lan, la madre de Baldy Li, sintiera de nuevo la vergüenza de años atrás, tanto, que poco a poco fue dejándose morir. Por esa circunstancia fue que los hermanos se vuelven a reunir, viviendo en la casa que fuera de Li Lan y pertenecía, ya, a Baldy Li. Ya sin sus respectivos padres, Baldy Li y Song Gang se dan a la tarea de buscarse una forma de vida. Song, lo hace en una fábrica de metal, en tanto que Li consigue trabajo en una fábrica de cajas de cartón. Ambos logran colocarse debido a que son conocidos del hombre, Tao Qing, que, años atrás, les ayudara a cargar el cadáver de su padre, dado que nadie deseaba ensuciarse las manos recogiendo el cuerpo inerme de un “enemigo de la revolución” y los hermanos, aún niños,  le agradecen y lo colman de bendiciones. Como Qing tiene ya un cargo público de importancia, está en posibilidades de conseguirles empleo. Con este pasaje, Yu Hua da a entender que, aún cuando en la era “comunista” china, se suponía que todo mundo tenía derecho al trabajo, era gracias a las, digamos, “influencias”, que en realidad podía obtenerse una ocupación. Qing tenía un cargo “importante”, pues se desempeñaba como director de la fábrica de cajas, cuyos trabajadores eran personas con capacidades distintas: cojos, ciegos, mudos y con retraso mental. La función de la fábrica era casi social, con el fin de dar trabajo a ese tipo de ciudadanos, aunque, en realidad, era una pérdida permanente de dinero. Es otro detalle destacable que señala Hua, que durante la era “comunista”, muchas empresas públicas funcionaban, fueran o no realmente productivas o que generaran ganancias, con tal que se dijera que en China, todo mundo tenía trabajo, aunque, como señalo arriba, no fuera cierto del todo.
Sin embargo, Baldy Li, forjado innatamente para los negocios, logra que en poco tiempo la empresa rinda generosas ganancias (de hecho, un cómico hecho narrado antes en la novela, era que Li negociaba con todo aquel que quisiera saber cómo era el trasero de Lin Hong, la chica más bella del lugar, que él había visto, a quien se lo describiría con todo detalle, a cambio de un buen tazón de fideos especiales comprados en el restaurante del pueblo).
Eso lo consigue gracias a su perseverancia, pues le basta con ir a Shanghái y mostrarles a grandes compañías la foto de sus obreros “distintos”, para lograr conmover a sus directivos y que le encargaran importantes cantidades de cajas. Esa parte se ubica alrededor del año 1980, cuando comenzaba la apertura económica promovida por Deng Xiaoping, durante la cual, China se va convirtiendo en la maquiladora mundial, gracias abundante mano de obra con bajos salarios, vastos recursos naturales y un gobierno que concedía muchas facilidades a la inversión extranjera (anacrónico modelo que a toda costa desea aplicar la mafia en el poder en México, privatizando ya hasta el petróleo).
Y justo en el personaje de Baldy Li es que Yu Hua va mostrando esos cambios tan brutales que tuvo la apertura china en su modelo económico.
Li, gracias a su éxito, es nombrado director de la fábrica de cajas. Sin embargo, luego de un tiempo de trabajar allí, decide independizarse, aprovechando el boom económico, y establecer una fábrica de ropa. Con su dinero y con el de algunos de los personajes más notables del pueblo – entre los que están el herrero, el afilador de cuchillos, el dentista, el vendedor de paletas y el sastre –, a quienes llama ya “accionistas”, con toda la connotación de un sistema capitalista de asociación, va a Shanghái, para, según él, conseguir la producción de las prendas que tenía pensado hacer. Sin embargo, no sucede así, y luego de meses de incertidumbre, regresa derrotado, diciéndoles a sus desalentados “accionistas” que “la primera vez que fui a Shanghái, me bastó con mostrar una foto de mis desvalidos obreros para compadecer a los empresarios y que me dieran la producción, pero, ahora, es una sociedad distinta y por la alta corrupción, me piden cientos de yuanes como sobornos, con tal de que me den el trabajo” (p. 346).
Además de perder su dinero, Li no escapa a las golpizas que todos los días los airados “accionistas” le propinan, por haber perdido su dinero, las que Li soporta estoicamente, aceptando que son debido a su fracaso. Sin embargo, no se da por vencido en su afán por convertirse en el hombre más rico de China. Y ese proceso lo inicia, protestando frente al inmueble en donde sesionan las autoridades locales. Lo hace sentándose, pegando un letrero en su pecho, con la exigencia de que se le devuelva su trabajo como director de la fábrica de cajas de cartón, al que había renunciado, sin pedir consentimiento a sus superiores, cuando intentó establecer su fábrica de ropa. Su protesta se alarga semanas, meses, años… y aunque no tiene éxito en que su cargo le sea devuelto, sí logra atraer la atención y compasión de la gente, a la que pide cosas para comer, así como su basura, lo que ya no les sirva, y todo eso lo va acumulando. Comercia esos desperdicios y, con el tiempo, Baldy Li ve en la venta y compra de aquéllos su futuro, de tal manera que se autonombra el “Rey del Desperdicio”.
Y es así como ese pobre hijo de una obrera, va ascendiendo en la escala social hasta convertirse en un magnate que, en pocos años, maneja todo tipo de negocios, desde el reciclaje, restaurantes, edificios de departamentos… se apodera de la población Liu y, en combinación con las felices autoridades locales, va transformándola, derribando las antiguas casas y calles y modernizándola en todos los sentidos, a tal grado que cuando le preguntaban que si él era de Liu, muy orgulloso se jactaba de que, “en efecto, yo soy Liu”. Además, disfruta de cuanto lujo se le antoja, viviendo en una fastuosa residencia, adquiriendo costosos trajes “Armani”, lujosos autos, viajando a todas partes, aunque manteniéndose como soltero empedernido, acostándose con cuanta mujer se le pone enfrente, sabedor de que su enorme fortuna, atrae féminas, cual el polen a las abejas.
Yu Hua, evidentemente ejemplifica con el éxito económico de Hua y su vida de dispendios, como dije antes, la brutal transformación de China, que ha arrasado, incluso, con rasgos culturales tan enraizados, sobre todo en las zonas rurales y ha dado paso a una destructiva modernidad que no tiene límites, arrasando, año con año, con zonas rurales de cultivo, aunque con tales acciones disminuya su producción de alimentos y deje en el desamparo a los campesinos a quienes les son arrebatadas, por la fuerza, tales tierras.
Esto lo contrasta con la vida de Song Gang, quien, al contario de su hermano, lleva una vida sencilla, modesta, trabajando al lado de su esposa, Lin Hong, la chica más bonita de Liu, y la que muchos años estuvo asediada por su hermano Baldy Li, hasta que ella le revela un día a Song Gang que está enamorada de él y por tal motivo se casan. Song Gang representa a todos los chinos que, a pesar de sus esfuerzos por lograr tener mucho dinero y vivir bien, no lo logran, y no les queda más que sobrevivir, como se pueda, trabajando por sueldos de hambre, vendiendo baratijas en las calles, embaucando a la gente con mentiras y otras cosas.
Song Gang, con casi todos sus ahorros, logra adquirir la primera bicicleta que existiera en Liu, una Eternity, y tan orgulloso estaba de su vehículo, que la tenía como nueva todos los días, iba en ella por su esposa a la fábrica de ropa en donde laboraba y sonaba el timbre, con tal que todos los notaran viajando en su magnífica bicicleta. Todo transcurre sin cambios importantes hasta que, justo las transformaciones económicas, tienen como consecuencias que muchas empresas estatales, las más ineficientes, comiencen a cerrar, como la de metal, en donde trabaja Song Gang. A partir de allí, deambula por distintos empleos, uno de ellos, como cargador en un muelle en donde, para su mala suerte, se daña su columna. Después, consigue trabajo en una fábrica de cemento, empacando el dañino producto, y luego de dos años, se enferma de sus pulmones. Con estos pasajes, Yu Hua ejemplifica claramente la explotación y los peligros laborales a la que son sometidos millones de obreros chinos a diario, sin que existan verdaderas leyes que los protejan (de hecho, China es el tercer país más enfermo del mundo. Ver mi trabajo, citado antes:
Y de allí, Song Gang deja de trabajar, imposibilitado de hacerlo debido a su mermada salud, que no puede atender convenientemente, pues el hospital y las medicinas son caros, y trabajadores pobres como él y su esposa, no pueden pagarlos (también, aquí, Yu Hua resalta el que el sistema de salud pública casi ha desaparecido). En esta parte, Song Gang decide pedirle ayuda a Baldy Li, quien, muy generoso, lo auxilia, a pesar de los años de distanciamiento que llevaban (lo que Yu Hua llama raíces, que no se abandonan, a pesar de las brutales transformaciones). Si embargo, Baldy Li le da la ayuda económica a escondidas, pues conoce el carácter obstinado de Song Gang, de no aceptar dinero a cambio de nada. Baldy Li envía a uno de sus asistentes a ver a Lin Hong, a la que entrega cien mil yuanes, para los gastos médicos de su hermano, y le dice que cada seis meses, recibirán la misma cantidad. Lin Hong está agradecidísima y de inmediato lleva a Song Gang al hospital, diciéndole que familiares de ella le han prestado dinero para hacerlo. Sin embargo, Song Gang, ignorante de la ayuda que le está dando su hermano, decide irse del pueblo con un “charlatán”, de los que, según Yu Hua, abundan en China, para tratar de vender lo que fuera. De hecho, el charlatán, apellidado Zhou, había llegado a Liu, por el impacto mediático que un concurso organizado por Baldy Li estaba teniendo en toda China. El concurso, denominado “Competencia Inaugural de Belleza Virgen”, tenía la finalidad de premiar a las tres mujeres “vírgenes” más bellas de todo el país. Sin embargo, las ganadoras de los tres primeros lugares, no lo logran, precisamente, por ser vírgenes, pues no lo eran ya, sino por haberse acostado con Baldy Li, quien ordena a cuáles de ellas darles el primero y tercer sitio, dejando el segundo a “discreción” de los jueces, los que son “sobornados” por las varias participantes, quienes no tienen empacho en acostarse con ellos. Zhou estaba allí justo para vender hímenes, tanto chinos, así como extranjeros, que podían convertir a cualquier mujer no virgen, nuevamente en ello y “es más barato hacerlo con mis hímenes, que cuestan mucho más baratos que una reconstrucción quirúrgica”. (p. 503)
En tan sólo los tres días que duró el concurso, Zhou logra vender todos sus hímenes artificiales y ganar cien mil yuanes, con lo que deslumbra a Song Gang, quien por ello toma la acelerada decisión de irse a probar fortuna con él.
En estos pasajes, Yu Hua muestra el nivel de frivolidad que ha alcanzado la sociedad china, que de cualquier cosa crea “líderes e ídolos”, como cita en su ensayo “China en diez palabras”. Por otro lado, alude también a la excesiva corrupción existente, cuando, burlonamente, la novela refiere que la ganadora del concurso de vírgenes, ni virgen era y hasta un hijo tenía. “Bueno, es que hay muchas formas de virginidad”, se defiende la mujer, “y la mía, es también espiritual” (p. 527). Y de paso menciona la generalizada costumbre de “embaucar”, es decir, de engañar, como lo hace Zhou, con el fin de obtener un beneficio económico (como las “medicinas” chinas piratas, que ni siquiera son medicamentos). Sobre todo cuando, más adelante, convence a Song Gang, de que se injerte senos artificiales, con tal de que logren vender cremas que hacen crecer el busto a las mujeres (p. 551). Y en efecto, ese engaño tiene éxito y logran vender todas sus cremas. Fuera de su habilidad para engañar a las personas, Zhou se presenta como un personaje frívolo, que sólo se interesa por ver aburridas novelas coreanas, mostrando con ello, Yu Hua, el bajo nivel cultural que una buena parte de los chinos comparten.
Pero luego de eso, Song Gang anhela bastante regresar con su esposa, más cuando se encuentra con un viejo conocido del pueblo, quien le dice que él, tras mucho trotar por China, sigue igual de pobre que cuando salió del pueblo. “Mi padre decía que si tu destino está en que tengas cien gramos de arroz, aunque desees tener medio kilo, no pasarás de cien gramos”. Song Gang, sin pensarlo más, regresa a Liu, justo en los días en que, por la soledad en que se encuentra su esposa, Lin Hong, de tantos meses sin él, es atrapada por los lances amorísticos de Baldy Li, muy enamorado aún de ella. Song Gang se entera de la aventura amorosa entre su esposa y Baldy Li, y decide poner fin a su vida, arrojándose a las vías del tren, no sin antes escribir cartas a su hermano y a su esposa, en donde, sin recriminaciones, ni reproches, le dice a Lin Hong, que ha sido muy feliz veinte años casado con ella, y a Baldy Li, que, a pesar de la muerte, ellos nunca dejarán de ser hermanos y algún día se encontrarán los tres.
A partir de allí, se da la ruptura definitiva entre Baldy Li y Lin Hong y siguen sus vidas, él, aumentando su fortuna y ella, cambiando tan radicalmente, como lo ha experimentado toda China, a grado tal de que de haber sido la chica más bonita de Liu, haber estado fielmente casada con Song Gang y haber tenido una rápida aventura sexual con Baldy Li, abre un salón de belleza y, con el tiempo, establece la primera “zona roja” del pueblo, contratando a las más guapas, jóvenes mujeres de todas partes del país, gustosas de trabajar allí como meretrices, con tal de ganar mucho dinero en poco tiempo. A Lin Hong, se le da en llamar, con los años, Madame Lin. Y a su casa de citas acuden importantes personajes, incluso acompañados, uno que otro, de sus esposas, las que están muy agradecidas de que las chicas de lugar, eviten que sus esposos les sean “infieles a escondidas” (otro rasgo más de los niveles de banalidad a los que ha llegado la sociedad china, como señala Yu Hua).
Otro personaje que merece especial atención es el de Yanker Yu, el antiguo dentista del pueblo, quien tuvo el buen tino de volver a invertir en la nueva empresa de desperdicios de Baldy Li, y gracias a esa decisión se convierte en millonario por el resto de su vida. Lo que hace con su creciente fortuna es viajar por todo el mundo y participar en cuanta manifestación antigubernamental se le presente enfrente, argumentando que sólo así se siente vivo y útil, pues “de otra manera, me aburriría sólo por ser millonario” (p. 634). Aquí, Yu Hua estaría criticando a la cerrada y autoritaria mafia gobernante china, que aplasta cualquier intento de activismo político, como señalo arriba. El personaje de Yanker Yu realiza fuera de su país, protestas ante arbitrariedades, lo que no puede hacer allí (cada año, miles de activistas son encarcelados y varios de ellos, ejecutados). Aunque en cierto momento halla una excusa para protestar desde su país, pero no contra el gobierno chino, precisamente, sino contra Japón, sobre todo porque de cuando en cuando se dan sentimientos antijaponeses, debido a los años en que Japón invadió a China y cometió barbaridades que aún pesan en la memoria de los chinos. Decide Yanker Yu, incluso, ir a Japón a protestar contra la costumbre del primer ministro japonés de entonces, Junichiro Koizumi, de acudir cada año al santuario Yasukuni, a “honrar” a los soldados japoneses, mismos que cometieron en el pasado las atrocidades mencionadas (el actual ministro japonés, Shinzo Abe, ha reanudado esa ofensiva práctica)
Uno de sus asistentes le envía un auto, un Toyota Crown, para llevarlo al aeropuerto, pero Yanker Yu se queja de que eso es absurdo, que si va a protestar contra Japón, le envíen un auto japonés, pero el asistente trata de hablar en favor del auto, diciéndole que está hecho con cincuenta por ciento de componentes chinas, pues la empresa que lo fabrica es resultado de una inversión conjunta chino-japonesa, que ésa es la consecuencia de vivir en un mundo “tan globalizado” ( p. 636. En esto se alude, en efecto, al papel maquilador mundial que tiene China actualmente).
Baldy Li, por su parte, está tan aburrido con su existencia de millonario, que no sabe ya qué hacer, hasta que un buen día, ve que personajes importantes de otros países han comprado un boleto por veinte millones de dólares para orbitar la tierra en una cosmonave rusa. Decide que bien vale la pena eso, muy a su nivel, viajar por el espacio. Estudia ruso y, reflexionando en qué podría llevar él al espacio, como han hecho los que han viajado antes, está de acuerdo en que cargará las cenizas de su hermano, Song Gang, para arrojarlas en el espacio y que todos los días puedan contemplar, las cenizas, varias veces las puestas y las salidas del sol.
En mi opinión, ese final, evocaría la superficialidad y el vacío existencial a los que ha llegado la mayoría de la sociedad china en la actualidad, a la que el capitalismo salvaje está arrebatando los auténticos valores humanos, sin los cuales, no sólo China, sino la humanidad toda desaparecerá en poco tiempo.