El supremacista diseño Inteligente, pretexto estadounidense para invadir
por Adán Salgado Andrade
En abril de 2004, la Oficina de Educación de Ohio, Estados Unidos, aprobó casi por unanimidad que en las secundarias públicas del lugar se enseñara a los alumnos de décimo grado el nuevo “paradigma científico” conocido como “Diseño Inteligente”.
Bastó con que un par de pseudo científicos, Stephen Meyer, de la Universidad Atlantic, y Jonathan Wells, biólogo, ambos pertenecientes al Instituto Discovery, del que el primero es director, llegaran a la reunión y expusieran sus disparatadas ideas, para que los directivos de la Oficina de Educación estuvieran de acuerdo en lo que dieron en llamar aquéllos dos “enseñemos la controversia”.
La peregrina idea que expusieron es la de que, contrario al principio evolucionista darwininano, el hombre no desciende del mono, sino que fue diseñado inteligentemente. Meyer declaró “No, definitivamente, no podemos ser producto de la simple evolución, pues somos tan complejos, tan elaborados, que sólo creados inteligentemente pudimos llegar hasta lo que somos”.
Y a pesar de la oposición de los otros dos científicos invitados al panel, los señores Ken Miller, de la Universidad Brown, y Lawrence Krauss, de la Universidad Case Western Reserve, ambos convencidos evolucionistas – apoyados, además, en algo que es una ciencia comprobada ya por más de cien años –, defensores de la ideas de Darwin, la Oficina aceptó incluir como parte de la enseñanza de la biología la “segunda tendencia”. En adelante, los profesores de las escuelas públicas de Ohio, estarán obligados a “enseñar la controversia”, so pena de ser amonestados o despedidos de su trabajo si no lo hacen.
“No veo cuál sea el problema de enseñar las dos opciones que explican el posible origen de la humanidad, pues, después de todo, fue una decisión democrática”, declaró una de las directoras, la señora Deborah Owens-Fink.
Sí, por supuesto que en una sociedad democrática, se deben someter a escrutinio todas las opciones posibles en todos los campos del conocimiento, pero sólo si estas son suficientemente válidas y aceptadas. Y en la ciencia, especialmente, para que una nueva propuesta teórica sea realmente objetiva, requiere de pasar por una serie de duras pruebas y ensayos, durante varios años, con tal de que se pueda generalizar y oficializar como un nuevo paradigma científico. El caso que nos ocupa, la evolución darwinista, se enunció hace más de 150 años por Carlos Darwin en su rigurosa obra científica “El origen de las especies”, en la cual se propuso demostrar que el ser humano era producto de una cadena evolutiva de cientos de millones de años y que todos nuestros rasgos, tanto físicos, como mentales, habían ido adquiriéndose durante dicha evolución. No somos, pues, en conclusión, productos circunstanciales.
Del creacionismo al diseño inteligente
Pero a alguien se le ocurrió que eso no bastaba y que no podíamos ser tan complejos sólo por evolución. Y hace más de treinta años que se comenzó a hablar del “creacionismo”, un adornado concepto teológico que no hizo otra cosa que reafirmar lo que siempre han dicho las corrientes religiosas, especialmente el catolicismo: que el hombre fue “creado” por Dios. Basaban su doctrina en la teoría de William Paley, un filósofo inglés del siglo 19, quien en 1802 publicó su obra Teología naturista, en donde expuso que el hombre no era producto de la evolución, como ya se empezaba a dilucidar en ese tiempo. Y ponía como ejemplo un verdadero absurdo. Paley decía “Supongamos que nos hallamos en algún alejado sitio una piedra y un reloj. Por supuesto, inferiremos, que la piedra, como tal, con su simpleza y todo, es producto de la evolución y ya, de un simple cúmulo de procesos que no requieren complejidad, pero, en cambio, no sucederá lo mismo con el reloj, el cual, evidentemente, nos resultará tan complejo y elaborado que, sin duda, no tomaremos como algo dado, sino que alguien o algo intervino para lograr su perfecto diseño. Eso mismo sucede con el hombre, no está dado, sino que fue diseñado por un ser superior”. Esas disparatadas “conjeturas”, mezcladas con principios bíblicos, bastaron hacia 1970 a los creacionistas a lanzar su campaña antievolucionista. Y disfrazada como “ciencia de la creación”, esta conservadora cruzada tuvo tanta influencia, que logró en los 70’s y 80’s que fuera aprobada su enseñanza en las escuelas públicas, sobre todo en Lousiana, en donde se impartió, hasta que la Suprema Corte de Justicia de EU prohibió por decreto dicha enseñanza, aduciendo, correctamente, que eran principios religiosos y no ciencia y que el carácter laico de las escuelas, asentado en el “Primer mandamiento” de la constitución, justificaba plenamente su decisión. Fue cuando los “creacionistas” se percataron de que si deseaban que sus ideas “progresaran” y fueran ampliamente aceptadas política y socialmente, debían disfrazarlas de “principios científicos”. Para su buena suerte, en 1996 aparece un libro, “La caja negra de Darwin”, escrito por Michael Behe, bioquímico de la Universidad Lehigh, quien comenzó a cuestionar a la teoría evolutiva, diciendo que era incapaz, por sí misma, de explicar la complejidad, ni siquiera de los filamentos bacterianos. Luego, siguió el libro “La inferencia diseñadora”, de William Dembsky, biólogo y matemático de la Universidad Baylor, en donde expone que cualquier organismo complejo y específico no puede ser producto de la simple evolución, y la “única opción razonable” es que seamos obra de un diseñador inteligente. Sea éste Dios o (y esto sí es de plano de risa) una fuerza de vida alienígena. Y con estas iniciales obras, los “creacionistas” se armaron de valor para continuar su cruzada contra el buen Darwin. De hecho, Behe se convirtió en un ardiente defensor, desde entonces, del diseño inteligente, al que calificó como uno de los “grandes logros en la historia de la ciencia”. Otro “creacionista” muy influyente en las disparatadas ideas es el señor Philiph Johnson, quien con su libro “Darwin a juicio”, escrito en 1991, pretendió darle toda la forma secular y de supuesta “ciencia” que el “creacionismo” requería, el cual a partir de entonces ya se denominó diseño inteligente. Johnson no sólo cuestionó el evolucionismo darwiniano, sino que también atacó al materialismo científico, afirmando que en ello radicaba la banalidad y la falta de fuerza del evolucionismo, pues todos sus argumentos los pretendía apoyar en algo tan “mundano” como dicho materialismo. “La verdad es que los darwinistas son unos fanfarrones y se apoyan en una ciencia que data de la época en que se empleaba la máquina de vapor y no están acordes con la era de la informática”, se ha jactado Meyer, el ya mencionado director del Instituto Discovery, que es la institución que ha pretendido darle todo el “rigor científico” al diseño inteligente, fundado en 1990 por Bruce Chapman – conservador funcionario de la era Reagan – y por George Gilder, supuesto escritor tecnofuturista – muy convencido de que sólo la tecnología a secas, sin consideraciones de tipo ecológico o ético, es en donde radica la salvación y el futuro de la humanidad – y que desde entonces, mediante supuestos “principios científicos” ha pretendido darle una sustentación racional, científica y secular al diseño inteligente. “Este instituto es futurista, rebelde y, además, es profético”, agrega Meyer. Claro, si por rebeldía y futurismo se pretende implantar un concepto carente de toda fundamentación científica, como el de que alguien nos diseñó, pues sí lo es.
Diseño inteligente, ¿para todas las razas o sólo para la blanca?
Sin embargo, si se pretende explicar que el ser humano no evolucionó, sino que fue diseñado, en realidad es otro simplismo, como el mito bíblico de que descendemos de Adán y Eva, pero más adornado. Y estos pseudo científicos han evitado emplear la palabra Dios en sus argumentaciones, sabedores de que ello implicaría estar dando carácter teológico a sus ideas, lo que borraría de un plumazo sus intentos por constituir al diseño inteligente como una ciencia. Pero así como los antiguos, antes de comprender el proceso por el cual llovía – esto es, el proceso de evaporación y condensación del agua, justamente lo que da lugar a las lluvias –, lo achacaban a un Dios o ser superior, en realidad el diseño inteligente no soporta, de ninguna manera el rigorismo científico, pues, para empezar, en donde está el diseñador inteligente y, aún más, dadas las distintas razas de humanos que hay en la actualidad, con diferentes rasgos y características, valdría preguntarse: ¿serían producto de varios diseños inteligentes?, ¿tuvo el diseñador primordial en cuenta tantas diferencias?, ¿los defectos de los que adolecemos, fueron a propósito o se le fueron de la mano al tal diseñador? Supongo que tales cuestiones no son fáciles de explicar por estos pseudo científicos, quienes, para su defensa, sólo insisten – como lo hace Gilder – en exponer la complejidad del ser humano con sus 60 billones de células, todas interconectadas entre sí y funcionando al unísono. Aún considerando eso, parecería una perfecta obra de ingeniería tan eficiente consideración, y esto es algo que ellos deberían de saber, que en la ciencia nada hay perfecto y, en todo caso, es, más bien, perfectible, y no habría quedado de una primera intención tal y como es, tan supuestamente perfecto y complejo. Aún tomando en cuenta el supuesto diseño inteligente, cabría considerar que aún el inicial diseño evolucionó hasta ser lo que es actualmente, o sea, después de todo, no estaría tan exento del proceso evolutivo.
Diseño inteligente: nueva bandera conservadora
Evidentemente, los modernos creacionistas no impulsan su disparatada creencia por nada, sino que, evidentemente, lo hacen por objetivos políticos. Esto ha quedfado demostrado varias veces, en especial, en el año 2001, cuando un senador republicano, el señor Rick Santorum, influenciado por las ideas de Johnson y de Discovery, logró que se introdujera lenguaje del “diseño inteligente” en el proyecto legislativo “Ningún niño detrás de la ley”, que pretendía garantizar a todos los infantes educación básica. El párrafo que, afortunadamente luego de unos meses de controversias, logró eliminarse, establecía que en las escuelas debían enseñarse conocimientos que “ayuden a los estudiantes a comprender una amplia gama de puntos de vista científicos, especialmente en aquellos que pudieran generar controversia (tal como la evolución biológica)”. Claramente, de haberse aceptado dicha cláusula, muy pronto se hubiera convertido en ley el que se obligara a enseñar el diseño inteligente en el sistema escolar y, eventualmente – gracias a la nueva cruzada ultraconservadora –, a que se eliminara el evolucionismo como cátedra.
Y no solamente Santorum apoya esos disparates pseudo científicos, sino que son respaldadas por varios congresistas republicanos, porque, claro, hablar de “diseño inteligente” es, entre otras cosas, sinónimo de superioridad. Pudiera concederse que las plantas o quizá los animales sí evolucionaron, pero manipulando aún más el concepto, podría pensarse en que sólo unos cuantos seres humanos, no todos, son producto de un diseñador inteligente.
Diseño inteligente y supremacismo blanco, ¿¡principios bíblicos!?
Y aquí, muy a la mano, tenemos el concepto de supremacismo blanco, racista principio que establece como lo superior a todo aquello que sea blanco. Muy fácilmente, entonces, gracias a tales principios pseudo científicos, podrían entrelazarse al diseño inteligente con la superioridad racial. Sí, si el principio estadounidense de “En Dios creemos”, se hace extensivo a “En el diseñador inteligente creemos”, una sencilla extrapolación llevará a la inducción de que Estados Unidos es producto de dicho diseño y, como tal, es el superior y, luego entonces, puede abrogarse todo el derecho de mostrar tal superioridad entre el resto de los simples humanos los, que, sí, en efecto, son producto de una imperfecta evolución darwiniana. Los recientes discursos bushianos, en el sentido de combatir al terrorismo, dejan claro que esa especie de mecías autodeclarado se adjudica, por un aparente sentimiento de superioridad, la tarea de vigilar y castigar a un mundo que, desde su perspectiva es inferior y salvaje, especialmente, todo aquello que sea árabe o cualquier raza no blanca. Obviamente, ese complejo de superioridad, tiende a generalizarse en varios grupos de los Estados Unidos, en especial los así llamados supremacistas que son, en esencia, herederos de grupos como el Ku-kux-klan, racista organización brlanca, que, apoyada en supuestos principios religiosos, dio por combatir a negros durante la primera mitad del siglo XX, cuya influencia declinó durante los años 60. Más adelante, en los años setenta, nuevamente cobran fuerza esas ideas de la supuesta superioridad racial, impulsadas por los autodenominados supremacistas blancos (white supremacists), quienes afirmaban que la supremacía de su raza se debía, justamente a que eran blancos, descendientes de las superiores razas arias.
Estos fanáticos enajenados están congregados alrededor de lo que se denominan Naciones Arias, un grupo neo-nazi fundado a mediados de los años 70’s por el señor Richard Butler, quien a su vez, se basó en la doctrina religiosa predicada por un anti-semitista, el señor Wesley Swift, llamada Identidad Cristiana, establecida en Los Ángeles, absurdo libelo agitador de multitudes, el cual sostiene que los arios blancos son las legítimas tribus perdidas de Israel, los verdaderos descendientes de Adán y Eva, en tanto que los modernos judíos – y el resto de las razas, consecuentemente – son impostores, el engendro de la unión de Satanás con Eva. Así que los judíos y demás razas, de acuerdo con Swift, “deben ser destruidos”. “Todas las personas que no sean anglosajonas son bestias, escoria”. Y de esta “versión” bíblica (que no está muy alejada de la original, pues hay que recordar que desde un principio, a Cristo se le personifica como rubio, de ojos azules, nada que ver con el resto de las razas, así, que en cierto modo, la Biblia sería racista en sus orígenes o, por lo menos, los que la redactaron y dieron su interpretación visual de los primeros santos) un hombre llamado Richard Kelly Hoskins ( de los supuestos “escritores” que sacan jugo de los fanatismos) se ha constituido en una especie de “teórico” de las enseñanzas de Butler, escribiendo varios libros tendenciosos que incitan a la violencia y dirigidos, justamente, a los supremacistas. Uno de ellos, Ciclos de Guerra/Ciclos de Paz, discute la necesidad de asesinar líderes nacionales (a pesar de esto, Hoskins dice que su intención no es “fomentar la violencia”, ¡háganme favor!). Otro de sus libros, Vigilantes del cristianismo: la historia del sacerdocio de Pineas, urge a los seguidores a hacer lo que Pineas, el cual, de acuerdo con el capítulo 25 del Libro de los Números, mata a un israelita por casarse con una mujer de otra raza, garantizando, como recompensa divina, su sacerdocio para siempre. Pero, en la versión moderna – y esto da idea del colmo de la fanatización y la enajenación a la que se ha llegado –, los Sacerdotes de Pineas ganan la membrecía al matar o lisiar a homosexuales, judíos o personas no blancas. Sin embargo, no existe, formalmente, la organización “Los sacerdotes de Pineas”, sino que cada hombre debe actuar solo, como tantos que lo han hecho. Justamente, han sido supremacistas quienes han perpetrado el mayor número de asesinatos contra homosexuales, negros y judíos, en los años recientes.
Por ejemplo, Buford Furrow, quien se unió a las naciones arias a principios de los 90’s, se metió en las “enseñanzas” de Butler y Hoskins, muy convencido de haber recibido “una llamada divina” para convertirse en sacerdote, en agosto de 1999, se introdujo en una guiardería judía con un rifle AR-15, para matar judíos. Pero gracias a su pésima puntería, tras vaciar la carga de setenta tiros, sólo consiguió herir a tres niños, a la recepcionista y a uno de los consejeros. Luego, muy enojado, salió del lugary se desquitó con un pobre cartero filipino, a quien atacó sólo por su color. Otro famoso supremacista, fue el señor Robert Mathews, fundador de la Orden, una ramificación de las Naciones Arias, de prácticas radicales. Mathews fue muerto en un tiroteo de 36 horas con la policía en 1984, por sus prácticas criminales, las cuales abarcaban bombazos y asesinatos, incluyendo el del locutor Alan Berg, en ese año, cuya única falta fue la de haber sido homosexual. Robó, además, muchos bancos, lo que le reportó $4 millones de dólares, de los que se gastó la mitad.
Y fuera de que casi todos los supremacistas tienen un muy bajo nivel cultural, en general se distinguen por su profunda fanatización respecto a las tergiversadas ideas de las superioridad racial basada en distorsionados principios religiosos cristianos.
Diseño inteligente, supremacismo blanco... buenos pretextos para invadir.
Y como anillo al dedo vendría aquí a aterrizar la falaz idea del diseño inteligente, la cual, como exponía arriba, bien podría extrapolarse y fundirse con las aberrantes ideas del diseño inteligente y darles una herramienta más a los supremacistas, comenzando por el propio Bush y su séquito de halcones, pero ahora científicamente certificada, para continuar su cruzada contra el abominable, inferior mundo de los no blancos...
Poco antes del supuesto atentado “terrorista” del once de septiembre a las torres de Nueva York, el grupo de los llamados neocons, es decir, los neoconservadores – entre los que se encuentran Paul Wolfowitz, secretario asistente de la Defensa, Douglas Feith, subsecretario de la política de Defensa e I. Lewis Libby, jefe del gabinete del vicepresidente –, hablaban de un ambicioso plan según el cual, Saddam Hussein habría de ser depuesto (como, al fin, se hizo), luego de lo cual, habría una especie de “remodelación” de Iraq en todos los sentidos, para hacer de ese país árabe una “democracia modelo”, destinada a lograr un mundo árabe proestadounidense. Justamente se eligió a Iraq, dado su, digamos, “aceptable” desarrollo, en términos económicos y sociales (o sea, no estaba tan “atrasado”), pero, sobre todo, su riqueza petrolera, pues sería la que permitiría la “americanización” de Iraq, pues con el dinero de su petróleo, se podría concebir y “construir” la sociedad modelo planteada por los neocons. Claro, no podía partirse de otro país árabe, sin riquezas, como Afganistán, por ejemplo (a pesar de sus yacimientos de gas natural), pues es mucho menos desarrollado en todos los sentidos que Iraq, especialmente si parte de la “americanización” es imponer en ese país, Iraq, un alto “espíritu” consumista. Así, de acuerdo con ese plan, un Iraq “americanizado”, serviría para dos claros objetivos. En primer lugar su incondicional adhesión a todo lo estadounidense (política, economía, planes expansionistas, etcétera), sin objeción alguna, gracias, además, a los gobiernos títeres que se impondrían desde el Pentágono. Y, en segundo, sería de esperarse – por lo menos, eso esperarían los neocons –, una recuperación de la hegemonía económica del capitalismo de EU, el que está, cada vez más, en franco retroceso. Para llegar a todas esas fantásticas “conclusiones”, personas como el vicepresidente Dick Cheney, recibieron asesoría del señor Victor Davis Hanson, un supuesto escritor, cuya obra “Un otoño de guerra”, sacraliza a la guerra, diciendo que es un “estado natural de la humanidad”, háganme favor, pero continúa, afirmando que los “grandes líderes están imbuidos de dicha condición, la entienden, no se engañan con las utopías pacifistas, enfrentan al mal y tratan con él”. Cheney, en un acto de “profunda iluminación” les dijo a sus asistentes que ese “gran libro”, reflejaba su propia “filosofía. Otra de sus inspiraciones fue el profesor de Princeton, el señor Bernard Lewis, autor del libro “¿Qué estuvo mal?”, en donde diserta acerca de por qué los países islámicos “fallaron en su intento por estar a la altura de occidente”, como si, justamente occidente, personificado por EU, fuera el modelo a seguir, pues aquéllos nunca tuvieron la sensibilidad de entender el idealismo occidental(1) y que – lo que sigue es, de plano, muestra flagrante del complejo de superioridad de los “occidentales”, o sea, los estadounidenses, quienes no se toman la molestia en razonar con todo lo “inferior”, si sólo a base de golpes puede “entender” – lo único que temen y respetan es la fuerza bruta. Cheney hizo de esas obras, biblias, libros obligados para todo su gabinete, además de que se entrevistó con los autores para “profundizar más” en sus “sabios conceptos”.
Podremos imaginar, entonces, el por qué de la actual beligerancia estadounidense contra todo lo no “occidental” y su intento de mundializar su “modelo” de sociedad y de economía, todo con tal de seguir garantizando el ejercicio de su capitalismo corporativista. Y si el diseño inteligente, con su implícita idean de superioridad racial, ayuda también a lograrlo, sea bienvenido.
¿Parece esto inverosimil? Los ku-kux-klaneros mataron negros y quemaron sus casas durante muchos años sólo por ser eso, negros. Y también se apoyaron en preceptos religiosos para justificar sus acciones, pues en su “Declaración de Principios” señalaban: “Nosotros, la Orden del Ku-klux-klan, reverentemente reconocemos la Majestad del Supremo Hacedor y reconocemos la Bondad y la Providencia del mismo”.
Al parecer, el espíritu de esos grupos xenófobos, que mediante la represión, el terrorismo y la violencia pretendieron “defender” la supremacía blanca, aún prevalece en nuestros días.
Notas:
1) De acuerdo con esta barbaridad ideológica, producto de una mente neocolonialista, el tal idealismo occidental estaría por sobre cualquier otro pensamiento filosófico existente en el resto del mundo. Además, si los árabes o cualquiera otra cultura que haya sido colonizada por el llamado “occidente” no son “capaces” de comprender su idealismo, el de “occidente”, es porque, finalmente, los “occidentales” siempre establecieron su dominio económico, político, social y territorial, por el uso exclusivo de la fuerza. Pero, por si fuera poco, el sólo hecho de hablar de “occidente”, como un concepto separado de lo otro, lo “atrasado”, lo “bárbaro”, ya está estableciendo una barrera ideológica y cultural entre lo que los “occidentales” han tratado de “influenciar positivamente”