Ladrona de Fama
Por Adán Salgado Andrade
En la cinta The Bling Ring, del 2013, conocida aquí
como “Ladrones de Fama”, dirigida por Sofia Coppola, hija de Francis Ford
Coppola, se aborda el caso verdadero de una “banda” de adolescentes que a
inicios de la década de los 2000’s, se dieron la tarea de robar las casas de
famosos actores y actrices. Lo hacían por gusto, no porque tuvieran realmente
necesidad, eran todos clasemedieros. Lo irónico del asunto es que robaban las
casas de las estrellas que más admiraban, para sentirse como ellas o ellos. Varios
meses duraron haciéndolo, hasta que las investigaciones policiacas, sobre todo,
la revisión de las cámaras de seguridad, dieron con ellos (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Bling_Ring).
Aunque no estaban del
todo tan afectados, de acuerdo con la cinta, cuando se les atrapó. Más bien,
como muchos los vieron como héroes, hasta gustosos estaban. Sólo uno de ellos
se cuestionó que era absurdo que a ellos, unos vulgares ladrones, muchos
estadounidenses, sobre todo jóvenes, los consideraran, eso, héroes.
En otra cinta, The Wolf of Wall Street, también del
2013, dirigida por Martin Scorsese y estelarizada por Leonardo DiCaprio, se
desarrolla parte de la vida de Jordan Belfort, un supuesto corredor de bolsa
que se hace rico, principalmente por orquestar una serie de estafas que le
dieron a ganar decenas de millones de dólares a costa de incautos
inversionistas que sucumbieron a esquemas que sólo lo favorecían a él. Belfort pronto
fue perseguido por la “justicia”, obligándolo a devolver parte de lo robado y a
pasar algún tiempo, poco, en la cárcel, Pero, igualmente, se convirtió en un American Hero, escribió un libro, que
fue en el que se basó el citado filme y ahora vive de ¡impartir conferencias!,
como si nada criminal hubiera hecho (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Wolf_of_Wall_Street_(2013_film).
Una tercer cita que
aludiré es la de Ocean’s 8, del 2018,
dirigida por Gary Ross. Estelarizada por Sandra Bullock y Kate Blanchett, entre
otras afamadas actrices, sigue la vida ficticia de Debbie Ocean (Bullock), una
maestra de la estafa, hermana de Danny Ocean (personaje principal de la cinta
del 2001, Ocean’s 11, sobre la vida
de ese ficticio estafador), la que, una vez que logra salir de la cárcel, luego
de haber concluido una sentencia, justamente por haber orquestado un engaño
años antes, no tiene ningún problema para hacerse de dinero, conseguir la
estancia en un hotel de lujo, y maquinar una nueva, exitosa estafa con antiguas
y nuevas socias (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Ocean%27s_8).
Refiero lo anterior como
prólogo, digamos, para entender cómo ese tipo de personajes reales o ficticios
llegan a convertirse en “tóxicas” – palabra muy de moda – influencias, sobre
todo en las personas que, imbuidas por la muy generalizada idea de que la riqueza
material es lo que da fama y estatus a quien sea, reafirmada todo el tiempo por
el capitalismo salvaje, se empecinan en
ser famosas, pero, sobre todo, ricas personalidades.
Justamente es lo que
sucedió con Anna Sorokin, una joven mujer rusa, quien a sus 27 años, acaba de
ser sentenciada por hacerse pasar por Anna Delvey, “princesa alemana” y socialite, heredera de $60 millones de
dólares.
Esta chica, de familia
clasemediera rusa, quien, según sus padres, tuvo una ejemplar educación y a la
que nada le faltó, de repente, algún día de su vida, muy influenciada por lo de
que el estatus lo da la riqueza, la que lleva a la fama, ideó un sistema para
estafar y hacerse rica que, desgraciadamente, no le funcionó, como narra un
reciente artículo de The Guardian
(ver: https://www.theguardian.com/news/audio/2019/may/09/anna-sorokin-the-fake-heiress-who-fooled-everyone-podcast).
Nacida en Rusia, a los
16 años su familia se mudó a Alemania, quizá por los problemas económicos que
enfrentaba su país en esos años. Asistió a la preparatoria, pero desertó. Luego,
se fue a trabajar como voluntaria a una revista de modas parisina, de donde,
deseosa de fama y fortuna, se fue a Nueva York – muy probablemente con la
equivocada idea de que allí todo se puede –, en donde tuvo la idea de abrir un
club social y de artes (ver: https://www.buzzfeednews.com/article/michaelblackmon/anna-delvey-sorokin-scammer-not-sorry).
Para lograrlo, falsificó,
muy seguramente casi perfectos, documentos bancarios y prometiendo a todos los
sitios en los que se hospedaba y a los trabajadores que contrataba, que
recibirían giros bancarios, los cuales, nunca, o muy pocas veces, llegaban.
Se requiere gran inteligencia,
pero, sobre todo, audacia para hacer cosas así. Claro que la imagen de buena chica, supuesta princesa, le ayudó mucho, pues nadie se
atrevió, en un inicio, a dudar de que no fuera lo que decía y no cumpliera lo
que prometía.
Una de sus más audaces aventuras
– pues eso era, más bien, una aventurera –,
fue la de haber contratado a varias personas, entre ellas, al fotógrafo de
modas Jesse Hawk, y llevarlos “de vacaciones, para que se conocieran entre sí” a
una villa de súper lujo en Marruecos, en donde pagó – o, más bien, quedó
debiendo – siete mil dólares diarios, viviendo, justo, como princesa. Hawk, en
entrevista con The Guardian, la
describe como una chica aburrida, frívola, “que sólo se la pasaba hablando por
su celular todo el tiempo”. No se podía esperar más de una mujer que, quizá
sintiéndose una de las adolescentes que robaban a artistas, tan sólo por
sentirse una de ellas, lo único que buscaba, según declaró, era hambre de poder. Sí, como Jordan Belfort
o Debbie Ocean, quienes, muy hollywoodescamente
hacen de las suyas.
Ya sabemos que en Hollywood,
todo es posible, pues esa es la
ficción, la irrealidad, vuelta un hecho.
Pero en el mundo real, nada de eso o, poquísimas veces, sucede.
Fue luego de las “vacaciones”
en Marruecos, que Anna había planeó para sus empleados, que todo reventó, pues no
pagó de su bolsillo nada, sino que Rachel Williams, de la revista Vanity Fair, quien fungió como su “representante”,
estuvo liquidando todo. Williams, financiados sus gastos por la revista, gastó
67 mil dólares, que nunca le fueron liquidados por la “princesa”. Y de allí, el
escándalo estalló.
Una edición de los
videos tomados por Jesse Hawk, muestra a una Anna muy frívola, despreocupada. En
una primera escena, está sobre la cama, con su bata de baño, recién salida de
la ducha, hablando a una agencia de helicópteros, para contratar uno que los
llevara a todos de la villa al aeropuerto. En otra escena, está en una
boutique, escogiendo cara ropa, muy naturalmente, como si toda su vida lo
hubiera hecho. En una tercera, está en el balcón de la villa, la que da a un
montañoso, imponente paisaje. El fotógrafo, Hawk, le dice que se ve muy irreal
la escena, como si estuviera frente a una gran foto. Anna no deja de
acariciarse el cabello y de reír y reír, tontamente, y decir que le quedó muy
pegajoso, por tanto aceite que usó y que está contenta con lo que le compró al
fotógrafo. Lo común en todas las escenas es esa cínica naturalidad con la que
se conduce Anna, quizá sintiéndose, en efecto, una princesa alemana (ver: https://www.theguardian.com/news/video/2019/may/09/footage-from-anna-sorokins-lavish-trip-to-morocco-video).
Y es que, justamente,
como declara la periodista Hadley Freeman, Anna había logrado darse a conocer
como una princesa, una socialite en
muchas redes sociales, en Instagram, en Facebook, en videos de Youtube… todo mundo
sabía de ella, no íntimamente, pero sí era conocida. Y esa fama fue la que ella
explotó para realizar todas sus estafas.
A mediados del 2017
comenzó su juicio el que, como dije, la llevó a una condena de 15 años en
prisión. Tiene 27 años, así que si nada mejor pasa, Anna saldrá de la cárcel a
los 42 años.
No se arrepiente,
asegura, púes por un tiempo vivió como su
sueño de grandeza la obligó. Sí, la guio esa frase que dice que “las
realidades se hacen de sueños”. “Lo volvería a hacer”, afirmó a pregunta del
juez de si volvería a las andadas. Típico de un sociópata, el que siente que
nada malo ha hecho o hace en su vida, aunque las evidencias eso indiquen.
Por desgracias, su
sueño ya terminó, convertido en una pesadilla.
No le fue como Belfort,
que hasta da conferencias, ni como los adolescentes ladrones de artistas, que
ya son libres, ni como Debbie, que logra su estafa y se ríe de sus perseguidores.
No, Anna Sorokin, alias
Anna Delvey, “princesa alemana”, deberá entender, en la cárcel, que no todo es
color de rosa en la vida real y quizá se conforme con soñar y soñar con sus
días de fama y falsa fortuna que gozó por algún tiempo.
Pero no, no… al final,
su pesadilla, da un vuelco, un final
feliz, podría pensarse.
Es tan singular lo que hizo, que ya HBO y
Netflix están preparando series sobre Anna.
Entonces, sí lo logró, ¿no?, hacerse famosa – y quizá
rica, por los derechos de lucrar con parte de su vida –, gracias a los morbosos
medios de entretenimiento masivos.
Contacto: studillac@hotmail.com