La nieve artificial de los Alpes Suizos
por Adán Salgado Andrade
El calentamiento global, provocado por la excesiva contaminación de
todo tipo, así como por la depredación de los recursos naturales, está
provocando estragos y daños nunca antes vistos. Pero los países que más
contaminan, como Estados Unidos o China, nada hacen para reducir la producción
de gases efecto invernadero, como el CO2, causante de la mayor parte
de la contaminación ambiental, así que el planeta seguirá calentándose,
irreversiblemente, pues ni siquiera se está asegurando que la temperatura no se
incremente más de 1.5º C (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/10/el-toxico-y-mortal-calentamiento-global.html).
Y lo está afectando todo, hasta a la industria
turística. El prestigiado diario inglés, The
Guardian, recientemente publicó un artículo, firmado por Simon Parkin, en
el que analiza que zonas que antes se creían inafectables, como los Alpes
Suizos y su hielo, ahora se han tenido que someter a técnicas artificiales,
para asegurar que siga habiendo nieve y que, tanto turistas sigan yendo allí,
así como los juegos deportivos invernales, puedan seguirse realizando, al menos
por unos años (ver: https://www.theguardian.com/world/2019/dec/19/snow-machines-fleece-blankets-inside-ski-industry-battle-with-climate-change-alpine-resorts).
El artículo comienza mencionando al empresario
francés Jacques Mouflier, quien en 1935 visitó la remota población alpina de Val
d’Isère, en los Alpes franceses. Quedó convencido Mouflier que allí estaba un
buen negocio, pues en 1948 se organizó en
ese sitio el Primer Campeonato Olímpico de Esquí.
Esos juegos son también disfrutados por miles de
turistas, que asisten como amateurs.
Tan sólo el año pasado, se vendieron 1.3 millones de “días de esquiar”, por
tanta demanda que tienen… al menos hasta ahora, que, con técnicas artificiales,
se está procurando que las laderas llenas de nieve de esas montañas, sigan
estándolo.
Los 300 kilómetros de pistas, acompañadas de hoteles
cinco estrellas y toda la infraestructura turística de esa región alpina, está
en peligro de colapsarse, pues año con año hay menos nieve y menos frío, lo que
ha llevado, como dije, a usar métodos para hacer nieve artificial, con tal de
que el negocio siga unos años, cuando ya ni eso funcione.
En los tiempos en que el planeta no estaba tan
caliente, la nieve llegaba muy puntual cada noviembre. De hecho, los habitantes
de Val d’Isère, se jactaban de que había nieve todo diciembre, enero, febrero y
marzo. Y desde 1955, había sido así.
Pero desde mediados de los 1980’s, ya no ha sido lo
mismo. Los habitantes del lugar decían que podían predecir el día exacto en que
caería la nieve, fijándose en las zarzamoras, cuando los frutos comenzaban a
pesar por el agua que iban acumulando. Como señalé, era en noviembre, que
comenzaba a caer la nieve. Pero desde esa década, la nieve fue atrasándose más
y más. Incluso, comenzaron a aparecer manchas de las laderas sin nieve, lo que
ya fue motivo para preocuparse realmente.
En el 2014 la nieve llegó tan tarde a Val d’Isère
que, por primera vez en su historia, el llamado Critérium de la Première Neige (Criterio de la primer nieve), tuvo
que relocalizarse a otra parte que realmente tuviera nieve y fuera confiable,
sobre todo, para efectuar los juegos olímpicos invernales.
El problema es que los Alpes se están calentando más
rápidamente que el resto del planeta, por causas que no han podido aclarar los
científicos. Así que los 1.4º C en que, en promedio, se está calentando el
resto del planeta, en los Alpes, es de 2º C. La luz solar, allí, en los pasados
cien años, se ha incrementado 20%, así que demasiado calor y luz solar, están
derritiendo muy rápidamente la nieve de los, antes, gloriosos, blancos Alpes.
Además, el derretimiento natural, no el acelerado,
proporciona – o proporcionaba – agua potable a las localidades cercanas. Pero
cuando ya no haya nieve, no tendrán esa dotación y tendrán que buscar otra
forma de obtener ese valioso recurso.
El problema es muy agudo, pues el Instituto Federal
Suizo para la Investigación de la Nieve y la Avalancha, estimó que en el 2017, fue
el año en que menos nieve cayó, desde 1874. Y la Unión Europea de Geociencias,
reportó que, para el final del presente siglo, 90% de los glaciares de los
Alpes, se habrán perdido. O sea, adiós a los juegos invernales y turismo de
esquiaje.
Así que, comenta Parkin, para la industria de
esquiaje alpina europea, que concentra al 35% de los centros turísticos de ocho
naciones y sirve a unos 120 millones de turistas cada año, esas cifras son muy
desalentadoras.
Todavía las películas que se filmaban en los Alpes
en los 1960’s y 1970’s, muestran a esos sitios totalmente cubiertos de nieve,
blancos paraísos, en donde se desarrollaba una historia, fuera una persecución
de los malos a James Bond, una aventura de alpinistas, una comedia romántica…
pero eso, en pocos años, será cosa del pasado.
Ya no hay nieve en diciembre, por ejemplo, y eso
ocasiona que haya una asincronía con la temporada navideña, que sería la más
lucrativa.
Como resultado, en el 2017, la Unión Europea lanzó
el proyecto Prosnow, con el cual
pretendió mantener la misma temporada turística, pero con 30% de menos nieve
(que es lo que está sucediendo), mas no ha funcionado. Por eso, más de 200
centros de esquiaje han quebrado, así como hoteles y teleféricos, pues la
nieve, el principal atractivo, ya no existe allí.
Esta industria, a diferencia de otras que están
siendo afectadas por el calentamiento global, cuenta con suficientes recursos
(los centros turísticos alpinos más ricos, claro), como para revertir algo la
falta de nieve. Desde 1995, algunos sitios comenzaron a usar máquinas para
hacer nieve. Pierre Mattis fue quien comenzó a operarlas y ahora ya tiene su
propia fábrica para hacer máquinas de nieve. Ha instalado una red de esas,
llamémoslas, nevederas, con las que cubre
actualmente 65 km2 de laderas. Está encargado del centro para hacer
nieve de Val d’Isère, que es el sitio turístico con más recursos para hacer la
nieve ( y el más caro de todos, tanto en servicios, como venta de propiedades)..
El diseño que más se emplea es uno patentado por el
estadounidense Herman K. Dupré, quien, en 1968, ideó una máquina que consiste
en rociar agua que circula por un compresor de aire que la súper enfría. Es tan
efectivo el sistema, que el agua rociada, por salir tan fría, se convierte en
nieve antes de llegar al suelo. Ese sistema, referido como HKD, es el que se
usa actualmente.
Y son tan importantes las máquinas para hacer nieve,
que el economista Robert Steiger, investigador del turismo, de la Universidad
de Innsbruck, le comentó a Parkin que, en la actualidad, 95% de comunidades
alpinas italianas, 70% de austriacas, 65% de francesas y la mitad de suizas,
dependen de las máquinas para hacer nieve, con tal que puedan seguir viviendo
del turismo y garantizar su sobrevivencia algunos años más.
Hacer la nieve requiere de sofisticada
infraestructura, la que, dice Mattis, combina fuentes de agua, las máquinas,
electricidad, software y un equipo de doce personas. Tiene su “cuartel general”
en una caverna que se cavó en la ladera de una montaña, “como si fuera el
bunker de un villano de una cinta de Bond”, dice Parkin.
Las máquinas tienen forma de cañones y, por las
noches, se accionan, para que a la mañana siguiente, todos los esquiadores
tengan buena y suficiente nieve para realizar sus recorridos.
Ese conjunto costó 2.62 millones de dólares y puede
producir 8,000 metros cúbicos de nieve por hora, que son ocho veces más la
capacidad que existía hace cinco años. Eso demuestra que cada vez habrá menos
nieve natural y, más, artificial.
Mattis se jacta de que su sistema es tan preciso,
que puede hacer nieve más compacta o menos, con tal de que, por ejemplo, los
competidores, puedan esquiar perfectamente seguros.
Claro que la tecnología tiene su costo. De cada 20
euros gastados en Val d’Isère, uno es
para la fábrica de nieve de Mattis. Y eso paga impuestos (un impuesto por hacer
nieve, que está en constante incremento), la energía, ya que cada máquina usa electricidad
equivalente a la de un calentador de agua doméstico. Pero, multiplíquese eso
por las decenas de miles que se usan en esa fábrica de nieve y en cientos de
otras, y el impacto ambiental que se genera, contribuirá a agravar el problema
que se está tratando de remediar, la falta de nieve.
Los otros gastos que paga ese euro en la fábrica de
nieve de Mattis son los salarios del personal, el mantenimiento y, claro, la
ganancia, que nunca puede faltar.
Pero, como señala Parkin, sólo los centros
turísticos que puedan financiar una fábrica de nieve sobrevivirán de aquí al
2050, pues el resto, más de la mitad, desaparecerán o ya lo están haciendo.
Otros, con menos dinero, recurren a “cosechar
nieve”, lo que hacen juntando nieve o haciéndola entre enero y febrero (pues es
más barata fabricarla en esos meses
fríos). Luego, la cubren con 40 centímetros de aserrín, que la conserva hasta
la época de turismo, en octubre. Pero eso funciona sólo si hay nieve natural.
Por otro lado, también la nieve artificial se está
usando para detener el derretimiento del glaciar Morteratsch, que se encuentra
cerca de la población de Pontresina, en Suiza, a 400 kilómetros de Val d’Isère.
Allí, Hans Oerlemans, experto en glaciares, con doctorado de la Universidad de
Utrecht, en donde es profesor emérito, construyó una estación para monitorear
el clima.
Sus estudios lo han llevado a establecer que la
radiación solar es la peor para la nieve, más que el aire caliente. Comprobó,
en un experimento, que si se cubría la nieve con telas sintéticas blancas,
lograban, no sólo detener el derretimiento, sino permitir que aumentara la
nieve.
Pero como en esa escala, o sea, cubrir todo el
glaciar Morteratsch, no sería viable, pues las telas no resistirían el
temporal, además de que no podrían cubrirse tantos kilómetros cuadrados, se le
ocurrió a Oerlemans que rociando nieve artificial, daría el mismo efecto.
No podría hacerse con cañones de nieve, como los que
se usan en Val d’Isère, pues el glaciar
se mueve, y los sepultaría, así que se le ocurrió una “cuerda rociadora”, que
está en construcción, con un financiamiento por dos millones de francos suizos
de la Agencia Suiza de Innovación. Claus Dangel, CEO de la empresa
manufacturera de máquinas de nieve, que está desarrollando la manguera
rociadora, dice que se requerirán otros 3.5 millones de francos suizos para que
la invención se concluya totalmente.
Mucha gente está escéptica de la propuesta de
Oerlemans, pues no creen que realmente pueda funcionar.
Pero Oerlemans está optimista y dice que es mejor
tratar de hacer algo a nada.
Tampoco afirma que, de funcionar su idea, se puedan
reponer todos los glaciares del mundo, pero, sí, a nivel local, se podría usar
para que haya nieve en algunos sitios y que ésta, al derretirse, pueda
proporcionar agua en zonas pobres que dependieran de ella.
De todos modos, a la larga, la nieve irá
desapareciendo, por muchos esfuerzos y dinero que se invierta para evitarlo,
como lo hace el centro alpino Val d’Isère.
Olivier Simonin, director de ese centro espera que
para el 2050, 30% de los ingresos provengan de otras actividades, que no sean
la de esquiar.
“Para esa época, a lo mejor la gente sólo vendrá
para, simplemente ver nieve, de tan escasa que será”, dice, irónico.
Tiene razón, pues con el inclemente calentamiento
global, propiciado por el capitalismo salvaje, la nieve, en el cercano futuro,
será cosa del pasado, que sólo pueda verse en películas viejas o en sitios en
donde se produzca, a un precio tan caro, que verla sólo sea para los muy ricos.
Contacto: studillac@hotmail.com