Por Adán Salgado Andrade.
El cuestionable crecimiento económico chino ha ido de la mano con un marcado autoritarismo del gobierno, quien justifica que con esa suerte de totalitarismo garantizará el bienestar de su pueblo. Sí, se escudan las autoridades chinas en que el rigor es necesario cuando una sociedad y una nación están consolidándose. Esa situación recuerda, por ejemplo, al stalinismo o al mismo nazismo, periodos durante los cuales, el control irrestricto de todos los aspectos que comprenden la conformación de una nación, estaban regulados directamente por el estado, autoritariamente, claro, traspasando los sistemas de la propia legalidad en que pretendía sustentarse el gobierno. Por ejemplo, Stalin hacía lo imposible por reprimir cualquier tipo de oposición y disidencia a su omnipotente control. Recuérdese el caso de Leon Trosky, quien siempre cuestionó la manera de gobernar de aquél y cómo deseaba realizar la expansión mundial del modelo soviético (Trosky propugnaba por una especie de revolución en cada país, impulsada por su respectiva clase obrera, en tanto que Stalin estaba a favor del expansionismo y dominación desde la URSS al resto del orbe). Tan acérrima fue la persecución de Stalin hacia Trosky, que por más que éste trató de huir y hacerse de una nueva existencia en un alejado país, México, finalmente fue asesinado por una conspiración hecha desde la Unión Soviética.
En China sucede lo mismo, pero como en el capitalismo salvaje se precia más su muy dócil integración a la dinámica de la división capitalista mundial del trabajo, la que ha tratado de revertir en algo la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, convirtiéndola en el primer maquilador mundial, se han tolerado las acciones del férreo autoritarismo chino, subrayando su “milagroso” crecimiento económico (el neoliberalismo, o sea, el capitalismo salvaje, ha tomado de ejemplo y puntal a China). Este es cuestionable, como señalo arriba, pues la mayor parte de la fabricación china es mediante filiales de empresas extranjeras, alrededor del 60%, pero además a costa de estar sobreexplotando y contaminando sus recursos, como sus ríos, que más del 90% están contaminados, o la calidad de su aire, que en ciudades como Linfen, en la provincia de Shanxi, que es en donde está la mayor parte de las minas de carbón que emplea China, la incidencia de males respiratorios es altísima y la gente debe de usar en todo momento tapabocas (el Banco Mundial ha reportado que 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo son chinas). Pero, además, 255 millones de obreros viven con salarios de hambre, de menos de 3 dólares diarios, y casi 900 millones de chinos que habitan en el campo, están totalmente marginados del tan pregonado progreso, contrastando esto con las fortunas que muchos funcionarios y empresarios han acumulado gracias a los altísimos índices de corrupción, que también, gracias al autoritarismo, el gobierno puede practicar a sus anchas (varios empresarios chinos figuran el las listas de los hombres más ricos del mundo que publica la revista Fortune). Como digo, el capitalismo salvaje ha preferido exaltar tal progreso económico, a costa de tolerar la represión que el gobierno chino siempre ha ejercido en contra de su pueblo y que también le ha servido, al gobierno autoritario y corrupto, para ocultar que siguen habiendo millones de chinos muy pobres, mal pagados y desnutridos.
Baste recordar la matanza del 4 de junio de 1989 de Tiananmen, y que a pesar de los años transcurridos, no se ha logrado precisar el número exacto de muertos que dejó la sangrienta masacre de una pacífica manifestación que buscaba, justamente, una mayor apertura del gobierno a las demandas populares (se calculan en miles los muertos que dejó la represión militar. Y es un vergonzoso hecho que el gobierno sigue ocultando muy celosamente). Y probablemente también la musculatura militar china, sobre todo su arsenal nuclear, le haya ganado el “respeto” de sus represivas prácticas entre países como EU, su principal socio comercial, ya que es como si tuviéramos frente a nosotros a un matón armado que nos exigiera creerle que no asesina gente mientras nos apunta con su arma. Y que quede claro que no exculpo a ningún país (incluida Cuba, por ejemplo), ya que en este sistema político mundial, controlado por el poder económico, en todos lados hay diversos niveles de autoritarismo, pero en algunos habrá, digamos, más libertades que en otros (ni Estados Unidos, que se jacta de ser el país de las libertades, se salva de ejercer un velado autoritarismo. Precisamente el Departamento de Seguridad Doméstica, DHS, se ha abrogado ahora la ilegal atribución de ejercer un “discreto” espionaje sobre aquellas personas que considere “potenciales terroristas”, sin mayor cuestionamiento u objeciones, pues justifican las autoridades que es en aras del “combate al terrorismo”. Y en la ilegal prisión de Guantánamo, se tienen encarceladas personas tan sólo por ser o parecer árabes, violando totalmente sus derechos humanos. Ver mis artículos “La amenaza terrorista, el nuevo gran negocio para la industria del miedo” y “La muy ‘conveniente’ descomposición del estado mexicano, pretexto para militarizar y recrudecer la represión gubernamental”).
Podemos entender los excesos del autoritarismo chino cuando vemos los constantes esfuerzos por controlar hasta al llamado “espacio virtual”, o sea, la red mundial de Internet, la que por estar interconectada hacia el resto del mundo, ofrece un peligro para el gobierno chino por la apertura y la falta de censura que la información que puede obtenerse en la red implica. Esto es contradictorio, porque por un lado, por cuestiones de mero negocio, han permitido las autoridades chinas un desmedido crecimiento del Internet, que ha redundado en que de 620,000 usuarios que había en 1998, actualmente se estiman en 338 millones los chinos que de algún modo tienen acceso a dicho medio. Pero, por otro lado, con el fin de controlar el contenido ofrecido, el gobierno ha dispuesto, entre otras medidas, un gran firewall que evita el acceso a las llamadas redes sociales como Twitter o que bloquea ciertos contenidos de buscadores como Google (que recientemente decidió retirarse de ese país, justificando que lo hacía, eso se dijo, por razones de censura) o de sitios de videos, como Youtube. También cuenta con una “policía de la red”, que son miles de censores que investigan y clausuran cualquier intento de disidencia, arrestando a los autores de tales sitios. El ciudadano chino Wozy Yin es frecuentemente hostigado por el gobierno y amenazado de ir a prisión debido a que ha logrado publicar, mientras pudo, más de 150 blogs, informando de la brutalidad represiva que ejerce el gobierno, con personas como Yin, que tratan de dar a conocer al mundo lo que realmente está sucediendo en China (actualmente ha tratado de emplear el Twiitter, pero sin mucho éxito, pues también el gobierno le ha controlado ese sitio). Varios periodistas se encuentran encarcelados porque han tratado de evadir la censura gubernamental en su labor informativa. También ha alquilado el gobierno un regimiento de “comentaristas secretos de la red”, quienes permanentemente están “posteando” comentarios en cuanto sitio sea posible a favor del gobierno.
Quizá sea esta tendencia de férreo control la que haya provocado el problema al que he de referirme, los internetadictos, que son niños, adolescentes y jóvenes para los cuales, teniendo como alternativas permitidas los juegos en línea, los han acogido tan entusiastamente, que se han convertido, dice el gobierno, no sólo en un muy serio problema disciplinario, sino también en una amenaza existencial.
Desde el año 2002 comenzaron a publicarse en los diarios, tanto locales, como nacionales, historias de horror que exhibían los daños que el indiscriminado uso del Internet entre los niños y jóvenes estaba dejando. Por ejemplo, un incendio en un café-internet clandestino, ubicado dentro de inseguras instalaciones, provocó la muerte de 25 personas que estaban jugando sesiones que duraban toda la noche. Un empedernido jugador de la provincia Chengdu, exhausto tras haber jugado 20 horas “Leyenda de Mir 2”, cayó muerto. Dos chicos de la provincia de Chongqing, también agotados por jugar durante dos días seguidos, se quedaron dormidos sobre vías férreas y fueron arroyados por un tren. Un joven de Qingyuan asesinó brutalmente a su padre tras discutir ambos que aquél estaba excediendo el uso de Internet. Un adolescente de trece años de Tianjin tras haber concluido una larga sesión de 36 horas de haber jugado “World of Warcraft”, brincó desde el techo del edificio de 24 pisos, en donde vivía, con el deseo expreso de “unirse a los héroes del juego”, tal y como señaló en la nota suicida que dejó antes de saltar. Y así por el estilo, cientos de historias abundan sobre los problemas que la adicción a jugar en línea ha provocado.
Por supuesto que el gobierno trató de hacer algo contra un problema que su falta de visión no concibió que pudiera ocurrir. Como dije, prefirió que la gente se “distrajera” jugando, pero fue peor dicha “solución”, que su afán de control.
Al principio se adoptaron poco efectivas medidas, como la prohibición de que entraran a los cafés-internet adolescentes. Además, dejó de emitir licencias para nuevos lugares y cerró cientos de ellos que eran ilegales (que habían abierto clandestinamente en vista del negociaso que la jugadora, enajenante adicción juvenil significaba. Esto prueba, digamos, que tratándose de dinero y buenos negocios, la corrupción gubernamental, beneficiada por ellos, se hace de la vista gorda y eso sí es capaz de tolerar). Sólo en el 2004, 16,000 sitios irregulares fueron clausurados. Incluso hizo obligatorio que las compañías de juegos distribuyeran sus versiones chinas con candados anti-adictivos, los que traban la electrónica diversión transcurridas tres horas (candados que pueden suprimirse iniciando una nueva sesión). Pero como continuaran dándose los problemas, el gobierno de plano decretó que la adicción al Internet era ya un desorden clínico y la autoritaria “solución” de que debía de curarse en las llamadas “granjas disciplinarias” (boot camps), no se hizo esperar, lo que dio lugar, aparte de un nuevo y muy lucrativo negocio, a otro problema más que la cerrazón autoritaria china tampoco previó… hasta que también comenzaron a haber víctimas fatales.
El primero de esos lugares fue fundado en el 2004, como parte del Hospital General Militar de Beijín, concebido por Tao Ran, investigador militar y coronel en el Ejército de Liberación Popular. Este autoritario militar aplicó tratamientos que empleaba para drogadictos, supuestamente con mucho éxito, tanto que hasta en el año 2007, el New York Times lo describió como “el frente de batalla chino” en el combate a la internetadicción. En esa “clínica mental” se han tratado 5000 adolescentes desde entonces.
Pero, al igual que los cafés-internet, que muchos abrían clandestinamente, por el gran negocio que eran – y siguen siendo – los juegos en línea, también, en vista del grave problema de la internetadicción, comenzaron a abrir más granjas disciplinarias, muchas de ellas sin reunir realmente las condiciones para brindar un verdadero tratamiento psicológico y administradas por personal que, más que actuar como psicólogos, parecían carceleros. Hay varios muy documentados casos de adolescentes que han muerto debido a golpes y brutales “tratamientos”.
Un ejemplo de esos nefastos sitios es el que fuera regenteado por el señor Yang Yongxin, mejor conocido como “Tío Yang”, como si ese “cariñoso” apelativo fuera una manera de brindar confianza a los padres de los adolescentes que dejaban en manos de ese carcelero, no psicólogo. Varios de los testimonios de los “pacientes” que trató – y que sobrevivían a sus torturas –, cuentan historias de horror, en donde son frecuentes las palizas con garrotes, extenuantes ejercicios, “consejos psicológicos”, administrados con palos, claro… y los temibles electroshocks. Éstos, conocidos como xing nao, “despertando al cerebro”, el “afectuoso tío Yang” los administraba colocando electrodos en dedos y sienes de los pacientes y enseguida disparando toques eléctricos de uno a cinco miliamperios, suficientes para sacudir espasmódicamente todo el cuerpo y eran habituales las sesiones de treinta minutos por lo menos (quizá alguien que haya alguna vez intentado soportar los famosos “toques” administrados por personas que a eso se dedican, a retar a los clientes a soportar toda la intensidad de sus aparatos de toques y que si lo logran, les dan una atractiva suma a cambio, comprenderán lo dañinos que pueden ser los electroshocks). Por cierto que los electroshocks eran empleados en los años cincuenta por agencias caza-espías, como la CIA o la KGB para “lavar” el cerebro de los espías enemigos, logrando no sólo que olvidaran muchas cosas, sino que incluso quedaran locos de por vida.
En alguna entrevista hecha al tío Yang en el 2007 – antes de que se destapara la cloaca que operaba –, reconoció que los electroshocks eran necesarios, “no ocasionan daños cerebrales, pero, eso sí, son muy, muy dolorosos”. Lo peor es que hasta se le tomó de modelo e incluso llegó al descaro de anunciarse en la televisora local, hablando maravillas del sitio contentos muchachos que, muy sonrientes, avalaban la “granja disciplinaria” de Yang. Y si podía anunciarse hasta en televisión, es porque el buen Tío Yang cobraba el equivalente a 900 dólares mensuales por sus “tratamientos”, muy elevada suma, tomando en cuenta que el salario promedio en China es de alrededor de 400 dólares por mes (esto en las zonas urbanas-industriales, por supuesto). Y a pesar de la elevada suma, el temor de miles de padres de que sus hijos fueran internetadictos (que en algunos casos era infundado), logró que alrededor de 3000 adolescentes fueran tratados en esa “clínica”, que más bien parecía una cárcel de tercera clase, lo que convirtió a Yang en el rico Tío Yang.
No fue hasta que uno de sus pacientes, Deng Senshan, un adolescente de sólo 13 años, que murió desde el primer y único día que estuvo en ese sitio, que la “clínica” fue clausurada. Los padres de Deng estaban muy consternados porque, debido a que su único hijo (son comunes los hijos únicos en el autoritario país chino, que hasta eso regula) ya no hacía otra cosa que jugar en línea en el Internet, comenzó a bajar sus calificaciones, a subir de peso, a deprimirse cuando no estaba jugando en la computadora…
De haber sido un excelente alumno (algo que el competitivo sistema chino valora mucho, pues de ello depende que los estudiantes puedan acceder más tarde a alguna universidad), se convirtió en un obsesivo-depresivo chico que cuando no jugaba, sólo comía y no se interesaba en nada (me atrevo a pensar que ello se deba a que si se flexibilizan las condiciones de rigidez social en un autoritario sistema, el resultado es que se produce una especie de rebote mental que deja a los miembros sin una voluntad propia que los auto-discipline, pues el exceso de autoridad era el que lo hacía, de tal manera que la sociedad, sin esa autoridad que la controle, no sepa cómo regularse o hacia dónde dirigirse y digamos que se deprima. Esto puede verse en la muy interesante cinta del director danés Lars von Trier, “Manderlay”, en donde una comunidad de esclavos negros, cuando repentinamente son liberados de su ama, resienten tanto la falta de autoridad, que no saben cómo responder y además de que comienzan a irritarse y a pelearse entre ellos, se ponen en contra de la mujer que los liberó y surge un generalizado sentimiento de abandono y orfandad ante la falta de autoridad).
Confiados los padres de Deng en que el amable “Tío Yang”, “curaría” a su hijo, lo llevaron a la granja, ubicada en la provincia de Shandong, anexa a un hospital estatal. Y sólo fue que lo dejaron, llovieron los golpes de los carceleros-enfermeros sobre el pobre de Deng, quien primero fue confinado a un cuarto cerrado, de cara a la pared, y como se rehusara a someterse, fue motivo suficiente para que aquéllos le pegaran con palos. Luego fue obligado a correr alrededor de una cancha y cada que se paraba por el cansancio, los duros carceleros se acercaban a palearlo y a patearlo, hasta que Deng no pudo más. El enorme esfuerzo exigido a su obeso cuerpo, falto de ejercicio, y tantos golpes que recibió le ocasionaron un colapso físico que le provocó una hemorragia interna. Y como el “amable Tío Yang” no quiso llamar a una ambulancia, pensando que el chico se recuperaría, pasaron cuatro horas más sin que recibiera atención médica, hasta que fue evidente que había entrado en coma y fue cuando se llamó a un hospital y la esperada ambulancia apareció… pero fue ya demasiado tarde, el pobre Deng había muerto.
Eso, como dije antes, fue motivo para el cierre definitivo de la granja disciplinaria del Tío Yang, de quien después se reveló que ni siquiera tenía la secundaria terminada y que mucho menos poseía el grado universitario de psiquiatría, como se jactaba.
Y también motivó al autoritario gobierno chino a revisar el tipo de “tratamientos” que se debían de dar para combatir la internetadicción, pero según algunos expertos, en todo caso el que sea un “buen negocio” establecer una granja disciplinaria, ha motivado que en lugar de que se implementen, por ejemplo, pláticas correctivas entre los padres y los hijos o que éstos no consideren que por el sólo hecho de que sus hijos estén frente a una computadora, ya son adictos, esas “clínicas mentales” seguirán pululando, acogiéndose, claro, a los nuevos lineamientos, como el que ya estén prohibidos los electroshocks, por ejemplo.
Y finalmente si así el autoritario gobierno chino puede seguir mostrando que su poder es inexpugnable, adelante, ¡que se declare a todo mundo enfermo mental, disidentes incluidos, claro, y que se les recluya en clínicas… o en cárceles!, con tal que el capitalismo salvaje siga tolerando y tomando como modelo de “crecimiento económico” a ese autoritario país.
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