La histórica marginación de las comunidades
rurales
de las montañas de Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade
En la cinta Winter Bones (Estados Unidos, 2010),
dirigida por Debra Granik y estelarizada por Jennifer Lawrence (antes de
hacerse más famosa con The Hunger Games),
se muestra la vida de profundas carencias que viven las personas que habitan la
zona montañosa de Missouri, conocida como los Ozarks. Por esa misma condición de crónica pobreza, la gente se
inmiscuye en actividades ilícitas, como trabajar en la producción y
distribución de metanfetaminas y otras drogas, en laboratorios controlados por
“narcos mexicanos”, como se menciona en alguno de los diálogos.
La protagonista, Ree
Dolly (Lawrence), debe de hallar a su padre, Jessup, quien estaba metido en el
negocio de las drogas, hasta que un día desaparece, nadie sabe de su paradero.
Y como hay una denuncia en su contra, y una fianza pagada, la casa en la que
viven Ree, su madre, quien padece un trastorno mental y sus dos hermanos,
Ashlee y Sonny, de 6 y 12 años, se perderá, si Jessup no se presenta al juicio
al que ha sido citado.
Al final, Ree recibe la
ayuda de unas mujeres, con las que trabajaba su padre en el negocio de las
metanfetaminas, quienes le dicen que está muerto y sus restos están enterrados
en una zona pantanosa. La llevan allí y le dan una sierra, para que corte las
manos de Jessup y las lleve al comisario, como prueba de que el hombre está
muerto, para que no pierdan la casa, pues al no haber juicio, no procederá la
confiscación de la propiedad, por la que pendía la citada fianza, en contra de
Jessup.
En el transcurso de la
historia, se muestra, como señalé, las condiciones de pobreza en las que viven
esos marginados estadounidenses, mejor conocidos como “montañeses”.
La cinta, por su
dramática descripción de la paupérrima existencia de esas personas y que son
presa fácil de criminales, ganó cuatro premios Oscar, de mejor película, mejor
guion adaptado, mejor actriz y mejor actor de reparto.
Lo anterior viene muy
bien al caso, pues recientemente leí una novela de la autoría de la escritora
estadounidense Catherine Marshall (1914-1983), titulada Christy. Publicada por primera vez en 1968, narra la experiencia de
la madre de Catherine, Leonora, a la que se refiere como Christy Rudd
Huddleston, cuando, inspirada por dos misioneros, el doctor Fernand, y Alice
Henderson, decide dedicar su vida a la enseñanza de niños pobres de las
montañas. La historia se desarrolla en 1912, en el ya desaparecido pueblo de
Cutter Gap, ubicado en medio de las Great
Smoky Mountains, localizadas en Tennessee.
Christy, a pesar de la contraria
opinión de sus padres y de otras personas y, no obstante, su juventud, 19 años,
viaja por tren, desde Asheville, en Carolina del Norte, hasta Tennessee. Primero
llega a un pueblo llamado El Pano (que ya no existe actualmente), en donde pasa
la noche. Luego debe de ir a otra localidad, en medio de las montañas, llamada
Cutter Gap (que ya tampoco existe, pues en 1940, el presidente Franklin D.
Roosevelt, convirtió toda esa zona en el parque montañoso de las Great Smoky Mountains), debiendo caminar
casi doce kilómetros para llegar, acompañada por el único cartero que llevaba
la correspondencia a ese sitio, sorteando toda clase de obstáculos, de una
brecha, que apenas era transitable, con el problema adicional de que era
invierno y la nieve hacía más difícil el recorrido.
En ese lugar, los
pobres, aislados habitantes, vivían en rústicas cabañas de madera, hechas por
ellos mismos. Allí se encuentra con otro misionero, David Grantland, quien ve
en Christy una chica vivaz, inteligente y con muchas ganas de entregar su vida
a la enseñanza de niños con grandes carencias, pero deseosos de aprender muchas
cosas varios de ellos.
También conoce a la
señora Alice Henderson, mujer que habría de influir profundamente en la vida de
Christy.
La forma tan precisa en
que Christy describe las condiciones de miseria en que vivían los habitantes de
Cutter Gap, da una idea de lo aislados y marginados que estaban, sobre todo
cuando, aun con la nieve, todos o casi todos, sobre todo, mujeres y niños
andaban descalzos, circunstancia que la deja muy conmovida. Y lo que comían,
casi siempre, era una sopa de calabazas que apenas si se antojaba. “Esto era
1912, y no tenían ni agua, ni sanitarios, ni zapatos”, dice Christy en una de
sus reflexiones, dando a entender que eso era cosa común en Asheville y en otros
lugares de Estados Unidos (EU).
Y comenta que todos
esas personas eran descendientes de irlandeses, expulsados de Inglaterra dos
siglos atrás, de forma violenta. Sólo en medio de esas remotas montañas,
pudieron establecerse y, por lo mismo, sus condiciones de atraso y de aislamiento
del resto del país. Y por sentirse una comunidad distintas, con sus propias
costumbres, sus propias “leyes”, siempre se opusieron a que autoridades
estatales los controlaran y no se consideraban parte de EU. En parte, el
aislamiento en que vivían, acompañado de su pobreza, podían colocarlos en esa
condición, sentirse montañeses de Cutter Gap, no habitantes de EU.
Como Christy pudo
comprobar, “arreglaban” sus problemas entre ellos mismos, nunca acudiendo a la ley
(muy lejana, además), como en los generados por las enemistades entre familias,
que llegaban a extremos tan absurdos que, si alguien asesinaba a otro, las
venganzas familiares se extendían hasta a los hijos o los nietos, sin que ya
nada tuvieran que ver con el crimen original y sin, al menos saber, de qué se
había tratado.
Lo más difícil para
Christy fue adaptarse, al principio, a dar las clases, a niños que casi no
podían leer, pues los maestros que habían estado antes de ella, no pasaban de
haberles enseñado algunas frases. Tuvo la chica que ingeniárselas para
enseñarlos a leer, sobre todo, refiriéndose a las actividades cotidianas, para
que más pronto comprendieran las palabras y, luego, las oraciones.
Se fue involucrando con
todos sus alumnos y con las familias de ellos, a las que visitaba a veces.
Otro personaje muy
importante de la historia es el doctor Neil MacNeill, originario de Cutter Gap,
quien aprovechó años atrás, que le habían ofrecido una beca para estudiar
medicina, lo que había hecho muy bien, pero, además, dotado de una gran
nobleza, había regresado al pueblo para curar a su gente. Y hacía de todo,
desde enyesar huesos rotos, hasta practicar operaciones, como extraer apéndices
infectados, las que, aunque rústicas, eran hechas con todo el profesionalismo
posible.
La señora Alice
Henderson es quien infunde una gran paz espiritual y motivadora a todos, sobre
todo a Christy, cuando, algunas semanas después de haber llegado, es poseída
por un desánimo, de si, realmente, pertenecía a ese lugar y su misión allí era
justificada. La señora Henderson, recurriendo a pasajes bíblicos y a su propia
experiencia como misionera, la convence de que su lugar es allí, pero debe de
estar convencida y hallar la inspiración divina.
Ella le cuenta su
propia historia, de por qué se había vuelto misionera. Le refiere que tendría
unos quince años, cuando a su hogar llegó un pastor inglés, a quien sus padres
admiraban bastante y confiaban mucho en él. En una ocasión, sus padres salieron
a otro pueblo, y se quedaron solos Alice y ese pastor. Y no tuvo empacho el
pederasta en envolver a Alice con sus mentiras y seducción, violándola.
Alice no dijo nada a
sus padres, por temor, pero meses después, el embarazo comenzó a notarse y ya
no pudo ocultar lo que había sucedido. Su padre contrató a agentes, para que
buscaran a ese hipócrita “pastor”, depredador sexual, pero nunca dieron con su paradero.
Decidieron que Alice
tuviera a su hija, a quien educaron lo mejor posible. “Margaret era muy
orgullosa y rebelde. Ni se inmutó cuando le dije la verdad sobre su ilegítimo
origen”, seguía contando Alice. Margaret tenía por amigos a gente opuesta a los
convencionalismos, “personas, supuestamente, muy diferentes e intelectuales”. Y
conoció al doctor MacNeill en una de tantas correrías en sus círculos de
“estudios intelectuales”. “Yo pienso que quiso ver en el doctor MacNeill a un
hombre al que ella podía controlar, no lo contrario, muy de acuerdo con su carácter
rebelde”, continuaba el relato. Se casaron y vivieron aceptablemente por
algunas semanas. Luego, se embarazó, pero la tifoidea la atacó y murió con todo
y el bebé que llevaba en sus entrañas.
“Eso me dio más fuerza
y voluntad para seguir aquí”, concluyó la señora Henderson su historia. Y a
Christy, le hizo reflexionar mucho sobre la gran calidad de esa mujer, quien a
pesar de la adversidad, seguía adelante, incluso, tomando más fuerza de las
malas experiencias.
En cuanto al doctor
MacNeill, Christy le tomó más respeto, pues él mismo, a pesar de haber perdido
a su esposa, seguía luchando para que la gente de Cutter Gap mejorara cosas
como la sanidad y salubridad, para evitar enfermedades como la tifoidea.
Hay que decir que en
algunas partes, la novela apela mucho a las enseñanzas bíblicas, pero se
entienden, pues por esos años, las misiones eran muy importantes, sobre todo
para paliar la pobreza en que muchas áreas rurales de EU se encontraban, pues
tales misiones eran vitales para mejorar en algo las condiciones de vida de los
estadounidenses pobres. Y la Biblia, junto con la religión católica, eran sus
armas de convencimiento ideológico.
Uno de los problemas
derivados de la pobreza, era que muchos hombres en Cutter Gap se dedicaban a
destilar whisky clandestinamente, pues era una forma de sacar algo más de
ingresos. Y eso es algo que el doctor MacNeill les explicó a Christy y a David
y que, por eso, no era fácil que la actividad se acabara, ni tampoco,
denunciarla. “Mira, Christy, si tú denuncias a algún hombre que está destilando
whisky ilegalmente, además de quitarle una fuente importante de dinero, te lo
echarías de enemigo y buscaría matarte. Por eso, yo mismo, he dado el pitazo a
los que lo hacen, cuando comisarios de Lyleton vienen a buscarlos”, les dice a Christy
y a David, en alguna conversación.
Allí, se da un paralelismo, entre esos antiguos montañeses, quienes, por necesidad, destilaban whisky ilegalmente y los modernos, los que hacen drogas. Y, también el paralelismo podría establecerse con los pobres campesinos mexicanos, muchos de los cuales siembran mariguana o amapola, con tal de tener un ingreso que los saque algo de su pobreza.
Allí, se da un paralelismo, entre esos antiguos montañeses, quienes, por necesidad, destilaban whisky ilegalmente y los modernos, los que hacen drogas. Y, también el paralelismo podría establecerse con los pobres campesinos mexicanos, muchos de los cuales siembran mariguana o amapola, con tal de tener un ingreso que los saque algo de su pobreza.
Pero David decide
luchar abiertamente contra los destiladores clandestinos, cuando un día,
Christy descubre a marranos caminando extrañamente. Se dan cuenta que han
estado “bebiendo” de garrafas que contenían whisky y que los destiladores
escondían debajo de la escuela, “ algo, realmente escandaloso”. David, sin
temor alguno, se deshace de todo el whisky, tirándolo y dando un sermón el
siguiente domingo, para que la gente comprenda que eso es malo y, peor,
guardarlo debajo de la escuela de la Misión, de la casa de Dios, es “muy atroz
y un gran pecado”.
Por otro lado, Christy
hace muy buenas amistades con algunas personas, como con Fairlight Spencer, a
quien describe como poseedora de una inigualable belleza, “que bien podría ser
una hermosa princesa, pero que allí debe de sufrir pobreza y carencias, como
las de andar descalza en todo momento y hacer extenuante trabajo doméstico”. Pero,
además, esa joven madre de cinco, es muy inteligente y creativa, pues hace ropa
y colchas de pedazos de telas que consigue por allí.
Fairlight le pide que
la enseñe a leer y, a pesar de tantas labores domésticas que debía de hacer, se
da el tiempo para aprender. Y lo hace tan rápido, que al mes de estar tomando
clases, ya es capaz de leer los libros que comienza a prestarle Christy.
Christy refiere todo el
trabajo tan pesado que las mujeres hacían, pues además de cocinar, de hacer
ropa, de lavarla, de hacer la limpieza, de cuidar a sus gallinas, marranos y
otros animales domésticos, debían de acarrear agua, muchas veces de no tan
cercanos riachuelos o manantiales. “Me sorprendía todo lo que esas abnegadas
mujeres debían de hacer”.
Quizá como venganza
hacia la misión, hacia David y hacia ella misma, porque el pastor tiró todo el
whisky destilado, una mañana Christy encuentra destrozados los libros y mapas nuevos
que, recientemente, varias personas habían donado a su escuela. La rabia y la
impotencia se apoderan de ella y casi desiste en su tarea de enseñar en esa
remota región montañesa. Pero, nuevamente, la plática tan vehemente que tiene
con la señora Henderson, la hace desistir y se pone, junto con sus alumnos, a reparar
lo mejor posible mapas y libros. Nunca se supo quién habría cometido tan deleznable,
salvaje acto.
También, por la diaria
convivencia, se va dando un romance entre Christy y David y aunque ella siente
quererlo, cuando aquél le propone un día matrimonio, le pide que dejen pasar
tiempo para responderle.
Y es que, inquieta como
era Christy, decide ir a su pueblo natal, para pedir ayuda económica a
empresarios y personas que puedan ayudar a la misión. Algo que logra fue que la
compañía telefónica Bell, donara los cables y el teléfono, que fue el primero
con que contó Cutter Gap. También consiguió donaciones de alimentos, de
muebles, de camas y de sábanas y cobijas, con las que pudo inaugurarse una
especie de pequeño internado, para que los niños que más lejos vivían o que
requerían de algún cuidado en especial, se quedaran en la misión.
Pero en todo hay un
lado obscuro, y éste fue que vivió de cerca la violencia. Uno de los
destiladores, Tom McHone, quizá inspirado por el sermón que dio David, en
contra de esa “deleznable práctica”, de hacer whisky ilegal, denunció a los
otros, entre ellos Bird’s Eye, un rudo hombre, padre de Lundy, un rebelde chico
que había heredado la tozudez y el mal humor de su padre. Bird’s Eye, jura
venganza contra Tom, a quien en un enfrentamiento logra herir. Tom se refugia
en la misión, en donde Christy, vive, acompañada de la señora Ida, hermana de
David, y Ruby Mae, una chica que había decidido habitar en la misión al
enemistarse con sus padres. Bird’s Eye
acude con otros tres hombres, muy dispuestos a sacar del lugar a Tom, “el
traidor”, pero gracias a una tormenta, se alejan del lugar.
Días después, cuando la
misión ofrecía una comida para todos los parroquianos, Tom es asesinado de un
tiro por la espalda, sin que se sepa quién lo había hecho, pero todos
sospechando de Bird’s Eye.
Más adelante, la novela
refiere como, por las condiciones de insalubridad y que la gente no hacía caso
a las recomendaciones del doctor MacNeill, la fiebre tifoidea, se convirtió en
unos pocos días en una verdadera epidemia, que fue matando a muchos, por lo
menos a uno de cada familia, aunque, en algunos casos, morían casi todos y sólo
quedaban uno o dos, como los hijos pequeños. Esa parte de la novela es muy
dramática, pues muestra cómo era casi mortal que alguien contrajera la tifoidea,
al no haber los adelantos médicos de la actualidad, y cómo sufrían y agonizaban
aquéllos o aquéllas que sucumbían ante el mal. Fairlight, la gran amiga de
Christy, es atacada por la tifoidea. Su esposo, Jeb, supone que solo está débil
por cansancio, y nada hace para ayudarla, saliendo todos los días a cazar
animales para comer, como acostumbraba (los hombres, se desentendían totalmente
de los trabajos domésticos, “propios de las mujeres”). De todos modos, aunque Jeb
hubiera buscado al doctor MacNeill no estaba en Cutter Gap, pues había ido a
conseguir medicinas a Lyleton.
Cuando le avisa uno de
los hijos de Fairlight a Christy, que su madre está muy enferma, ya nada puede
hacer la maestra por ella, más que verla morir, entre alucinaciones y terribles
gritos de dolor y desesperación ante la rigurosa muerte. El doctor MacNeill
llega al día siguiente, sólo para confirmar que la causa del deceso fue la terrible
tifoidea.
Y a partir del deceso
de Fairlight, el doctor MacNeill anda de arriba, para abajo, haciendo todo lo
que puede. Incluso, la misión, no inicia el nuevo curso, y es improvisada como
clínica para atender a algunos enfermos de tifoidea.
Entre los que son
atendidos allí, está Lundy, el ya mencionado hijo de Bird’s Eye. Ida y David,
no están muy de acuerdo en que ese muchacho tan grosero y rebelde con ellos,
esté recibiendo tan magnífica atención. De todos modos, le dan mucha ayuda,
cuidados intensivos y lo alimentan lo mejor que pueden. Incluso, su padre, a
pesar de que es requerido por la justicia, pues le achacan, como dije, el
asesinato de Tom, se presenta a la misión, para ayudar en lo que se pueda.
Pero a pesar de todo,
Lundy fallece. Es cuando Bird’s Eye les confiesa que Lundy fue quien había matado
a Tom, y que cuando lo hizo, fue corriendo a la cabaña en donde vivían él y su
padre. Bird’s Eye se hallaba con sus tres amigos y todos escucharon la “triunfal”
declaración de Lundy, mostrándose ante ellos, sobre todo ante su padre, como un
orgulloso “héroe” que había dado cuenta de ese “traidor”.
Y todos se
conmocionaron al oír esa confesión. “Y lo vienes a decir ahora, que ya Lundy
murió”, le reclamó David, a lo que Bird’s Eye le dice que está el testimonio de
los otros tres. “Pero ya se han ido”, le vuelve a reclamar David. En ese
momento, Alice Henderson interviene, diciéndole que Lundy se había sincerado
con ella y le había confesado que él había matado a Tom. “Pero nuestra misión
es ayudar, a pesar de los errores que cometan ésos que ayudamos”, declaró, antes
de que David objetara algo. Christy le tomó mayor respeto y admiración, de la
que ya sentía, a la señora Henderson.
En la última parte de
la novela, Marshall refiere cómo Christy también cayó enferma, por contagio, de
tifoidea y todo por lo que pasó, las alucinaciones que tuvo y las experiencias
“divinas”, como el que imaginara que Fairlight la esperaba allá, en donde una
luz maravillosa todo lo iluminaba.
Pero la voz de un
hombre, insistente, la trajo de regreso de su alucinatoria agonía.
Y ese hombre fue nada
menos que el doctor MacNeill, quien le confesó que la amaba y que la
necesitaba, lo cual es un giro inesperado en el final, pues se pensaba que el
elegido para casarse con Christy era David.
Al inicio de la novela,
en un prólogo, Catherine Marshall narra que la idea de escribirla, surgió
cuando, a principios de los años 1960’s, su madre y ella visitaron lo que
quedaba de Cutter Gap, que era solamente la misión, en donde vivía el señor
Hugette Lee, con su esposa y sus tres hijos. El lugar seguía muy atrasado, sin
agua corriente, olvidado por las autoridades, al que todavía se debía llegar
por una casi intransitable terracería.
Esa visita la inspiró.
Y dice que algunas partes de la novela son ficticias, pero que, en lo esencial,
la épica aventura que vivó su madre los primeros once meses allí, entregando su
vida, enseñando a hijos de pobres montañeses, está relatada en el libro.
“Cuando mi madre, al
hallarse en ese sitio, volvió a recordar tantas cosas, supe que mi deber era
escribir esa valiosa parte de su vida”, declara.
Sí, muy valiosas
anécdotas, sobre todo, para darnos idea de cómo vivían los pobres de las
montañas en esa época (quizá todos debiéramos de escribir sobre nuestros padres,
sobre todo si también vivieron hazañas fuera de lo común).
Pero, por desgracia, no
se quedó sólo en anécdota, pues la pobreza sigue, y no sólo en las montañas.
Ya, cincuenta por ciento de los estadounidenses sufren pobreza.
Habrá que hacer otra
novela sobre esos modernos pobres, ¿no creen?
Contacto: studillac@hotmail.com