De cómo Google cambió su política laboral y
posición libertaria debido a Trump
Por Adán Salgado Andrade
Cuando Google fue
fundada en 1998, sus creadores, Larry Page y Sergey Brin, tuvieron como meta la
de formar una empresa que proveyera información, además de que, a sus
empleados, les proporcionara un sitio de trabajo libre, sin tomar posición de
ningún tipo, sin racismo, sin presiones políticas. Ellos, se consideraban libertarios,
que la empresa siguiera esos mismos principios, que el Internet fuera libre y una
fuente de información libre.
Pero, con el tiempo,
eso ha cambiado, pues tanto Google, así como la empresa principal, Alphabet
Inc., se han debido adaptar a los tiempos, tanto para favorecer sus intereses
comerciales, así como servir, no al público que usa sus servicios, sino a los
poderes fácticos de los que depende su sobrevivencia.
Un artículo de la revista
tecnológica Wired, firmado por
Nitasha Tiku, muestra cómo ha cambiado Google sus políticas laborales y se ha
ido alineando con las fuerzas dominantes de Estados Unidos (EU), sobre todo,
desde que el nefasto Donald Trump comenzó su bipolar, prepotente “presidencia”
en el 2017 (ver: https://www.wired.com/story/inside-google-three-years-misery-happiest-company-tech/).
Los problemas
comenzaron con la prohibición, hecha por Trump, al inicio de su problemático periodo,
de no permitir la entrada a EU de ciudadanos de países árabes, tales como
Siria, Irán, Libia, Somalia, Yemen, Irak y Sudán. Más recientemente, países
como Myanmar, Eritrea, Kirguistán y Nigeria, así como Norcorea y hasta
Venezuela, también estarán vetados de recibir una visa estadounidense. Tal racista
medida porque ese nefasto personaje, un día preguntó, en una discusión con sus
subalternos, “¿Por qué debemos de permitir que toda esta gente de países
mierderos vengan al país?” (ver: https://www.aljazeera.com/news/2020/02/trump-expanded-travel-ban-sows-fear-communities-200201181056477.html).
Pero sucede que cientos
de miles de personas de esos países “mierderos”, han ayudado a que EU crezca en
muchos campos científicos, tecnológicos y sociales. Justamente varios migrantes
de los países mencionados, trabajan, o trabajaban, en Google.
El artículo de Tiku
comienza mencionando las protestas de empleados que se hicieron a principios
del 2017, cuando Trump comenzó su presidencia. Eran para exigir que Google
protestara contra esa medida, la que consideraron lesiva contra empleados de
esos países.
Hubo una muy leve
protesta de Sundar Pichai, CEO de Google, él mismo migrante hindú, quien dijo
que apoyaba a los 60 mil empelados “detrás de mí”. Sergey Brin, se unió en el
aeropuerto a los manifestantes, diciendo que estaba allí porque “soy
inmigrante”, lo que se entendió que hablaba más a título personal, que a favor
de los empleados.
Y es que nadie habría
creído que el nefasto Trump triunfaría, Google dando su apoyo total a Hillary
Clinton, cuya victoria se creía segura, tanto que Eric Schmidt, CEO de
Alphabet, había sido su consejero, además de que 90 por ciento de donaciones hechas
por los empleados de Google, habían sido para aquélla.
Como la empresa depende
de siempre estar bien con los poderes fácticos, para que su poder sobre los
consumidores sea efectivo, en contubernio con tales poderes, fue una brutal
sacudida la victoria de su enemigo.
Y había que quedar bien
con Trump.
Lo que también complicó
el asunto fue que, dentro de Google, hay de todo, desde empleados liberales,
hasta reaccionarios, como Kevin Cernekee, un extremista de derecha. Cuando se
le cuestionó a Google por qué 82% de sus empleados eran hombres y que eso tenía
que cambiar, Cernekee se opuso, diciendo que era necesario “establecer cuáles
son las opiniones prohibidas al manual de los empleados”. Eso le valió una amonestación. Cernekee se quejó con la Oficina
Nacional de Relaciones Laborales, diciendo que Google lo estaba castigando por
sus “visiones políticas”.
La “agresión” a
Cernekee, como éste así la consideró, dio lugar a una guerra interna entre
empleados que lo apoyaban y los que no. Incluso, apoyó una manifestación de
neonazis pro Trump, diciendo que “defendían la libertad de expresión”.
Otro empleado
problemático fue James Damore, quien expresó que si no se contrataban más
mujeres en Google, era por sus “diferencias biológicas”, las que, según él, lo explicaban
todo. Empleó absurdos “estudios” pseudocientíficos para apoyar su posición.
Otro problema fue que
una empleada transexual, Liz Fong-Jones, trató de evitar que las opiniones de
empleados misóginos, ultraderechistas, como Damore y Cernekee, se expandieran.
Alguien la expuso públicamente, acusándola de censora, y redes de
supremacistas, como Vox Populi, del instigador Theodore Beale, comenzaron el
acoso, diciendo que “Alguien debería de tirar de los techos a todos esos
fenómenos sexuales”. Eso da idea de la brutal polarización que existe en EU y
que se refleja al interior de las empresas.
Pichai, luego de varias
reuniones, decidió despedir a Damore, pues fue quien inició la discusión sobre
por qué no se debían contratar a mujeres, que dio lugar a acosos, como el dado
a Fong-Jones. Pero Pichai recibió grandes críticas de la derecha. Incluso,
hasta se pidió su renuncia. Pero no se puede ser tan contemplativo con
personajes tan nefastos, como Damore, pues su mala influencia puede extenderse.
Y eso fue lo que arguyó Pichai.
Como venganza, otras
redes de opuestos a la diversidad sexual, expusieron a ocho empleados
transgénero o negros, además de Fong-Jones, que también trabajaban en Google.
No sólo eso, sino que fueron culpados de que a Damore lo despidieran. Sus fotos
fueron compartidas en más sitios racistas y homofóbicos, para que “vean la
clase de fenómenos que trabajan en Google”.
No cabe duda que en
esta época de redes “sociales”, lo que, en realidad se ha creado, son redes que
muy rápidamente transmiten chismes, rumores y falsas “noticias”, y todo lo han
vuelto muy banal (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2010/11/las-banales-adictivas-y-riesgosas-redes.html).
Y esos pobres empleados
se sintieron traicionados por sus compañeros, pues sólo desde dentro de la
empresa podrían haberse filtrado sus perfiles y lo que hacían en sus diarias
vidas. Y eso los hacía vulnerables, incluso, que algún racista, homofóbico los
atacara, como sucede con frecuencia en EU.
Además, Fong-Jones
cuestionó a la empresa de por qué había dejado circular los correos de Damore,
incluso hasta un mes después de que aquél hubiera sido despedido, como si los
hubieran usado como excusa del despido, y para no responder incómodas preguntas
de la prensa. Tuvo que organizar ella a trabajadores de Google para mostrarles
cómo podían defenderse de acoso y hostigamiento.
Todo eso se debía, la
libertad, digamos, de Google para con sus empleados, a la política de no
coartarlos, pues fue gracias a ese principio de dejarlos a sus anchas, que muchos
grandes inventos, como su plataforma de anuncios, de la que obtiene gran parte
de sus ganancias, fue creada. También, su sistema Android, que fue ideado por
Andy Rubin, quien cofundó esa empresa – adquirida en el 2005 por 50 millones de
dólares –, fue producto de ese personaje, catalogado como una persona “rara”.
Tenía Rubin extravagancias tales como un sistema de escaneo de retinas, para
evitar que sus “anteriores novias entraran a su casa”. “Así, no tengo que
cambiarles la llave, pues usan la misma, pero sólo con su retina pueden acceder”,
explicaba.
Pero todo eso toleraban
en Google, con tal de fomentar la creatividad, como así resultó.
Incluso, cuando
establecieron una oficina en Beijing, con versión censurada de su buscador, sus
empleados protestaron, pues iba en contra de sus principios de libertades
humanas. Tuvieron que cerrarla. Y esa decisión fue muy vitoreada por sus
empleados.
Pero le costó caro a
Google, pues China representaba un gran mercado, que fue llenado por empresas
como Amazon, Microsoft y Apple, las que también comenzaron a ofrecer el
servicio de nube, que se ha vuelto esencial para muchas actividades, tanto
industriales, comerciales, escolares… y muchas otras.
Otro problema para sus libertarios fue que la empresa comenzó a
trabajar para el Pentágono. Eso sucedió un día en que James Mattis, Secretario
de la Defensa, fue a platicar con Pichai y otros ejecutivos de Google, sobre la
conveniencia de construir alianzas, sobre todo, usando la Inteligencia
Artificial desarrollada por Google, el llamado Equipo Para el Desarrollo de un
Algoritmo Funcional para la Guerra, o Proyecto Maven, que fue ganado por Google,
sin que sus empleados lo supieran, con tal de que no protestaran por su
relación con el ejército.
Por otro lado, la
demanda de Damore contra Google, siguió. Y eso polarizó aún más a los empleados
de la empresa, a favor y en contra de aquél. Éstos, incluso, lo criticaban
fuertemente, con comentarios racistas, como llamarle “chico blanco” o
“privilegiado blanco”. Y los que lo defendían, atacaban a los “raros y
transexuales” que, por su culpa, lo habían corrido de la empresa. Hasta el
portal racista 4chan llegaron las filtraciones contra los “raros”, que se
sintieron todavía más vulnerables, criticando a la empresa de que permitiera
más de tales filtraciones.
Pero los problemas
siguieron, sobre todo, por el contrato con el Pentágono, para que se pudieran
efectuar bombardeos con drones, usando los mapas de Google y su Inteligencia
Artificial, que, finalmente, Pichai dio a conocer y que, justificó, era muy
pequeño, de sólo “nueve millones”. Atrajo el enojo de ingenieros y de
Fong-Jones, quien, internamente, lo dio a conocer. Se le unió Meredith
Whittaker, otra empleada, quien escribió que “Google no debería de estar en el
negocio de la guerra”. Se puso a juntar firmas y reunió 1000, para apoyar su
demanda. Fue tanta la presión, que Google decidió cancelar la renovación de
Maven.
Pero, para complicar
las cosas, Google, nuevamente trató de entrar a China, con su Proyecto Dragonfly, con el que nuevamente,
censuraría a los internautas chinos y ayudaría a los militares de ese país.
Recibió duras críticas, tanto de sus empleados, así como de congresistas
demócratas y republicanos.
Uno más de sus errores
fue que, cuando una historia del New York
Times señaló a Andy Rubin como hostigador sexual – había forzado a una
empleada a hacerle sexo oral –, aunque lo despidió, le dio una “compensación”
de 90 millones de dólares. Pero también otro ejecutivo, Amit Singhal, ex jefe
de Google Search, acusado igualmente de manosear a una empleada, lo despidieron
con buen dinero de “retiro”. Un tercero, Richard DeVaul, le pidió a una
candidata a ingresar a Google, si le podía dar él un masaje. Como la mujer se
negó, no le dio el empleo. Pero con todos ellos, Google se portó laxamente.
El artículo acusaba a
Google de ser muy blanda con muchos de sus ejecutivos, incluidos Brin y Schmidt
y el jefe de la oficina legal, David Drummond, a los que señalaba de haber
sostenido relaciones amorosas con empleadas, muchas de las cuales, habían sido
despedidas. A nadie había castigado la empresa.
Eso molestó a muchas
empleadas, entre ellas, a Claire Stapleton, además de a Whittaker y Fong-Jones,
quienes cuestionaron cómo era posible que esos hostigadores se fueran con una
buena compensación, sin ningún problema.
Organizaron ellas una
gran marcha, para protestar, a nivel mundial, pero no fue tan exitosa como
esperaban. Ejecutivas de la compañía las convencieron para que siguieran las
discusiones dentro de los foros de la empresa, lo que fue disolviendo al
movimiento. Se les fueron quitando tareas, hasta que decidieron renunciar.
Pero no todo fueron
malas noticias, pues Pichai anunció el 25 de octubre del 2018, que la empresa
reportaba una ganancia de $9,190 millones de dólares para el tercer
cuatrimestre gracias, en parte, a una exención de impuestos por parte de Trump,
pero que, por otro lado, no había logrado Google alcanzar los objetivos de
ingresos. Le había favorecido irse ciñendo, poco a poco, a la racista y xenófoba
política de Trump.
Por lo mismo, Pichai
fue preparando, paso a paso, el terreno para cambiar muchas de las políticas de
Google, asegurando que se habían despedido a muchos empleados por sus opiniones
racistas o por haber acosado a empleadas.
Otro duro golpe fue que
el Congreso llamó a Pichai a que dijera por qué pretendía Google ayudar a China
con el proyecto Dragonfly, que ayudaría a espiar a ciudadanos chinos y al ejército de ese país.
Hasta Trump protestó, diciendo que “Google ayuda a China y a sus militares,
pero no a EU. ¡Terrible!”.
Duro golpe para las
finanzas y la reputación de Google.
Todo eso ha cambiado en
los meses recientes, tanto las libertades que antes tenían los empleados, así
como las relaciones de Google con la mafia trumpiana, con la que ha decidido
trabajar en varios proyectos, bélicos incluidos.
Vemos, pues, cómo,
hasta la empresa más “libertaria”, puede cambiar de opinión, funcionando dentro
del capitalismo salvaje.
Sí, los negocios son
primero. Dura la lección para Larry Page y Sergey Brin.
Contacto: studillac@hotmail.com