domingo, 29 de diciembre de 2019

El robo de computadoras para minar al depredador bitcoin


El robo de computadoras para minar al depredador bitcoin
por Adán Salgado Andrade

Para los llamados libertarios, el bitcoin y otras criptomonedas, representan – o representaban – una forma de evadir al sistema financiero, crear un medio de pago, que no dependiera de ningún país, que no requiriera un apoyo bancario o público y, mucho menos, pagara impuestos.
Sin embargo, el bitcoin, creado supuestamente por un programador japonés, ha sido, desde el principio, muy polémico.
Por principio de cuentas, no es todo lo segura que se presumía, pues ya ha habido varios hackeos y robos de bitcoins, como en el caso de Joby Weeks, un corredor financiero, convertido en anarquista, quien actualmente vive en Acapulco. Hace unos cuatro años, llegó a acumular el equivalente, en bitcoins, de 80 millones de dólares. Pudo comprarse, incluso, una mansión de trece recámaras. Fue cuando se los hackearon, es decir, robaron. Y jamás los pudo recuperar. Como él, hay miles de casos similares.
Como dije, el bitcoin es la creación, supuestamente, de un programador japonés, Satoshi Nakamoto, pero muchos investigadores y expertos afirman que ni siquiera existe esa persona y lo han adjudicado a otros, como Paul LeRoux, criminal traficante de drogas a nivel mundial, quien pudo haber diseñado al bitcoin para facilitar sus negocios ilícitos y que no se detectaran (ver: https://www.wired.com/story/was-bitcoin-created-by-this-international-drug-dealer-maybe/).
Por tanto, una creación que ni siquiera se ha establecido bien quién fue su creador, siempre ofrecerá problemas.
Y aunque no está claro si Nakamoto fue el creador, de todos modos, Japón fue el primer país en reconocer al bitcoin como medio de pago legal. Su origen tiene que ver con lo que se conoce como blockchain, que es la forma en que se encripta cada transacción de todo tipo que se efectúe a través del Internet. Imaginemos que una cadena representara transacciones monetarias. Cada eslabón de dicha cadena, sería un nuevo block, el cual se debe de encriptar mediante complicados y laboriosos métodos matemáticos, los cuales implican muchas horas de procesos computacionales, llamados minado de bitcoins (o de la criptomoneda de que se trate). Por tal complejidad, se creó el bitcoin, para ser una especie de pago (o premio, si ponemos como ejemplo los tokens que se obtienen cuando se está videojugando). Al principio, se daban 50 bitcoins, cada que un minero lograba encriptar exitosamente una transacción. Y se ha ido bajando la “recompensa”, pues luego fueron 25 bitcoins y, enseguida, 12.5. Para el 2020, será de 6.25 bitcoins, o sea, seguirá bajando el pago (“recompensa”), en tanto que cada vez será más y más difícil el minado de esa criptomoneda.
El límite de bitcoins que se pueden hacer es de 21 millones, de los que se han hecho 18, así que quedan 3 millones más por minar, de aquí al 2140, año en que, dicen sus “creadores” será minado el último bitcoin. Bueno, y está por verse si llegamos a ese año, con tantos problemas ambientales, sociales, contaminación, calentamiento global, depredación de recursos naturales, sobrepoblación, guerras…
Y, en caso de llegar a esa lejana fecha, los mineros que sigan haciendo su trabajo, como ya no habrá bitcoins de “recompensa”, se supone que vivirán de los pequeños pagos que los usuarios de sus servicios de encriptación, les proporcionen (ver: https://www.investopedia.com/tech/what-happens-bitcoin-after-21-million-mined/  
Por ello, se han desarrollado otras criptomonedas. Ya, hasta Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, quiere desarrollar la suya, la Libra (ver: https://www.independent.co.uk/life-style/gadgets-and-tech/news/facebook-cryptocurrency-globalcoin-when-release-date-bitcoin-zuckerberg-a8928151.html).     
Reconocido, como dije, el bitcoin por Japón, comenzó a tener curso legal.
Pero ha sido tal la especulación realizada con esa criptomoneda, que ha llegado hasta a ser sobrevaluada. Por ejemplo, la cotización a pesos en este momento es de $137,962.81, unos $6,900 dólares. Es absurdo que se cotice tanto, pues no se trata de un valor apoyado en algo tangible, que fuera, por ejemplo, una joya de oro, un diamante o alimentos. Es, simplemente, el producto de un sofisticado programa de encriptación de transacciones monetarias por Internet, para que, según, sean muy seguras. Además, tómese en cuenta que esa criptomoneda sólo existe en la red, así que un apagón global de energía (que puede darse, pues nuestras glotonas, desperdiciadoras necesidades energéticas van en pasmoso aumento), sería su fin.
Y no es tan segura, como ya mencioné, pues los hackers cada vez son más audaces en su forma de penetrar a empresas, bancos o personas, siendo capaces, incluso, de burlar la doble autenticación (2FA), como recientemente han hecho cibercriminales chinos, apoyados por su corrupto “gobierno”. En países como México, Portugal, España, Brasil, la misma China, Francia, Alemania, Italia, Inglaterra y Estados Unidos, esos hackeos se dan y son indetectables (ver: https://gizmodo.com/chinese-hackers-bypass-2fa-in-attacks-spanning-10-count-1840613473).
Por ello, ha habido muchos fraudes con la especulación del bitcoin, que mucha gente cayó (y algunos siguen cayendo), en pensar que era un medio muy seguro para invertir y, cuando lo hicieron, algunos por cientos de miles de dólares, su cotización bajó y salieron perdiendo. O los ya mencionados hackeos, que despojan a los tenedores de inversiones en bitcoins de todas ellas.
Por lo mismo, algunos que comercian con bitcoins sólo les conceden utilidad como medio de pago indetectable, pues no pueden descubrirse buena parte de esas transacciones por las entidades públicas, ya que todo es por línea, por lo que no pagan impuestos muchas de ellas. Pero ya no se recomienda que se invierta en la compra de bitcoins, así, como si se estuviera comprando oro, como antes se quiso comparar.
En mi opinión, se ha sobrevalorado mucho al bitcoin y a las otras criptomonedas, las que sólo han servido, hasta ahora, para asegurar las transacciones monetarias por línea.
De todos modos, como su fama continúa y es todavía muy retroalimentada con falsas historias de grandes y rápidas ganancias, se sigue especulando o, robando descaradamente, apelando al bitcoin.
Por ejemplo, recientemente, se descubrió un fraude internacional, cercano a los 722 millones de dólares, en el que se invitaba a inversionistas (ingenuos, claro), a meter su dinero en infraestructura para minar bitcoins. Una empresa fantasma llamada BitClub Network,  operando desde el 2014, ofrecía que los inversionistas obtendrían ganancias con las máquinas que serían compradas con su dinero. Incluso, los cinco responsables del lucrativo fraude, les pedían que invitaran a otras personas, para que se compraran más máquinas y la “ganancia aumentara”. Fue una especie de pirámide, en la que los últimos eran los que nada ganaban, hasta que invitaran a otros. Pero a nadie se le dio dinero. Muy bien planeada para estafar, al menos, a los deseosos, con dinero, de ganancias fáciles (ver: https://www.wired.com/story/alleged-bitcoin-scam-like-pyramid-scheme/).
Y muchos, más ambiciosos, buscan que el minado de bitcoins, sea lo más barato posible, buscando regiones en donde el costo de la electricidad empleada sea bajo, pues es el insumo más costoso.
Es el segundo gran problema, generado por el minado del bitcoin, pues es un proceso que requiere una exagerada cantidad de electricidad, ya que se trata de encriptar transacciones, mediante complejos algoritmos, que requieren miles de computadoras, las que usan miles de megawatts de electricidad. Por eso, como dije, se buscan países o regiones en donde sea más barata. Es tanta la electricidad usada, que equivale a la de un país como Lituania, Eslovenia o Etiopía, pues sus emisiones de CO2 anuales son del orden de 17.29 millones de toneladas, por la cantidad de combustibles fósiles, como petróleo o carbón, requeridos para producir la enorme cantidad de electricidad que requiere tanto trabajo computacional (ver: https://www.zmescience.com/science/emissions-bitcoin-country-17112019/).
Además, como las salas de computadoras requieren enfriarse, es otro gasto extra, pues el costo de la electricidad para enfriamiento es adicional y también genera altos contaminantes.
Debido al minado del bitcoin, es innegable el impacto en la aceleración del calentamiento global y en los daños a la salud que éste produce. Un estudio reciente, realizado por la Universidad de Nuevo México, estima que en Estados Unidos, en el 2018, por cada dólar de valor en bitcoin, se ocasionaron 49 centavos en daños a la salud y ambientales. Incluso, en cierto momento, los recursos monetarios para crear un bitcoin, igualan a los de la destrucción ambiental provocada y los daños a la salud. Un caro precio, por algo que sólo “beneficiará” a unos cuantos.
De todos modos, no se piensa en ninguna de esas afectaciones, cuando el minado, por sus altos costos, es desarrollado, casi exclusivamente, por empresas, las cuales han tomado al minado de bitcoins (y de otras criptomonedas, como Ethereum), como una lucrativa actividad, siempre y cuando tengan gastos energéticos de medios a bajos.
Islandia es un país que, como tiene temperaturas templadas a frías todo el año, no tiene que estar gastando en los sistemas de enfriamiento, además de que, como la electricidad es producida mediante energía geotermal (géiseres que, irónicamente, abundan en ese país, aún frío), es relativamente barata. Por ello, es el país preferido de las empresas minadoras, produciendo el 4% de las criptomonedas que se obtienen a nivel global.
Y hay tantas empresas, que, recientemente, hubo un fallido intento para robar el equipo de una de ellas y ponerlo a trabajar. La publicación en línea Vanity Fair publicó un reciente artículo, firmado por Mark Seal, en el que se expone cómo ese intento de robar máquinas minadoras fue un fracaso total (ver: https://www.vanityfair.com/news/2019/11/the-big-bitcoin-heist).
El robo fue hecho en cinco minadoras, una de ellas, la empresa Advania, la que gana cientos de millones de dólares al año por minar bitcoins. Está localizada en una antigua base militar estadounidense, cercana a Reikiavik. Los ladrones, la noche del robo, aprovecharon que sólo había un guardia cuidando las instalaciones, quien se retiró alrededor de las 22 horas, pues enfermó de diarrea. Como es tan baja la criminalidad en Islandia, a la empresa le bastaba con ese hombre, para cuidar sus instalaciones.
Esa noche, los ladrones robaron 550 computadoras, tarjetas madre, tarjetas de gráficos y accesorios de poder. Ese equipo costaba unos $500 mil dólares. Fue el quinto centro productor de criptomonedas en ser saqueado, en dos meses. El monto total de los robos ascendía a dos millones de dólares.
Pero ese valor era lo de menos. Lo mejor del asunto para los ladrones era que, si sabían cómo operar las máquinas, podrían obtener millones de dólares en criptomonedas que nadie podría rastrear, era dinero fácil, digamos.
Pero los ladrones no estuvieron a la altura de lo que robaron, pues cometieron varios errores, como no tener el más mínimo cuidado con las cámaras de vigilancia, con las cuales, pudieron identificarlos muy rápido.
El señor Sindri Thor Stefansson, quien platicó con Seal, se jacta de ser la mente maestra detrás de lo que se conoció como “El gran robo de bitcoins”.
Está condenando a cuatro años y medio de prisión, pero es un proceso que está tomando tiempo y está en libertad condicional.
Por supuesto que, a sus 36 años, no fue el primer robo que cometió, pues ya, desde joven, robaba televisiones y estéreos de casas, traficaba cocaína, mariguana, éxtasis, LSD y otras drogas. Incluso, robaba dinero de máquinas tragamonedas.
Es del club de los pocos delincuentes que hay en Islandia, los que ascienden a no más de 180 en la cárcel del país.
Pero siempre hay la “oveja negra”. Aunque es un tipo inteligente, con una licenciatura en ciencias de la computación en la Universidad de Islandia, se enredó en varios, inciertos negocios que lo dejaron muy endeudado, incapaz de proveer a su familia de esposa y tres hijos, así que le echó el ojo a la empresa minadora de bitcoins ya mencionada.
Sus negocios malos, fueron comparables a los de los tres grandes bancos del país, que invirtieron aquí y allá y en el 2008, no resistieron el estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense, que afectó a todo el mundo. Islandia debía 85 mil millones de dólares (mdd). El FMI tuvo que prestarle dos mil mdd, para evitar que el quebrado país, incluso, desapareciera como tal.
Y ha sido la actividad minadora de criptomonedas la que ha dado parte del respiro a la economía de ese Islandia, que no es muy diversificada (antes, sólo se dedicaba a la pesca, a la extracción de aluminio y al turismo, principalmente). Tómese en cuenta que es un país muy pequeño, con apenas 344 mil habitantes. Por eso, el minado de criptomonedas que, como dije, representa 4% del mundial, es muy importante para Islandia. Las empresas minadoras consumen más energía que todas las casas de Islandia, lo que revela su importancia.
Por eso, Stefansson vio en esa actividad su salvación. Asegura que pensó en los robos porque un día alguien le dijo, un tal “Señor X”, que por qué querría iniciar su propio negocio para minar bitcoins, si podía obtenerlo robando computadoras de la competencia. Le ofreció darle el 15% de todas las computadoras que pudiera robar. Con eso, ganarían 1.2 mdd cada año, “para siempre”, pues con las computadoras robadas, el Señor X y él, establecerían su propia minadora.
Así, armaron una banda de primerizos que, era de esperarse, haría todo mal.
Los robos que hicieron antes del de Advania, los dueños prefirieron no denunciarlos, por temor a que los inversionistas se fueran.
Fue luego del hurto de Advania, que el jefe policiaco de Islandia, Ólafur Helgi Kjartansson, reunió suficientes pruebas para detener a Stefansson, mediante los récords de llamadas, autos rentados y las fotos de cámaras de vigilancia.
Pero como la ley en Islandia es muy laxa, porque, además, no había pruebas contundentes, Stefansson aprovechó esos vacíos legales para escapar a Suecia, en donde no se requiere pasaporte de islandeses para entrar, así que, dando el nombre de un amigo, pudo abordar un avión, en el que, curiosamente, viajaba también Katrin Jakobsdottir, la primer ministra de Islandia. “Iba sentada unas filas adelante, pero traté de que no me viera”, dice Stefansson, cínico.
Fue cuando llegó a Suecia, que se dieron cuenta en Islandia que había escapado. Stefansson siguió huyendo. De Suecia, se fue a Dinamarca; de allí, en tren, para Alemania y, en carro, a Ámsterdam. En su huida publicó un manifiesto en Frettabladid, un periódico islandés, en el que se mostraba como la víctima y que se habían violado sus derechos humanos, al encarcelarlo injustamente en su país, sin comprobarle nada. Hasta se le tomó como héroe por muchos de sus compatriotas.
Pero fue en Ámsterdam que cometió otro error (de los tantos que realizó en su correría de robos), pues se tomó una foto con dos de sus cómplices en el robo de máquinas minadoras. Esa foto la subió uno de ellos a Instagram y así fue como lo identificó la policía islandesa, quien lo notificó a la policía holandesa, la que lo arrestó. Estuvo 19 días en una prisión danesa, esperando extradición.
Aun así, a pesar de los juicios, todos los implicados han apelado, declarándose “inocentes”, comenzando por Stefansson, quien sigue insistiendo en que el autor intelectual es el escurridizo “Señor X”. Por lo mismo, a pesar de su sentencia, está en libertad condicional, aunque no puede abandonar el país.
Pero por la forma en que platicó con Seal, es evidente que él fue el perpetrador. Pero las 550 máquinas robadas a Advania, no han sido halladas, ni el tal “Señor X”.
Seal le pregunta, al final, que si sabe dónde están las computadoras “Quizá las computadoras han estado moviéndose todo el tiempo. Quizá sepa dónde están, quizás, no”.
“Si fueras el Señor X, cómo calificarías al Gran Robo de Bitcoins”, le pregunta.
Stefansson responde, jactancioso, “Una obra maestra. Ojalá la hubiera hecho yo”.
Sin embargo, todas las evidencias indican que él lo hizo, porque, incluso, se analizó su celular, con mensajes que daban las instrucciones de los lugares y tiempos en que debían de hacerse los robos.
Pero, como dije, quizá para no desalentar las inversiones, prefieran los mineros de bitcoins, guardar las apariencias.
Total, el negocio seguirá viento en popa hasta el año 2140.
Buen tiempo para seguir con el business as usual, aunque siga contribuyendo el minado de bitcoins al acelerado calentamiento del planeta, con tal de que unos cuantos, se vuelvan millonarios. Me pregunto, para ese año, ¿podrán comprar algo?