El robo de computadoras para minar al depredador
bitcoin
por Adán Salgado Andrade
Para los llamados libertarios,
el bitcoin y otras criptomonedas, representan – o representaban – una forma de
evadir al sistema financiero, crear un medio de pago, que no dependiera de
ningún país, que no requiriera un apoyo bancario o público y, mucho menos, pagara
impuestos.
Sin embargo, el bitcoin, creado supuestamente por un programador
japonés, ha sido, desde el principio, muy polémico.
Por principio de cuentas, no es todo lo segura que se presumía, pues ya
ha habido varios hackeos y robos de
bitcoins, como en el caso de Joby Weeks, un corredor financiero, convertido en
anarquista, quien actualmente vive en Acapulco. Hace unos cuatro años, llegó a
acumular el equivalente, en bitcoins, de 80 millones de dólares. Pudo
comprarse, incluso, una mansión de trece recámaras. Fue cuando se los hackearon, es decir, robaron. Y jamás
los pudo recuperar. Como él, hay miles de casos similares.
Como dije, el bitcoin es la creación, supuestamente, de un programador
japonés, Satoshi Nakamoto, pero muchos investigadores y expertos afirman que ni
siquiera existe esa persona y lo han adjudicado a otros, como Paul LeRoux,
criminal traficante de drogas a nivel mundial, quien pudo haber diseñado al
bitcoin para facilitar sus negocios ilícitos y que no se detectaran (ver: https://www.wired.com/story/was-bitcoin-created-by-this-international-drug-dealer-maybe/).
Por tanto, una creación que ni siquiera se ha
establecido bien quién fue su creador, siempre ofrecerá problemas.
Y aunque no está claro si Nakamoto fue el creador,
de todos modos, Japón fue el primer país en reconocer al bitcoin como medio de
pago legal. Su origen tiene que ver
con lo que se conoce como blockchain,
que es la forma en que se encripta cada transacción de todo tipo que se efectúe
a través del Internet. Imaginemos que una cadena representara transacciones
monetarias. Cada eslabón de dicha cadena, sería un nuevo block, el cual se debe de encriptar mediante complicados y
laboriosos métodos matemáticos, los cuales implican muchas horas de procesos
computacionales, llamados minado de
bitcoins (o de la criptomoneda de que se trate). Por tal complejidad, se
creó el bitcoin, para ser una especie de pago (o premio, si ponemos como
ejemplo los tokens que se obtienen cuando se está videojugando). Al principio,
se daban 50 bitcoins, cada que un minero
lograba encriptar exitosamente una transacción. Y se ha ido bajando la
“recompensa”, pues luego fueron 25 bitcoins y, enseguida, 12.5. Para el 2020,
será de 6.25 bitcoins, o sea, seguirá bajando el pago (“recompensa”), en tanto
que cada vez será más y más difícil el minado de esa criptomoneda.
El límite de bitcoins que se pueden hacer es de 21
millones, de los que se han hecho 18, así que quedan 3 millones más por minar, de aquí al 2140, año en que, dicen sus
“creadores” será minado el último bitcoin. Bueno, y está por verse si llegamos
a ese año, con tantos problemas ambientales, sociales, contaminación,
calentamiento global, depredación de recursos naturales, sobrepoblación,
guerras…
Y, en caso de llegar a esa lejana fecha, los mineros
que sigan haciendo su trabajo, como ya no habrá bitcoins de “recompensa”, se
supone que vivirán de los pequeños pagos que los usuarios de sus servicios de
encriptación, les proporcionen (ver: https://www.investopedia.com/tech/what-happens-bitcoin-after-21-million-mined/
Por ello, se han desarrollado otras criptomonedas. Ya,
hasta Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, quiere desarrollar la suya, la Libra (ver: https://www.independent.co.uk/life-style/gadgets-and-tech/news/facebook-cryptocurrency-globalcoin-when-release-date-bitcoin-zuckerberg-a8928151.html).
Reconocido, como dije, el bitcoin por Japón, comenzó
a tener curso legal.
Pero ha sido tal la especulación realizada con esa
criptomoneda, que ha llegado hasta a ser sobrevaluada. Por ejemplo, la
cotización a pesos en este momento es de $137,962.81, unos $6,900 dólares. Es
absurdo que se cotice tanto, pues no se trata de un valor apoyado en algo
tangible, que fuera, por ejemplo, una joya de oro, un diamante o alimentos. Es,
simplemente, el producto de un sofisticado programa de encriptación de
transacciones monetarias por Internet, para que, según, sean muy seguras. Además, tómese en cuenta
que esa criptomoneda sólo existe en la red, así que un apagón global de energía
(que puede darse, pues nuestras glotonas, desperdiciadoras necesidades
energéticas van en pasmoso aumento), sería su fin.
Y no es tan segura, como ya mencioné, pues los
hackers cada vez son más audaces en su forma de penetrar a empresas, bancos o
personas, siendo capaces, incluso, de burlar la doble autenticación (2FA), como
recientemente han hecho cibercriminales chinos, apoyados por su corrupto
“gobierno”. En países como México, Portugal, España, Brasil, la misma China,
Francia, Alemania, Italia, Inglaterra y Estados Unidos, esos hackeos se dan y
son indetectables (ver: https://gizmodo.com/chinese-hackers-bypass-2fa-in-attacks-spanning-10-count-1840613473).
Por ello, ha habido muchos fraudes con la
especulación del bitcoin, que mucha gente cayó (y algunos siguen cayendo), en
pensar que era un medio muy seguro para invertir y, cuando lo hicieron, algunos
por cientos de miles de dólares, su cotización bajó y salieron perdiendo. O los
ya mencionados hackeos, que despojan a los tenedores de inversiones en bitcoins
de todas ellas.
Por lo mismo, algunos que comercian con bitcoins
sólo les conceden utilidad como medio de pago indetectable, pues no pueden descubrirse
buena parte de esas transacciones por las entidades públicas, ya que todo es
por línea, por lo que no pagan impuestos muchas de ellas. Pero ya no se
recomienda que se invierta en la compra de bitcoins, así, como si se estuviera
comprando oro, como antes se quiso comparar.
En mi opinión, se ha sobrevalorado mucho al bitcoin
y a las otras criptomonedas, las que sólo han servido, hasta ahora, para
asegurar las transacciones monetarias por línea.
De todos modos, como su fama continúa y es todavía
muy retroalimentada con falsas historias de grandes y rápidas ganancias, se
sigue especulando o, robando descaradamente, apelando al bitcoin.
Por ejemplo, recientemente, se descubrió un fraude
internacional, cercano a los 722 millones de dólares, en el que se invitaba a
inversionistas (ingenuos, claro), a meter su dinero en infraestructura para minar
bitcoins. Una empresa fantasma llamada BitClub Network, operando desde el 2014, ofrecía que los
inversionistas obtendrían ganancias con las máquinas que serían compradas con
su dinero. Incluso, los cinco responsables del lucrativo fraude, les pedían que
invitaran a otras personas, para que se compraran más máquinas y la “ganancia
aumentara”. Fue una especie de pirámide, en la que los últimos eran los que
nada ganaban, hasta que invitaran a otros. Pero a nadie se le dio dinero. Muy
bien planeada para estafar, al menos, a los deseosos, con dinero, de ganancias
fáciles (ver: https://www.wired.com/story/alleged-bitcoin-scam-like-pyramid-scheme/).
Y muchos, más ambiciosos, buscan que el minado de
bitcoins, sea lo más barato posible, buscando regiones en donde el costo de la
electricidad empleada sea bajo, pues es el insumo más costoso.
Es el segundo gran problema, generado por el minado
del bitcoin, pues es un proceso que requiere una exagerada cantidad de
electricidad, ya que se trata de encriptar transacciones, mediante complejos
algoritmos, que requieren miles de computadoras, las que usan miles de
megawatts de electricidad. Por eso, como dije, se buscan países o regiones en
donde sea más barata. Es tanta la electricidad usada, que equivale a la de un
país como Lituania, Eslovenia o Etiopía, pues sus emisiones de CO2
anuales son del orden de 17.29 millones de toneladas, por la cantidad de
combustibles fósiles, como petróleo o carbón, requeridos para producir la
enorme cantidad de electricidad que requiere tanto trabajo computacional (ver: https://www.zmescience.com/science/emissions-bitcoin-country-17112019/).
Además, como las salas de computadoras requieren
enfriarse, es otro gasto extra, pues el costo de la electricidad para
enfriamiento es adicional y también genera altos contaminantes.
Debido al minado del bitcoin, es innegable el
impacto en la aceleración del calentamiento global y en los daños a la salud
que éste produce. Un estudio reciente, realizado por la Universidad de Nuevo
México, estima que en Estados Unidos, en el 2018, por cada dólar de valor en
bitcoin, se ocasionaron 49 centavos en daños a la salud y ambientales. Incluso,
en cierto momento, los recursos monetarios para crear un bitcoin, igualan a los
de la destrucción ambiental provocada y los daños a la salud. Un caro precio,
por algo que sólo “beneficiará” a unos cuantos.
De todos modos, no se piensa en ninguna de esas
afectaciones, cuando el minado, por sus altos costos, es desarrollado, casi
exclusivamente, por empresas, las cuales han tomado al minado de bitcoins (y de
otras criptomonedas, como Ethereum), como una lucrativa actividad, siempre y
cuando tengan gastos energéticos de medios a bajos.
Islandia es un país que, como tiene temperaturas
templadas a frías todo el año, no tiene que estar gastando en los sistemas de
enfriamiento, además de que, como la electricidad es producida mediante energía
geotermal (géiseres que, irónicamente, abundan en ese país, aún frío), es
relativamente barata. Por ello, es el país preferido de las empresas minadoras,
produciendo el 4% de las criptomonedas que se obtienen a nivel global.
Y hay tantas empresas, que, recientemente, hubo un
fallido intento para robar el equipo de una de ellas y ponerlo a trabajar. La
publicación en línea Vanity Fair
publicó un reciente artículo, firmado por Mark Seal, en el que se expone cómo
ese intento de robar máquinas minadoras fue un fracaso total (ver: https://www.vanityfair.com/news/2019/11/the-big-bitcoin-heist).
El robo fue hecho en cinco minadoras, una de ellas,
la empresa Advania, la que gana cientos de millones de dólares al año por minar
bitcoins. Está localizada en una antigua base militar estadounidense, cercana a
Reikiavik. Los ladrones, la noche del robo, aprovecharon que sólo había un
guardia cuidando las instalaciones, quien se retiró alrededor de las 22 horas,
pues enfermó de diarrea. Como es tan baja la criminalidad en Islandia, a la
empresa le bastaba con ese hombre, para cuidar sus instalaciones.
Esa noche, los ladrones robaron 550 computadoras,
tarjetas madre, tarjetas de gráficos y accesorios de poder. Ese equipo costaba
unos $500 mil dólares. Fue el quinto centro productor de criptomonedas en ser
saqueado, en dos meses. El monto total de los robos ascendía a dos millones de
dólares.
Pero ese valor era lo de menos. Lo mejor del asunto
para los ladrones era que, si sabían cómo operar las máquinas, podrían obtener
millones de dólares en criptomonedas que nadie podría rastrear, era dinero
fácil, digamos.
Pero los ladrones no estuvieron a la altura de lo
que robaron, pues cometieron varios errores, como no tener el más mínimo
cuidado con las cámaras de vigilancia, con las cuales, pudieron identificarlos
muy rápido.
El señor Sindri Thor Stefansson, quien platicó con
Seal, se jacta de ser la mente maestra detrás de lo que se conoció como “El
gran robo de bitcoins”.
Está condenando a cuatro años y medio de prisión,
pero es un proceso que está tomando tiempo y está en libertad condicional.
Por supuesto que, a sus 36 años, no fue el primer
robo que cometió, pues ya, desde joven, robaba televisiones y estéreos de
casas, traficaba cocaína, mariguana, éxtasis, LSD y otras drogas. Incluso,
robaba dinero de máquinas tragamonedas.
Es del club de los pocos delincuentes que hay en
Islandia, los que ascienden a no más de 180 en la cárcel del país.
Pero siempre hay la “oveja negra”. Aunque es un tipo
inteligente, con una licenciatura en ciencias de la computación en la
Universidad de Islandia, se enredó en varios, inciertos negocios que lo dejaron
muy endeudado, incapaz de proveer a su familia de esposa y tres hijos, así que
le echó el ojo a la empresa minadora de bitcoins ya mencionada.
Sus negocios malos, fueron comparables a los de los
tres grandes bancos del país, que invirtieron aquí y allá y en el 2008, no
resistieron el estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense, que afectó
a todo el mundo. Islandia debía 85 mil millones de dólares (mdd). El FMI tuvo
que prestarle dos mil mdd, para evitar que el quebrado país, incluso,
desapareciera como tal.
Y ha sido la actividad minadora de criptomonedas la
que ha dado parte del respiro a la economía de ese Islandia, que no es muy
diversificada (antes, sólo se dedicaba a la pesca, a la extracción de aluminio
y al turismo, principalmente). Tómese en cuenta que es un país muy pequeño, con
apenas 344 mil habitantes. Por eso, el minado de criptomonedas que, como dije,
representa 4% del mundial, es muy importante para Islandia. Las empresas
minadoras consumen más energía que todas las casas de Islandia, lo que revela
su importancia.
Por eso, Stefansson vio en esa actividad su
salvación. Asegura que pensó en los robos porque un día alguien le dijo, un tal
“Señor X”, que por qué querría iniciar su propio negocio para minar bitcoins,
si podía obtenerlo robando computadoras de la competencia. Le ofreció darle el
15% de todas las computadoras que pudiera robar. Con eso, ganarían 1.2 mdd cada
año, “para siempre”, pues con las computadoras robadas, el Señor X y él,
establecerían su propia minadora.
Así, armaron una banda de primerizos que, era de
esperarse, haría todo mal.
Los robos que hicieron antes del de Advania, los
dueños prefirieron no denunciarlos, por temor a que los inversionistas se
fueran.
Fue luego del hurto de Advania, que el jefe
policiaco de Islandia, Ólafur Helgi Kjartansson, reunió suficientes pruebas
para detener a Stefansson, mediante los récords de llamadas, autos rentados y
las fotos de cámaras de vigilancia.
Pero como la ley en Islandia es muy laxa, porque,
además, no había pruebas contundentes, Stefansson aprovechó esos vacíos legales
para escapar a Suecia, en donde no se requiere pasaporte de islandeses para
entrar, así que, dando el nombre de un amigo, pudo abordar un avión, en el que,
curiosamente, viajaba también Katrin Jakobsdottir, la primer ministra de
Islandia. “Iba sentada unas filas adelante, pero traté de que no me viera”,
dice Stefansson, cínico.
Fue cuando llegó a Suecia, que se dieron cuenta en
Islandia que había escapado. Stefansson siguió huyendo. De Suecia, se fue a
Dinamarca; de allí, en tren, para Alemania y, en carro, a Ámsterdam. En su
huida publicó un manifiesto en Frettabladid,
un periódico islandés, en el que se mostraba como la víctima y que se
habían violado sus derechos humanos, al encarcelarlo injustamente en su país,
sin comprobarle nada. Hasta se le tomó como héroe por muchos de sus
compatriotas.
Pero fue en Ámsterdam que cometió otro error (de los
tantos que realizó en su correría de robos), pues se tomó una foto con dos de
sus cómplices en el robo de máquinas minadoras. Esa foto la subió uno de ellos
a Instagram y así fue como lo identificó la policía islandesa, quien lo
notificó a la policía holandesa, la que lo arrestó. Estuvo 19 días en una
prisión danesa, esperando extradición.
Aun así, a pesar de los juicios, todos los
implicados han apelado, declarándose “inocentes”, comenzando por Stefansson,
quien sigue insistiendo en que el autor intelectual es el escurridizo “Señor
X”. Por lo mismo, a pesar de su sentencia, está en libertad condicional, aunque
no puede abandonar el país.
Pero por la forma en que platicó con Seal, es
evidente que él fue el perpetrador. Pero las 550 máquinas robadas a Advania, no
han sido halladas, ni el tal “Señor X”.
Seal le pregunta, al final, que si sabe dónde están
las computadoras “Quizá las computadoras han estado moviéndose todo el tiempo.
Quizá sepa dónde están, quizás, no”.
“Si fueras el Señor X, cómo calificarías al Gran
Robo de Bitcoins”, le pregunta.
Stefansson responde, jactancioso, “Una obra maestra.
Ojalá la hubiera hecho yo”.
Sin embargo, todas las evidencias indican que él lo
hizo, porque, incluso, se analizó su celular, con mensajes que daban las
instrucciones de los lugares y tiempos en que debían de hacerse los robos.
Pero, como dije, quizá para no desalentar las
inversiones, prefieran los mineros de bitcoins, guardar las apariencias.
Total, el negocio seguirá viento en popa hasta el año 2140.
Buen tiempo para seguir con el business as usual, aunque siga contribuyendo el minado de bitcoins
al acelerado calentamiento del planeta, con tal de que unos cuantos, se vuelvan
millonarios. Me pregunto, para ese año, ¿podrán comprar algo?
Contacto: studillac@hotmail.com