Con la novela Brothers, de Yu Hua, de la China “comunista”
de Mao, a la moderna China del capitalismo
salvaje.
Por Adán Salgado Andrade
En
un trabajo previo, me basé en el ensayo del afamado escritor chino Yu Hua (Hangzhou,
Zhejiang, 1960), “China en diez palabras” (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html),
para analizar la situación económica, social y medioambiental por la que
actualmente atraviesa China, misma que ya había tratado en otro artículo (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/01/el-sobrevalorado-y-anarquico.html).
En
esta ocasión, lo hago valiéndome de una de sus obras literarias, “Brothers” (Anchorbooks, 2009), tal vez uno de sus
trabajos más descriptivos y desarrollados sobre lo que ha pasado en China en
los últimos 30 años, sobre todo, las brutales transformaciones económicas que
han colocado a ese país en calidad de maquiladora mundial y que si, por un
lado, en efecto, ha logrado un espectacular desarrollo económico, que la coloca
entre las principales economías del mundo, por otro lado, ello ha redundado en
una severa afectación de su medio ambiente y en que su sociedad se ha
materializado y se ha desensibilizado a tal nivel, que actualmente, como sucede
en este mundo tan dominado por el salvaje capitalismo, el único objetivo
posible, para la mayoría de los chinos, es lograr el éxito material, a costa de
lo que sea. Valores tales como la compasión, la solidaridad, el amor, la
bondad… entre otros, se han ido perdiendo, llegándose a niveles de
deshumanización en los que, por ejemplo, los jóvenes no ayudan a los ancianos
que se caigan en la calle porque temen que éstos vayan a chantajearlos con que
ellos los tiraron (por desgracia, algo real, pues ya se han dado casos así: http://www.argenpress.info/2013/12/la-mayoria-chinos-dudaria-en-brindar.htm).
En Brothers (Hermanos), Yu Hua analiza esa
transición, enfocándola en la vida de sus protagonistas principales: Baldy Li y
Song Gang, cuya vida va a la par de los referidos cambios y que por azares del
destino, sus existencias se unen. Los hechos toman lugar en la población de
Liu, un sitio rural, en donde, en los años setenta, no había ni bicicletas y la
carretilla del herrero local, Tong, era el único “medio de transporte”
disponible.
Baldy
Li es huérfano de padre. Su madre, Li Lan, debió de soportar por años la
vergüenza que le provocó el que su marido, el padre del recién nacido Baldy Li,
hubiera muerto ahogado en excremento, cuando espiaba los traseros de las
mujeres en un baño público. El cadáver es rescatado por Song Famping, padre de
Song Gang, quien, desde entonces, provoca buena impresión en Li Lan. Tiempo
después, la esposa de Song Famping muere de cáncer y la esporádica relación que
tuvieron él y Li Lan, se formaliza y deciden casarse. Esos hechos toman lugar
algunos años antes de la llamada “Revolución Cultural” (1966-1976), promovida
por Mao Zedong, en aras de terminar con los resabios del sistema burgués y todo
lo “malo” que existía, previo a la implantación del “comunismo”.
Y
justo cuando eso, la “revolución cultural” llega al pueblo de Liu, es que
comienzan los problemas para Song Famping, ya felizmente casado con Li Lan,
pues al hurgar en su pasado, como se hacía con todo mundo, se descubrió que su
padre había sido terrateniente. Por tal motivo, pierde su trabajo como profesor
de la primaria local y es condenado a realizar humillantes trabajos, como
barrer, justo frente a la escuela en donde había dado clases, además de que
debe de cargar todo el tiempo un letrero que dicen “Este es un
contrarrevolucionario, hijo de terratenientes”. La gente lo puede abofetear,
escupir, golpear… así como se hacía con todos los “enemigos de la revolución”,
sin importar si hasta ese momento, habían sido ciudadanos muy respetables o
modelo. No, sí su pasado era “maldito”, eran considerados “enemigos”. Mientras
tanto, Li Lan, se había ido a recluir a un hospital en Shanghái, para recibir
tratamiento de una enfermedad pulmonar, sin que se enterara de que su esposo era
ya tratado como “basura” por los “revolucionarios”.
Song
Famping se fue acostumbrando a las humillaciones y ya le eran soportables, pero,
por desgracia, en una ocasión que sus hijos, Baldy Li y Song Gang, van a verlo
a donde barría y debía de soportar humillaciones, golpes y escupitajos, uno de
ellos, Baldy Li, le recrimina a gritos que el letrero que Song Famping portaba,
no decía “El jefe Mao es un terrateniente”, como aquél les había dicho – ellos
aún no sabían leer –, con tal de que no pensaran tan mal sus propios hijos de
él, sino que lo que en realidad se leía era que Song Famping era hijo de
terratenientes. Y sólo bastó esa revelación para que los guardias rojos – como se llamaba a los intolerantes, violentos
jóvenes encargados de vigilar a los contrarrevolucionarios
– que la escucharon, se le fueran a los golpes con palos y patadas a Song
Famping, quien debió soportarlos, pues para cualquiera que osara responder o
defenderse, era peor. A partir de ese funesto hecho, que hizo arrepentirse
bastante a Baldy Li, la vida de Song Famping, quien fue arrestado, fue tan
miserable, que tanto su condición física, como mental, se deterioraron
bastante, al punto de ser casi un fantasma, así como los otros “enemigos de la
revolución”, que al igual que él, por cualquier motivo, por simple que fuera,
eran torturados a diario, dentro del
bodegón en donde habían sido encarcelados y obligados a diario a realizar duras
tareas y a sobrevivir con migajas y restos de comida que los guardias rojos les
llevaban. En una ocasión, Song Famping quiso cumplir con su promesa de ir a
Shanghái a recoger a su esposa, Li Lan, del hospital, pero no pudo cumplirla,
pues su huida, enfureció a los guardias rojos que lo siguieron hasta la
terminal. Quiso mostrar la carta de su esposa para justificar que no huía, sino
que sólo se ausentaría por un día, pero contra los cerrados, energúmenos
“defensores de la revolución”, no se podía argumentar nada, y le propinaron tan
salvaje golpiza, que terminaron matándolo.
En
esos pasajes, Yu Hua, muestra claramente a los niveles que ya, desde entonces,
se comenzó a deshumanizar la sociedad china, pues los guardias rojos podían
actuar a sus anchas, con tal de “combatir” a los enemigos de la revolución, a
quienes podían allanar sus hogares, despojarlos de sus pertenencias e, incluso,
matarlos a golpes, pues su “acción revolucionaria” justificaba todo. Esto, como
señala Yu Hua, en su ensayo “China en diez palabras”, es algo que sigue
privando y que justifica el autoritarismo chino, que ve a los activistas no
como revolucionarios, sino como “refugiados de la justicia” (political refugees), con lo que los
coloca en el nivel de simples delincuentes, igual que vulgares ladrones o
violadores (http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/09/china-autoritarismo-capitalismo-salvaje.html).
En el crudo pasaje en
que refiere cómo de la golpiza propinada a Song Famping lo dejan muerto,
ensangrentado, casi destrozado, sin que a nadie le importe, en realidad, si ya está
muerto y, mucho menos, en recoger su cadáver, podemos darnos una idea del grado
de insensibilidad al que, desde entonces, se ha ido acostumbrando la sociedad
china, a grado tal que hoy día, por ejemplo, es todo un espectáculo televisivo
entrevistar a los condenados a muerte (http://www.youtube.com/watch?v=EE5UCqpmZag).
Para Li Lan fue un duro
golpe la muerte de Song Famping a quien, de verdad, había amado profundamente.
Aún así, se resignó, y siguió tratando de llevar su vida, trabajando en la
fábrica de seda, donde desde hacía años laboraba, y debiendo de soportar, de
cuando en cuando, las agresiones de los guardias rojos, porque había sido la esposa
de un hijo de terratenientes. Además, decide llevar a Song Gang, el hijo de
Song Famping, con el abuelo de él, un viejo terrateniente, venido a menos, y
ella sigue viviendo sólo con Baldy Li. No terminan allí sus infortunios, pues
sufre nuevas humillaciones, cuando Baldy Li, a sus 15 años, repitiendo lo que
su padre biológico, justo 15 años antes, había hecho, de espiar los traseros de
las mujeres en un baño público, es sorprendido por el poeta Zhao haciendo lo
mismo. Zhao, junto con el escritor Liu, ambos “distinguidos” personajes del
pueblo, dan a conocer la bajeza de Baldy
Li. Por fortuna, la “revolución cultural” estaba en sus últimos años, así que
no pasó de la generalizada burla de la gente del pueblo y unas cachetadas al
muchacho, sobre todo de parte de los agraviados maridos de las mujeres casadas
a las que les había visto el trasero. Una, que era soltera, Lin Hong, sólo
lloró de rabia y le espetó que cómo había sido capaz de hacer tan vergonzosa
acción.
Pero ese hecho fue
suficiente para que Li Lan, la madre de Baldy Li, sintiera de nuevo la
vergüenza de años atrás, tanto, que poco a poco fue dejándose morir. Por esa
circunstancia fue que los hermanos se vuelven a reunir, viviendo en la casa que
fuera de Li Lan y pertenecía, ya, a Baldy Li. Ya sin sus respectivos padres,
Baldy Li y Song Gang se dan a la tarea de buscarse una forma de vida. Song, lo
hace en una fábrica de metal, en tanto que Li consigue trabajo en una fábrica
de cajas de cartón. Ambos logran colocarse debido a que son conocidos del
hombre, Tao Qing, que, años atrás, les ayudara a cargar el cadáver de su padre,
dado que nadie deseaba ensuciarse las manos recogiendo el cuerpo inerme de un
“enemigo de la revolución” y los hermanos, aún niños, le agradecen y lo colman de bendiciones. Como
Qing tiene ya un cargo público de importancia, está en posibilidades de
conseguirles empleo. Con este pasaje, Yu Hua da a entender que, aún cuando en
la era “comunista” china, se suponía que todo mundo tenía derecho al trabajo,
era gracias a las, digamos, “influencias”, que en realidad podía obtenerse una
ocupación. Qing tenía un cargo “importante”, pues se desempeñaba como director
de la fábrica de cajas, cuyos trabajadores eran personas con capacidades
distintas: cojos, ciegos, mudos y con retraso mental. La función de la fábrica
era casi social, con el fin de dar trabajo a ese tipo de ciudadanos, aunque, en
realidad, era una pérdida permanente de dinero. Es otro detalle destacable que
señala Hua, que durante la era “comunista”, muchas empresas públicas funcionaban,
fueran o no realmente productivas o que generaran ganancias, con tal que se
dijera que en China, todo mundo tenía trabajo, aunque, como señalo arriba, no
fuera cierto del todo.
Sin
embargo, Baldy Li, forjado innatamente para los negocios, logra que en poco
tiempo la empresa rinda generosas ganancias (de hecho, un cómico hecho narrado
antes en la novela, era que Li negociaba con todo aquel que quisiera saber cómo
era el trasero de Lin Hong, la chica más bella del lugar, que él había visto, a
quien se lo describiría con todo detalle, a cambio de un buen tazón de fideos especiales comprados en el
restaurante del pueblo).
Eso lo
consigue gracias a su perseverancia, pues le basta con ir a Shanghái y
mostrarles a grandes compañías la foto de sus obreros “distintos”, para lograr
conmover a sus directivos y que le encargaran importantes cantidades de cajas.
Esa parte se ubica alrededor del año 1980, cuando comenzaba la apertura
económica promovida por Deng Xiaoping, durante la cual, China se va convirtiendo
en la maquiladora mundial, gracias abundante mano de obra con bajos salarios,
vastos recursos naturales y un gobierno que concedía muchas facilidades a la
inversión extranjera (anacrónico modelo que a toda costa desea aplicar la mafia
en el poder en México, privatizando ya hasta el petróleo).
Y
justo en el personaje de Baldy Li es que Yu Hua va mostrando esos cambios tan
brutales que tuvo la apertura china en su modelo económico.
Li,
gracias a su éxito, es nombrado director de la fábrica de cajas. Sin embargo, luego
de un tiempo de trabajar allí, decide independizarse, aprovechando el boom económico, y establecer una fábrica
de ropa. Con su dinero y con el de algunos de los personajes más notables del
pueblo – entre los que están el herrero, el afilador de cuchillos, el dentista,
el vendedor de paletas y el sastre –, a quienes llama ya “accionistas”, con
toda la connotación de un sistema capitalista de asociación, va a Shanghái,
para, según él, conseguir la producción de las prendas que tenía pensado hacer.
Sin embargo, no sucede así, y luego de meses de incertidumbre, regresa
derrotado, diciéndoles a sus desalentados “accionistas” que “la primera vez que
fui a Shanghái, me bastó con mostrar una foto de mis desvalidos obreros para
compadecer a los empresarios y que me dieran la producción, pero, ahora, es una
sociedad distinta y por la alta corrupción, me piden cientos de yuanes como
sobornos, con tal de que me den el trabajo” (p. 346).
Además
de perder su dinero, Li no escapa a las golpizas que todos los días los airados
“accionistas” le propinan, por haber perdido su dinero, las que Li soporta
estoicamente, aceptando que son debido a su fracaso. Sin embargo, no se da por
vencido en su afán por convertirse en el hombre más rico de China. Y ese
proceso lo inicia, protestando frente al inmueble en donde sesionan las
autoridades locales. Lo hace sentándose, pegando un letrero en su pecho, con la
exigencia de que se le devuelva su trabajo como director de la fábrica de cajas
de cartón, al que había renunciado, sin pedir consentimiento a sus superiores,
cuando intentó establecer su fábrica de ropa. Su protesta se alarga semanas,
meses, años… y aunque no tiene éxito en que su cargo le sea devuelto, sí logra
atraer la atención y compasión de la gente, a la que pide cosas para comer, así
como su basura, lo que ya no les sirva, y todo eso lo va acumulando. Comercia
esos desperdicios y, con el tiempo, Baldy Li ve en la venta y compra de
aquéllos su futuro, de tal manera que se autonombra el “Rey del Desperdicio”.
Y es
así como ese pobre hijo de una obrera, va ascendiendo en la escala social hasta
convertirse en un magnate que, en pocos años, maneja todo tipo de negocios,
desde el reciclaje, restaurantes, edificios de departamentos… se apodera de la
población Liu y, en combinación con las felices autoridades locales, va
transformándola, derribando las antiguas casas y calles y modernizándola en todos los sentidos, a tal grado que cuando le
preguntaban que si él era de Liu, muy orgulloso se jactaba de que, “en efecto, yo soy Liu”. Además, disfruta de cuanto
lujo se le antoja, viviendo en una fastuosa residencia, adquiriendo costosos
trajes “Armani”, lujosos autos, viajando a todas partes, aunque manteniéndose
como soltero empedernido, acostándose con cuanta mujer se le pone enfrente,
sabedor de que su enorme fortuna, atrae féminas, cual el polen a las abejas.
Yu
Hua, evidentemente ejemplifica con el éxito económico de Hua y su vida de
dispendios, como dije antes, la brutal transformación de China, que ha
arrasado, incluso, con rasgos culturales tan enraizados, sobre todo en las zonas rurales y ha dado paso a una
destructiva modernidad que no tiene límites, arrasando, año con año, con zonas
rurales de cultivo, aunque con tales acciones disminuya su producción de
alimentos y deje en el desamparo a los campesinos a quienes les son
arrebatadas, por la fuerza, tales tierras.
Esto
lo contrasta con la vida de Song Gang, quien, al contario de su hermano, lleva
una vida sencilla, modesta, trabajando al lado de su esposa, Lin Hong, la chica
más bonita de Liu, y la que muchos años estuvo asediada por su hermano Baldy
Li, hasta que ella le revela un día a Song Gang que está enamorada de él y por
tal motivo se casan. Song Gang representa a todos los chinos que, a pesar de
sus esfuerzos por lograr tener mucho dinero y vivir bien, no lo logran, y no
les queda más que sobrevivir, como se
pueda, trabajando por sueldos de hambre, vendiendo baratijas en las calles,
embaucando a la gente con mentiras y otras cosas.
Song
Gang, con casi todos sus ahorros, logra adquirir la primera bicicleta que
existiera en Liu, una Eternity, y tan orgulloso estaba de su vehículo, que la
tenía como nueva todos los días, iba en ella por su esposa a la fábrica de ropa
en donde laboraba y sonaba el timbre, con tal que todos los notaran viajando en
su magnífica bicicleta. Todo transcurre sin cambios importantes hasta que,
justo las transformaciones económicas, tienen como consecuencias que muchas
empresas estatales, las más ineficientes, comiencen a cerrar, como la de metal,
en donde trabaja Song Gang. A partir de allí, deambula por distintos empleos,
uno de ellos, como cargador en un muelle en donde, para su mala suerte, se daña
su columna. Después, consigue trabajo en una fábrica de cemento, empacando el
dañino producto, y luego de dos años, se enferma de sus pulmones. Con estos
pasajes, Yu Hua ejemplifica claramente la explotación y los peligros laborales
a la que son sometidos millones de obreros chinos a diario, sin que existan
verdaderas leyes que los protejan (de hecho, China es el tercer país más
enfermo del mundo. Ver mi trabajo, citado antes:
Y de
allí, Song Gang deja de trabajar, imposibilitado de hacerlo debido a su mermada
salud, que no puede atender convenientemente, pues el hospital y las medicinas
son caros, y trabajadores pobres como él y su esposa, no pueden pagarlos
(también, aquí, Yu Hua resalta el que el sistema de salud pública casi ha
desaparecido). En esta parte, Song Gang decide pedirle ayuda a Baldy Li, quien,
muy generoso, lo auxilia, a pesar de los años de distanciamiento que llevaban
(lo que Yu Hua llama raíces, que no
se abandonan, a pesar de las brutales transformaciones). Si embargo, Baldy Li
le da la ayuda económica a escondidas, pues conoce el carácter obstinado de
Song Gang, de no aceptar dinero a cambio de nada. Baldy Li envía a uno de sus
asistentes a ver a Lin Hong, a la que entrega cien mil yuanes, para los gastos
médicos de su hermano, y le dice que cada seis meses, recibirán la misma
cantidad. Lin Hong está agradecidísima y de inmediato lleva a Song Gang al
hospital, diciéndole que familiares de ella le han prestado dinero para
hacerlo. Sin embargo, Song Gang, ignorante de la ayuda que le está dando su
hermano, decide irse del pueblo con un “charlatán”, de los que, según Yu Hua,
abundan en China, para tratar de vender lo que fuera. De hecho, el charlatán,
apellidado Zhou, había llegado a Liu, por el impacto mediático que un concurso
organizado por Baldy Li estaba teniendo en toda China. El concurso, denominado
“Competencia Inaugural de Belleza Virgen”, tenía la finalidad de premiar a las
tres mujeres “vírgenes” más bellas de todo el país. Sin embargo, las ganadoras
de los tres primeros lugares, no lo logran, precisamente, por ser vírgenes,
pues no lo eran ya, sino por haberse acostado con Baldy Li, quien ordena a
cuáles de ellas darles el primero y tercer sitio, dejando el segundo a
“discreción” de los jueces, los que son “sobornados” por las varias
participantes, quienes no tienen empacho en acostarse con ellos. Zhou estaba
allí justo para vender hímenes, tanto chinos, así como extranjeros, que podían
convertir a cualquier mujer no virgen, nuevamente en ello y “es más barato
hacerlo con mis hímenes, que cuestan mucho más baratos que una reconstrucción
quirúrgica”. (p. 503)
En
tan sólo los tres días que duró el concurso, Zhou logra vender todos sus
hímenes artificiales y ganar cien mil yuanes, con lo que deslumbra a Song Gang,
quien por ello toma la acelerada decisión de irse a probar fortuna con él.
En
estos pasajes, Yu Hua muestra el nivel de frivolidad que ha alcanzado la
sociedad china, que de cualquier cosa crea “líderes e ídolos”, como cita en su
ensayo “China en diez palabras”. Por otro lado, alude también a la excesiva
corrupción existente, cuando, burlonamente, la novela refiere que la ganadora
del concurso de vírgenes, ni virgen
era y hasta un hijo tenía. “Bueno, es que hay muchas formas de virginidad”, se defiende la mujer, “y la
mía, es también espiritual” (p. 527). Y de paso menciona la generalizada
costumbre de “embaucar”, es decir, de engañar, como lo hace Zhou, con el fin de
obtener un beneficio económico (como las “medicinas” chinas piratas, que ni
siquiera son medicamentos). Sobre todo cuando, más adelante, convence a Song
Gang, de que se injerte senos artificiales, con tal de que logren vender cremas
que hacen crecer el busto a las mujeres (p. 551). Y en efecto, ese engaño tiene
éxito y logran vender todas sus cremas. Fuera de su habilidad para engañar a
las personas, Zhou se presenta como un personaje frívolo, que sólo se interesa
por ver aburridas novelas coreanas, mostrando con ello, Yu Hua, el bajo nivel
cultural que una buena parte de los chinos comparten.
Pero
luego de eso, Song Gang anhela bastante regresar con su esposa, más cuando se
encuentra con un viejo conocido del pueblo, quien le dice que él, tras mucho
trotar por China, sigue igual de pobre que cuando salió del pueblo. “Mi padre
decía que si tu destino está en que tengas cien gramos de arroz, aunque desees
tener medio kilo, no pasarás de cien gramos”. Song Gang, sin pensarlo más,
regresa a Liu, justo en los días en que, por la soledad en que se encuentra su
esposa, Lin Hong, de tantos meses sin él, es atrapada por los lances
amorísticos de Baldy Li, muy enamorado aún de ella. Song Gang se entera de la
aventura amorosa entre su esposa y Baldy Li, y decide poner fin a su vida,
arrojándose a las vías del tren, no sin antes escribir cartas a su hermano y a
su esposa, en donde, sin recriminaciones, ni reproches, le dice a Lin Hong, que
ha sido muy feliz veinte años casado con ella, y a Baldy Li, que, a pesar de la
muerte, ellos nunca dejarán de ser hermanos y algún día se encontrarán los
tres.
A
partir de allí, se da la ruptura definitiva entre Baldy Li y Lin Hong y siguen
sus vidas, él, aumentando su fortuna y ella, cambiando tan radicalmente, como
lo ha experimentado toda China, a grado tal de que de haber sido la chica más
bonita de Liu, haber estado fielmente casada con Song Gang y haber tenido una
rápida aventura sexual con Baldy Li, abre un salón de belleza y, con el tiempo,
establece la primera “zona roja” del pueblo, contratando a las más guapas, jóvenes
mujeres de todas partes del país, gustosas de trabajar allí como meretrices,
con tal de ganar mucho dinero en poco tiempo. A Lin Hong, se le da en llamar,
con los años, Madame Lin. Y a su casa de citas acuden importantes personajes,
incluso acompañados, uno que otro, de sus esposas, las que están muy
agradecidas de que las chicas de lugar, eviten que sus esposos les sean
“infieles a escondidas” (otro rasgo más de los niveles de banalidad a los que
ha llegado la sociedad china, como señala Yu Hua).
Otro
personaje que merece especial atención es el de Yanker Yu, el antiguo dentista
del pueblo, quien tuvo el buen tino de volver a invertir en la nueva empresa de
desperdicios de Baldy Li, y gracias a esa decisión se convierte en millonario
por el resto de su vida. Lo que hace con su creciente fortuna es viajar por
todo el mundo y participar en cuanta manifestación antigubernamental se le
presente enfrente, argumentando que sólo así se siente vivo y útil, pues “de
otra manera, me aburriría sólo por ser millonario” (p. 634). Aquí, Yu Hua
estaría criticando a la cerrada y autoritaria mafia gobernante china, que
aplasta cualquier intento de activismo político, como señalo arriba. El
personaje de Yanker Yu realiza fuera de su país, protestas ante
arbitrariedades, lo que no puede hacer allí (cada año, miles de activistas son
encarcelados y varios de ellos, ejecutados). Aunque en cierto momento halla una
excusa para protestar desde su país, pero no contra el gobierno chino,
precisamente, sino contra Japón, sobre todo porque de cuando en cuando se dan
sentimientos antijaponeses, debido a los años en que Japón invadió a China y
cometió barbaridades que aún pesan en la memoria de los chinos. Decide Yanker
Yu, incluso, ir a Japón a protestar contra la costumbre del primer ministro
japonés de entonces, Junichiro Koizumi, de acudir cada año al santuario
Yasukuni, a “honrar” a los soldados japoneses, mismos que cometieron en el
pasado las atrocidades mencionadas (el actual ministro japonés, Shinzo Abe, ha
reanudado esa ofensiva práctica)
Uno
de sus asistentes le envía un auto, un Toyota Crown, para llevarlo al
aeropuerto, pero Yanker Yu se queja de que eso es absurdo, que si va a
protestar contra Japón, le envíen un auto japonés, pero el asistente trata de
hablar en favor del auto, diciéndole que está hecho con cincuenta por ciento de
componentes chinas, pues la empresa que lo fabrica es resultado de una
inversión conjunta chino-japonesa, que ésa es la consecuencia de vivir en un
mundo “tan globalizado” ( p. 636. En esto se alude, en efecto, al papel
maquilador mundial que tiene China actualmente).
Baldy
Li, por su parte, está tan aburrido con su existencia de millonario, que no
sabe ya qué hacer, hasta que un buen día, ve que personajes importantes de
otros países han comprado un boleto por veinte millones de dólares para orbitar
la tierra en una cosmonave rusa. Decide que bien vale la pena eso, muy a su
nivel, viajar por el espacio. Estudia ruso y, reflexionando en qué podría
llevar él al espacio, como han hecho los que han viajado antes, está de acuerdo
en que cargará las cenizas de su hermano, Song Gang, para arrojarlas en el
espacio y que todos los días puedan contemplar, las cenizas, varias veces las
puestas y las salidas del sol.
En
mi opinión, ese final, evocaría la superficialidad y el vacío existencial a los
que ha llegado la mayoría de la sociedad china en la actualidad, a la que el
capitalismo salvaje está arrebatando los auténticos valores humanos, sin los
cuales, no sólo China, sino la humanidad toda desaparecerá en poco tiempo.
Contacto: studillac@hotmail.com