lunes, 3 de febrero de 2020

De cómo Google cambió su política laboral y posición libertaria debido a Trump


De cómo Google cambió su política laboral y posición libertaria debido a Trump
Por Adán Salgado Andrade

Cuando Google fue fundada en 1998, sus creadores, Larry Page y Sergey Brin, tuvieron como meta la de formar una empresa que proveyera información, además de que, a sus empleados, les proporcionara un sitio de trabajo libre, sin tomar posición de ningún tipo, sin racismo, sin presiones políticas. Ellos, se consideraban libertarios, que la empresa siguiera esos mismos principios, que el Internet fuera libre y una fuente de información libre.
Pero, con el tiempo, eso ha cambiado, pues tanto Google, así como la empresa principal, Alphabet Inc., se han debido adaptar a los tiempos, tanto para favorecer sus intereses comerciales, así como servir, no al público que usa sus servicios, sino a los poderes fácticos de los que depende su sobrevivencia.
Un artículo de la revista tecnológica Wired, firmado por Nitasha Tiku, muestra cómo ha cambiado Google sus políticas laborales y se ha ido alineando con las fuerzas dominantes de Estados Unidos (EU), sobre todo, desde que el nefasto Donald Trump comenzó su bipolar, prepotente “presidencia” en el 2017 (ver: https://www.wired.com/story/inside-google-three-years-misery-happiest-company-tech/).
Los problemas comenzaron con la prohibición, hecha por Trump, al inicio de su problemático periodo, de no permitir la entrada a EU de ciudadanos de países árabes, tales como Siria, Irán, Libia, Somalia, Yemen, Irak y Sudán. Más recientemente, países como Myanmar, Eritrea, Kirguistán y Nigeria, así como Norcorea y hasta Venezuela, también estarán vetados de recibir una visa estadounidense. Tal racista medida porque ese nefasto personaje, un día preguntó, en una discusión con sus subalternos, “¿Por qué debemos de permitir que toda esta gente de países mierderos vengan al país?” (ver: https://www.aljazeera.com/news/2020/02/trump-expanded-travel-ban-sows-fear-communities-200201181056477.html).
Pero sucede que cientos de miles de personas de esos países “mierderos”, han ayudado a que EU crezca en muchos campos científicos, tecnológicos y sociales. Justamente varios migrantes de los países mencionados, trabajan, o trabajaban, en Google.
El artículo de Tiku comienza mencionando las protestas de empleados que se hicieron a principios del 2017, cuando Trump comenzó su presidencia. Eran para exigir que Google protestara contra esa medida, la que consideraron lesiva contra empleados de esos países.
Hubo una muy leve protesta de Sundar Pichai, CEO de Google, él mismo migrante hindú, quien dijo que apoyaba a los 60 mil empelados “detrás de mí”. Sergey Brin, se unió en el aeropuerto a los manifestantes, diciendo que estaba allí porque “soy inmigrante”, lo que se entendió que hablaba más a título personal, que a favor de los empleados.
Y es que nadie habría creído que el nefasto Trump triunfaría, Google dando su apoyo total a Hillary Clinton, cuya victoria se creía segura, tanto que Eric Schmidt, CEO de Alphabet, había sido su consejero, además de que 90 por ciento de donaciones hechas por los empleados de Google, habían sido para aquélla.
Como la empresa depende de siempre estar bien con los poderes fácticos, para que su poder sobre los consumidores sea efectivo, en contubernio con tales poderes, fue una brutal sacudida la victoria de su enemigo.
Y había que quedar bien con Trump.
Lo que también complicó el asunto fue que, dentro de Google, hay de todo, desde empleados liberales, hasta reaccionarios, como Kevin Cernekee, un extremista de derecha. Cuando se le cuestionó a Google por qué 82% de sus empleados eran hombres y que eso tenía que cambiar, Cernekee se opuso, diciendo que era necesario “establecer cuáles son las opiniones prohibidas al manual de los empleados”. Eso le valió una  amonestación. Cernekee se quejó con la Oficina Nacional de Relaciones Laborales, diciendo que Google lo estaba castigando por sus “visiones políticas”.
La “agresión” a Cernekee, como éste así la consideró, dio lugar a una guerra interna entre empleados que lo apoyaban y los que no. Incluso, apoyó una manifestación de neonazis pro Trump, diciendo que “defendían la libertad de expresión”.
Otro empleado problemático fue James Damore, quien expresó que si no se contrataban más mujeres en Google, era por sus “diferencias biológicas”, las que, según él, lo explicaban todo. Empleó absurdos “estudios” pseudocientíficos para apoyar su posición.
Otro problema fue que una empleada transexual, Liz Fong-Jones, trató de evitar que las opiniones de empleados misóginos, ultraderechistas, como Damore y Cernekee, se expandieran. Alguien la expuso públicamente, acusándola de censora, y redes de supremacistas, como Vox Populi, del instigador Theodore Beale, comenzaron el acoso, diciendo que “Alguien debería de tirar de los techos a todos esos fenómenos sexuales”. Eso da idea de la brutal polarización que existe en EU y que se refleja al interior de las empresas.
Pichai, luego de varias reuniones, decidió despedir a Damore, pues fue quien inició la discusión sobre por qué no se debían contratar a mujeres, que dio lugar a acosos, como el dado a Fong-Jones. Pero Pichai recibió grandes críticas de la derecha. Incluso, hasta se pidió su renuncia. Pero no se puede ser tan contemplativo con personajes tan nefastos, como Damore, pues su mala influencia puede extenderse. Y eso fue lo que arguyó Pichai.
Como venganza, otras redes de opuestos a la diversidad sexual, expusieron a ocho empleados transgénero o negros, además de Fong-Jones, que también trabajaban en Google. No sólo eso, sino que fueron culpados de que a Damore lo despidieran. Sus fotos fueron compartidas en más sitios racistas y homofóbicos, para que “vean la clase de fenómenos que trabajan en Google”.
No cabe duda que en esta época de redes “sociales”, lo que, en realidad se ha creado, son redes que muy rápidamente transmiten chismes, rumores y falsas “noticias”, y todo lo han vuelto muy banal (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2010/11/las-banales-adictivas-y-riesgosas-redes.html).
Y esos pobres empleados se sintieron traicionados por sus compañeros, pues sólo desde dentro de la empresa podrían haberse filtrado sus perfiles y lo que hacían en sus diarias vidas. Y eso los hacía vulnerables, incluso, que algún racista, homofóbico los atacara, como sucede con frecuencia en EU.
Además, Fong-Jones cuestionó a la empresa de por qué había dejado circular los correos de Damore, incluso hasta un mes después de que aquél hubiera sido despedido, como si los hubieran usado como excusa del despido, y para no responder incómodas preguntas de la prensa. Tuvo que organizar ella a trabajadores de Google para mostrarles cómo podían defenderse de acoso y hostigamiento.
Todo eso se debía, la libertad, digamos, de Google para con sus empleados, a la política de no coartarlos, pues fue gracias a ese principio de dejarlos a sus anchas, que muchos grandes inventos, como su plataforma de anuncios, de la que obtiene gran parte de sus ganancias, fue creada. También, su sistema Android, que fue ideado por Andy Rubin, quien cofundó esa empresa – adquirida en el 2005 por 50 millones de dólares –, fue producto de ese personaje, catalogado como una persona “rara”. Tenía Rubin extravagancias tales como un sistema de escaneo de retinas, para evitar que sus “anteriores novias entraran a su casa”. “Así, no tengo que cambiarles la llave, pues usan la misma, pero sólo con su retina pueden acceder”, explicaba.
Pero todo eso toleraban en Google, con tal de fomentar la creatividad, como así resultó.
Incluso, cuando establecieron una oficina en Beijing, con versión censurada de su buscador, sus empleados protestaron, pues iba en contra de sus principios de libertades humanas. Tuvieron que cerrarla. Y esa decisión fue muy vitoreada por sus empleados.
Pero le costó caro a Google, pues China representaba un gran mercado, que fue llenado por empresas como Amazon, Microsoft y Apple, las que también comenzaron a ofrecer el servicio de nube, que se ha vuelto esencial para muchas actividades, tanto industriales, comerciales, escolares… y muchas otras.
Otro problema para sus libertarios fue que la empresa comenzó a trabajar para el Pentágono. Eso sucedió un día en que James Mattis, Secretario de la Defensa, fue a platicar con Pichai y otros ejecutivos de Google, sobre la conveniencia de construir alianzas, sobre todo, usando la Inteligencia Artificial desarrollada por Google, el llamado Equipo Para el Desarrollo de un Algoritmo Funcional para la Guerra, o Proyecto Maven, que fue ganado por Google, sin que sus empleados lo supieran, con tal de que no protestaran por su relación con el ejército.
Por otro lado, la demanda de Damore contra Google, siguió. Y eso polarizó aún más a los empleados de la empresa, a favor y en contra de aquél. Éstos, incluso, lo criticaban fuertemente, con comentarios racistas, como llamarle “chico blanco” o “privilegiado blanco”. Y los que lo defendían, atacaban a los “raros y transexuales” que, por su culpa, lo habían corrido de la empresa. Hasta el portal racista 4chan llegaron las filtraciones contra los “raros”, que se sintieron todavía más vulnerables, criticando a la empresa de que permitiera más de tales filtraciones.
Pero los problemas siguieron, sobre todo, por el contrato con el Pentágono, para que se pudieran efectuar bombardeos con drones, usando los mapas de Google y su Inteligencia Artificial, que, finalmente, Pichai dio a conocer y que, justificó, era muy pequeño, de sólo “nueve millones”. Atrajo el enojo de ingenieros y de Fong-Jones, quien, internamente, lo dio a conocer. Se le unió Meredith Whittaker, otra empleada, quien escribió que “Google no debería de estar en el negocio de la guerra”. Se puso a juntar firmas y reunió 1000, para apoyar su demanda. Fue tanta la presión, que Google decidió cancelar la renovación de Maven.
Pero, para complicar las cosas, Google, nuevamente trató de entrar a China, con su Proyecto Dragonfly, con el que nuevamente, censuraría a los internautas chinos y ayudaría a los militares de ese país. Recibió duras críticas, tanto de sus empleados, así como de congresistas demócratas y republicanos.
Uno más de sus errores fue que, cuando una historia del New York Times señaló a Andy Rubin como hostigador sexual – había forzado a una empleada a hacerle sexo oral –, aunque lo despidió, le dio una “compensación” de 90 millones de dólares. Pero también otro ejecutivo, Amit Singhal, ex jefe de Google Search, acusado igualmente de manosear a una empleada, lo despidieron con buen dinero de “retiro”. Un tercero, Richard DeVaul, le pidió a una candidata a ingresar a Google, si le podía dar él un masaje. Como la mujer se negó, no le dio el empleo. Pero con todos ellos, Google se portó laxamente.
El artículo acusaba a Google de ser muy blanda con muchos de sus ejecutivos, incluidos Brin y Schmidt y el jefe de la oficina legal, David Drummond, a los que señalaba de haber sostenido relaciones amorosas con empleadas, muchas de las cuales, habían sido despedidas. A nadie había castigado la empresa.
Eso molestó a muchas empleadas, entre ellas, a Claire Stapleton, además de a Whittaker y Fong-Jones, quienes cuestionaron cómo era posible que esos hostigadores se fueran con una buena compensación, sin ningún problema.
Organizaron ellas una gran marcha, para protestar, a nivel mundial, pero no fue tan exitosa como esperaban. Ejecutivas de la compañía las convencieron para que siguieran las discusiones dentro de los foros de la empresa, lo que fue disolviendo al movimiento. Se les fueron quitando tareas, hasta que decidieron renunciar.
Pero no todo fueron malas noticias, pues Pichai anunció el 25 de octubre del 2018, que la empresa reportaba una ganancia de $9,190 millones de dólares para el tercer cuatrimestre gracias, en parte, a una exención de impuestos por parte de Trump, pero que, por otro lado, no había logrado Google alcanzar los objetivos de ingresos. Le había favorecido irse ciñendo, poco a poco, a la racista y xenófoba política de Trump.
Por lo mismo, Pichai fue preparando, paso a paso, el terreno para cambiar muchas de las políticas de Google, asegurando que se habían despedido a muchos empleados por sus opiniones racistas o por haber acosado a empleadas.
Otro duro golpe fue que el Congreso llamó a Pichai a que dijera por qué pretendía Google ayudar a China con el proyecto Dragonfly, que ayudaría a espiar a ciudadanos chinos y al ejército de ese país. Hasta Trump protestó, diciendo que “Google ayuda a China y a sus militares, pero no a EU. ¡Terrible!”.
Duro golpe para las finanzas y la reputación de Google.
Todo eso ha cambiado en los meses recientes, tanto las libertades que antes tenían los empleados, así como las relaciones de Google con la mafia trumpiana, con la que ha decidido trabajar en varios proyectos, bélicos incluidos.
Vemos, pues, cómo, hasta la empresa más “libertaria”, puede cambiar de opinión, funcionando dentro del capitalismo salvaje.
Sí, los negocios son primero. Dura la lección para Larry Page y Sergey Brin.