lunes, 7 de marzo de 2016

Corrupción inmobiliaria y municipal



Corrupción inmobiliaria y municipal
por Adán Salgado Andrade

Oaxtepec, Morelos. “¿Sabe cuál es la cuota por dejarlos construir?”, me cuestiona a quien llamaré Juan, ex trabajador de una constructora que ha hecho varios fraccionamientos en Morelos, “¡tres casas, una para el regidor y las otras dos para sus familiares!”, contesta categórico. Ese es el “costo” de la corrupción que una constructora que quiera hacer un fraccionamiento en municipios del estado de Morelos, por ejemplo, debe de pagar, sobre todo si desea que se “agilicen” los trámites para el cambio de uso de suelo y todo lo que conlleva la edificación de una nueva unidad. Y por esa causa es que ese estado, como muchos otros en el país, se está llenando de fraccionamientos, muchos de ellos, de dudosa “legalidad”. Está por demás decir que desde que asumió el cargo de “gobernador” el mafioso Graco Ramírez (como los gánsteres de cualquier mafia política que desde siempre han controlado a este depredado país), se han disparado en Morelos, tanto los índices de corrupción, así como de la violencia delincuencial (del así llamado crimen organizado, como de los cuerpos policiacos y militares que conjuntamente controlan la región) que acompaña a todo proceso de acelerada degradación social. Asesinatos, desapariciones y fosas clandestinas se han disparado, junto con la descarada corrupción, tanto que hasta se han realizado varias manifestaciones exigiendo la renuncia del gánster Graco Ramírez (ver: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/20/estados/023n1est).  
La mencionada corrupción inmobiliaria se evidencia en que terrenos que hace muy poco eran agrícolas, sin valor catastral, de repente, se convirtieron en fraccionamientos, algunos de “lujo”, lo que de inmediato da un valor muy alto a esos lugares, artificial y manipuladamente alto, como veremos.
Ante tal frenesí constructivo, muchos lugareños, campesinos, sobre todo, han ido vendiendo sus tierras, malbaratándolas, claro. Eso lo hacen porque es preferible para la mayoría hacerse de algo de dinero, dadas sus carencias, en vista de que la falta de apoyo al campo mexicano, está llevando a este sector a un colapso, pues para la mayoría de campesinos, sembrar no es redituable y es por eso es que prefieren alquilar o, peor, vender sus tierras, aun cuando se trata de un patrimonio que fueron heredando generacionalmente (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2007/12/apertura-total-del-agro-mexicano-al-tlc.html).
Un problema adicional, más grave aun, es que la rápida reducción de tierras fértiles, disminuye considerablemente la producción agrícola, lo que eleva la importación de alimentos, vulnerabilidad que nos conducirá irremediablemente a un colapso alimentario, sobre todo porque a nivel mundial tiende a disminuir tal producción agrícola, debido al calentamiento global, el que tiende, entre otras dañinas consecuencias, a disminuir las zonas húmedas del planeta y las lluvias, esenciales para tal producción.
Sin embargo, ninguna de esas consideraciones importa, cuando se trata de solamente hacer muy buenos, corruptos negocios.   
Y tales negocios operan así. Una hectárea de tierra agrícola, por ejemplo, puede venderse en cien mil pesos, pero la inmobiliaria que la compra multiplicará con creces tal inversión. Incluso, si por el frenesí inmobiliario ya haya subido su precio al doble o al triple, aun así, sigue siendo redituable.
En otro artículo me he referido al boom constructivo que se dio desde los mafiatos panistas, en los que los préstamos para trabajadores del Infonavit o del Fovissste no han servido para adquirir casas cerca de sus lugares de trabajo, por ser demasiado caras en relación con los préstamos, sino que apenas si les alcanzan a aquéllos para adquirir viviendas en provincia, sobre todo en los estados aledaños a la ciudad de México, a no más de dos o tres horas de distancia, tales como Morelos, Hidalgo, Estado de México, Puebla o Querétaro. Me he referido a ese problema como las “casas de fin de semana”, pues, en realidad, solamente sirven para esa finalidad, pues no resuelven el agudo problema de la necesidad de contar con un lugar propio y adecuado para vivir en la ya de por sí sobrepoblada ciudad de México (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2009/02/creditos-gubernamentales-para-vivienda.html).
Pero, claro, que un trabajador se endeude con un tercio o más de su sueldo mensual, con el Infonavit o el Fovissste por varios años, hasta veinte en algunos casos, al adquirir una casa que, en realidad, no le resuelve sus problemas habitacionales, será su problema, no el de aquellas instituciones ni, mucho menos, el de la inmobiliaria que recibe tal préstamo y, mucho menos aun, será una molestia para la mafia en el poder que controle el estado o municipio en donde tal inmobiliaria decida construir un nuevo fraccionamiento, pues, excepto el trabajador, el resto de los involucrados hará excelentes negocios.
Comenzando por los intereses que se le cobrarán al trabajador, los que implican muchas veces la mitad de la deuda, es decir, que en un préstamo de veinte años, los primeros diez serán sólo para el pago de dichos onerosos intereses y eso que estamos hablando de supuestos préstamos “blandos”, los que, se infiere, cobran menos réditos (y ya no digamos aquellos prestamos que combinan los bancarios, pues entonces el costo del crédito es aun más caro).
Luego, como ya mencioné, viene el gran negocio que hacen las inmobiliarias, iniciando con la construcción, en la que tratan de ahorrar lo más posible, tanto en materiales empleados, así como en la mano de obra. Es el caso de un fraccionamiento que se encuentra en Oaxtepec, cerca de lo que fuera el Parque Acuático Oaxtepec (PAO). Por cierto que este actualmente cerrado centro recreativo, que por tanto tiempo fue una obligada tradición familiar el acudir allí y disfrutar de sus albercas y el efímero parque de diversiones, ya se concesionó recientemente, seguro de forma subrepticia y corrupta, nada menos que a Six Flags, ese lucrativo emporio estadounidense de la industria del ocio (ver: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/04/economia/025n3eco).
Ya podemos prever el brutal impacto en estilos de vida y consumo, además de los problemas de sobresaturación urbanos y de vialidades, que tendrá que en ese sitio se establezca Six Flags, empresa que modifica y mercantiliza las formas de diversión en todos los lugares en donde se impone (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2009/01/la-muy-lucrativa-y-globalizadora.html).
Al decir de una de las locatarias del mercado local, la arbitraria imposición de dicha empresa, sólo traerá más problemas. “¡Fíjese, si de por sí ya nos falta agua, ahora con ese parque, nos va a faltar más… y también a los cañeros, porque dicen que van a tomar agua del río que pasa por allí. Y, luego, van a traer sus negocios y sus tiendas y nos van a quitar la poca clientela que nos queda. Eso le digo a la gente, pero ni hacen caso, hasta se emocionan porque van a tener un Six Flags aquí, pero no saben cuánto nos va a dañar!”, declara, muy consternada. Su preocupación no es para menos, en vista de que, en efecto, tales consorcios sólo dañan las economías locales, su ecología, así como los estilos de vida. Es lo que ocasiona, por ejemplo, una nueva tienda de Walmart que se abra en una pequeña localidad, que muchas veces daña el entorno con la construcción, elimina negocios e impone estilos en el consumo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/01/los-negativos-efectos-del-emporio.html).  
Regresando al mencionado fraccionamiento, está asentado en un terreno de no más de tres hectáreas, que, al decir de Juan, eran no hace mucho tierras de cultivo, por la que no se pagaron más de medio millón de pesos. El proyecto consistió en edificar y vender ciento cincuenta y cuatro muy sobrevaluadas casas, en un promedio de un millón de pesos cada una. “Fíjese, por muy caras, estas casitas no cuestan más de trescientos mil pesos hacerlas”, me dice Juan. Pero agreguemos los costos extras de haber dotado al fraccionamiento de un centro recreativo y una alberca central, la urbanización, las redes de agua potable, drenaje y luz y, prorrateando, supongamos que el costo por casa sea de medio millón de pesos, la ganancia obtenida es de por lo menos el doble.
Y ya se vendieron todas las casas, compradas la mayor parte por empleados que obtuvieron un préstamo del Fovissste, como doctores, maestros, investigadores… y así por el estilo. La inmobiliaria, ya recuperó su inversión más cuantiosas ganancias, de por lo menos setenta y siete millones de pesos, en un año, pero, como dije antes, la deuda de veinte años es para los endeudados empleados.
Hay que decir que, curiosamente, una vez que es autorizado un préstamo, al destinatario le llueven los correos electrónicos y llamadas de distintas inmobiliarias invitando a desembolsarlo en tal o cual desarrollo el que, siempre se presume, es mejor que éste o aquél. Esta arbitrariedad e invasión de la privacidad del empleado, sugiere que también allí se comienza con la cadena de corrupción, pues seguramente tales inmobiliarias “gratifican” a empleados del Infonavit o Fovissste, con tal de contar con la base de datos de las personas a quienes se asignan dichos préstamos.  
Y por si no bastara ya con esa carga crediticia, hay que sumar los costos que implica poseer una sobrevaluada casa en el mencionado fraccionamiento. Comenzando con los costos fijos del mantenimiento, de setecientos pesos mensuales en promedio, en los que se carga el funcionamiento del centro recreativo, la alberca, el cuidado de las áreas verdes, el pago del administrador, la vigilancia… y así. Eso, sin contar con que el jardín de cada casa, corre a cargo del propietario, quien decidirá si lo cuida él mismo o encarga el trabajo (cortar el pasto y regarlo, así como las plantas que se siembren) a algún jardinero, lo que tendrá un costo adicional de alrededor de cuatrocientos pesos mensuales.
Súmese el costo del amueblado, como salas, camas, cortinas… y estamos hablando de erogar un promedio de al menos treinta o cincuenta mil pesos más (muy oportunamente, en el mismo Oaxtepec o en el cercano municipio de Cuautla, existen distintos giros de negocios, así como autoservicios, en los que se vende de todo, muebles, cortinas, fuentes, albercas… y hasta existen servicios de mudanzas a un lado que por “módicas” sumas entregan los enseres adquiridos).
Por otro lado, los materiales empleados (tabicón, malla metálica en lugar de varillas y así), son de tan mala calidad, que a unos meses de compradas, muchas casas ya comenzaron a mostrar los serios defectos de fabricación, tales como humedad en las paredes y caída del recubrimiento (yeso), grietas, inundaciones (en un caso, un aguacero excedió la capacidad del drenaje, varias casas se anegaron y el costo de la reparación corrió a cargo de los propietarios, pues ya no estaban dentro de la “garantía”), instalaciones de luz y tuberías defectuosas… y así. Como son sólo seis meses de una cuestionable “garantía”, los costos de las reparaciones que deban de hacerse fuera de ese tiempo, las debe pagar el propietario, en demérito del apretado bolsillo de muchos, ya de por sí limitado por el descuento que se le hace por el préstamo cada mes, de seis mil pesos en promedio.
Y si sumamos el costo del traslado de la ciudad hacia el fraccionamiento, que tan solo de gasolina y casetas es de al menos seiscientos a mil pesos, lleva a que muchas sólo sean ocupadas en “puentes” vacacionales o en algunos días de asueto, además del desgaste físico y mental que implica el traslado, por vialidades que están saturadas casi a cualquier hora, sobre todo en los fines de semana (regresar a las cinco de la tarde en domingo de Oaxtepec por la “autopista” implica en ocasiones hasta cuatro horas o más, de lo saturada que está, tanto, que vendedores ambulantes hasta se dan el lujo de caminar tranquilamente entre los autos estacionados allí).
Pero la letanía de gastos, arbitrariedades y corruptelas no termina allí.
Del aludido fraccionamiento,  los flamantes propietarios debieron de pagar por la electricidad que se consumió aun antes de que compraran y recibieran sus casas, costo que, por ley, debió de asumir la corrupta inmobiliaria. Así, la mayoría, no tenían más de tres meses de ocupar sus casas, uno que otro fin de semana, y pagaron, además del costo del medidor, nada menos que por casi un año del servicio eléctrico, como si hubiera sido continuo, que fue en promedio de dos mil pesos, cuando que, una vez regularizado, por el escaso uso de electricidad, no llega ni a cincuenta pesos bimestrales. Véase que todos los implicados se llevan su buena tajada del negocio, en este caso, lo que queda de CFE, empresa que cada vez produce menos y menos electricidad y que, así como va, pasará de ser generadora del fluido, a simple cobradora (y eso, mientras la mafia en el poder no la desaparezca, así como hizo con Luz y Fuerza durante el calderonato o está haciendo con Pemex).
El agua también es otro pago adicional y si se hace anual, es de alrededor de mil doscientos pesos, y eso porque se les considera el consumo “mínimo”, de diez metros cúbicos mensuales, pero en la mayoría de los casos, como las casas están deshabitadas la mayor parte del año, no llega ni a tres o cuatro metros cúbicos. Se les insiste en que es mejor el pago anual, porque es “más barato”, pero es una mentira, pues se erogaría menos si se realizara bimestralmente, debido al bajo consumo, aunque muchos se resignan a hacerlo así por “comodidad”, con tal de no estar yendo a la oficina del sistema de agua a pagarla cada dos meses.
Y sigue la lista de corruptas erogaciones.
Una que también resultó escandalosamente excesiva fue el “pago” del predial. La mayoría de las casas se entregaron a mediados o a fines del año pasado. El administrador del lugar les dijo que ya debían de acudir a una oficina ubicada en Yautepec a pagar dicho impuesto para que no les cobraran sobrecargos y multas. Pues bien, allí, se llevaron la sorpresa de que para pagar el predial del presente año, 2016, fuera anual o bimestral, debían de liquidar, primero, el de la totalidad del 2015, aun cuando, repito, muchos recibieron sus casas a partir de julio o después,  además de que no fueron avisados que tenían que pagar ese oneroso derecho. Y como el fraccionamiento está clasificado como de “lujo medio”, por las casas, de no más de cien metros cuadrados de construcción (no por el terreno, sino porque se acumulan la pequeña planta baja y los dos niveles, igualmente reducidos), se deben de pagar ¡tres mil setecientos pesos anuales a costos actuales!, lo que las hace aun más caras que en ciertas zonas de lujo medio de la ciudad de México. Así que los sufridos propietarios que tuvieron que pagar el predial, desembolsaron, para comenzar, los citados tres mil setecientos pesos tan sólo del año pasado, más las “multas”, y otro monto igual, si lo pagaron anual, por el del 2016. La sorpresa para todos ellos es que de manera inusualmente eficiente la oficina del catastro tiene registrados todos sus datos personales, así como del predio que adquirieron, así que no hay forma de que evadan esa impuesta obligación. Dicho pago, en promedio, ascendió a ¡ocho mil quinientos pesos!   
Eso, para las ciento cincuenta y cuatro casas. Haciendo cuentas, el corrupto municipio de Yautepec, del que depende dicho fraccionamiento, se embolsará tan sólo de éste, un millón, trescientos nueve mil pesos. Y se debe de pagar, pues el no hacerlo, genera onerosos “intereses”, que si se dejan acumular, puede llegar el momento en que dicho municipio confisque la propiedad.
Como se ve, vaya que conviene cambiar el uso de suelo de agrícola al muy lucrativo de “fraccionamiento de lujo medio” o de cualquier otra categoría.
Repito, eso es tan sólo para uno de tantos fraccionamientos que se han construido y que se siguen construyendo, muchos, incluso, pisoteando los derechos de los habitantes nativos que viven en las zonas de impacto y que sufren ya los embates de esa anárquica urbanización.(hay algunas mantas que advierten a la gente no comprar en tal o cual lugar, porque no está autorizada la venta y que mejor “eviten problemas”). Crecen problemas tales como la falta de agua, de drenaje eficiente, saturación de vialidades o inseguridad, la que ha aumentado mucho, pues el advenimiento de tanta aparente prosperidad atrae a la delincuencia y son muy frecuentes los robos en esas unidades, aun contando con vigilancia propia. “Aquí hay que cuidarse de los policías y de los ladrones”, comenta Juan, consternado.
Pero, repito, esa “prosperidad” es debida a los préstamos hipotecarios, no por dinero propio, pues es rara la persona que se atreva a comprar alguna de las casas del fraccionamiento mencionado o de otros con sus propios recursos, sobre todo porque están muy sobrevaluadas. Nadie que poseyera un millón de pesos compraría, en su sano juicio, una propiedad que en realidad vale la mitad o menos de lo que la inmobiliaria pide por ella.
En fin, que en esta cadena de corrupción, ilegalidad, arbitrariedad e inseguridad, los únicos afectados son los sufridos “felices” propietarios, muchos de los cuales, si no es que todos, ignoran lo que enfrentarán una vez que adquieran su costosa “casa de ensueño” de fin de semana.
Para el resto de los mafiosos implicados, es un muy lucrativo negocio más.

Contacto: studillac@hotmail.com

domingo, 21 de febrero de 2016

Conversando con un transportista de autos nuevos



Conversando con un transportista de autos nuevos
por Adán Salgado Andrade

“Pues ésta es mi madrina”, me dice Víctor, señalándomela orgulloso. Sin embargo, no se trata de una de las mujeres que lo hubiera amadrinado en alguna ceremonia religiosa, ni tampoco de los golpeadores de la extinta DIP, a los que el decir popular se refería con ese mote. No, la madrina de Víctor es el tráiler doble remolque que sirve para transportar autos nuevos desde una ensambladora, hasta la agencia que hubiera hecho el pedido de tales unidades.
El transporte, un Freightliner 2015, blanco, jala dos remolques amarillos. Es nuevo. “El gobierno nada más te los acepta hasta los diez años y luego los debes de cambiar”, aclara. “Se acaban mucho estos camiones… pues es que les metes como doscientos mil kilómetros por año o más”.
Los remolques, en ese momento, están cargados con camionetas de las que cargan tres toneladas, sin caja, marca Nissan.
Son ocho, más un auto compacto, un Tsuru, que cupo hasta el final del larguísimo transporte. Con el Tsuru, debe de medir unos 20 metros.
“Pues sí, ya te digo, me dedico desde hace veinte años a esto”, refiere. Le digo que siempre me ha parecido muy admirable el trabajo de los conductores de transporte pesado, en especial, los de doble remolque. “Pues… no sé, es como todo, como lo que tú haces, ¿no?, que pues agarras la práctica y ya, ¿no?”, comenta, pero, insisto, en que sí me parece loable lo que hace, como una especie de héroe de la autopista. Sólo se ríe y agrega “Bueno, lo que sí es que en muchos trabajos entras a una hora y sales a la misma y aquí, no, aquí hasta que llegues a donde vayas, termina tu chamba”.
Tiene también Víctor que cargar los autos en los remolques. “Sí, se bajan rampas y los vas acomodando. Yo los manejo y hay amarradores, que son los que los sujetan”. “¿Es muy tardado eso?”, le pregunto. “¡No… veinte minutos, cuando mucho… es rápido!”, exclama. Claro, reflexiono, es igualmente el resultado de sus veinte años de experiencia los que le hacen ver ya como algo sencillo cargar una madrina.
Tiene razón, pero no subestimo ese trabajo, pues me parece que se requiere de una gran coordinación para conducir un transporte tan largo y pesado. Y lo hace solo, sin chalán, como se le dice aquí a los ayudantes de casi cualquier oficio.
Cabe mencionar que en México, la legislación sigue permitiendo el empleo de los tráileres doble remolque, a pesar de los graves accidentes que muchos de ellos, como las pipas dobles de gas, han ocasionado (ver, por ejemplo: https://www.youtube.com/watch?v=6rVmIwqgXIs).
Sin embargo, dice Víctor que no son frecuentes los accidentes de las madrinas y que cuando sufren uno, son volcaduras y los daños se limitan casi siempre a los autos que transportan, los que, me dice Víctor, están asegurados, así como el transporte y hasta ellos, con una póliza de vida.
Víctor dice que como “fracasó” en el estudio, debió dedicarse al transporte de autos. “Mira, yo entré a trabajar de intendencia en la empresa, pero un día, el jefe me jaló y me dijo que yo estaba bueno para manejar. Entonces, que me encarga con uno de los operadores a que me enseñara. Y que me voy con él, y en tres meses aprendí, sí… y lo bueno que hasta me pagaron por aprender”, agrega, sonriente. Comenta que se enseñó a meter las velocidades, las que explica que son dieciocho, diez normales y las otra ocho, con convertidor. También, a usar los espejos, los cuales son cuatro, que le permiten ver bien, en todo momento, a cualquier vehículo, incluso, en el llamado punto ciego, para lo cual, el transporte cuenta con espejos superiores, uno a cada lado, con los que puede ver a los autos que vayan laterales al tráiler. Igualmente, Víctor se enseñó a cambiar la velocidades en sincronía con las revoluciones de la máquina. “Sí, le vas midiendo con el tacómetro, pues si no le das sus revoluciones a la máquina para el cambio, no te entra la velocidad”, explica. Fácil dicho, pero… aun sigo pensando que no podría manejar un vehículo de tales dimensiones y exigencias.
Dice que, en realidad, esos transportes llevan volumen, más que peso. “Estas camionetas son ocho, y no llegan a la tonelada cada una, así que, cuando mucho, llevaré ocho toneladas y media. Pero de carros chicos, le caben hasta quince, que tampoco llegan ni a las ocho toneladas”.
Según él, por eso las madrinas son más maniobrables que un tráiler que cargue mucho peso, como material de construcción o combustible, por ejemplo, lo que lo hace más peligroso.
“Sí, en donde se puede hasta ciento cuarenta le meto”, me dice, jactancioso. “Una vez, me paró una patrulla, porque iba muy rápido, pero es que me urgía llegar… ya andaba algo retrasado esa vez”.
Le digo que es algo que “odio” de los conductores de tráileres, que a veces van tan rápido, que hasta parece que trajeran un auto deportivo. Sólo sonríe. “Pues sí… pero es que a veces sí llevamos prisa”, dice, como justificando a los que así conducen.
Me platica que esa es su vida. “Estoy tan acostumbrado a la manejada, que me aburro cuando estoy sin viaje”, lo cual es raro, pues dos o tres veces a la semana debe de entregar autos.
Le pagan por kilómetro recorrido, me dice. Con carga, dos pesos con ochenta y cinco centavos y vacío, un peso. “Ahorita voy hasta Oaxaca”, me dice, así que me voy a ganar casi cuatro mil pesos. Me los aviento en dos días… eso, sí, casi sin dormir”. Es algo que le pregunto, sobre lo que se dice de que toman medicamentos para no dormir. “Sí, la verdad es que sí… y, bueno, eso te va acabando tu salud… pero, pues no te queda de otra si quieres que te vaya bien en tu sueldo”, dice, resignado. Una de las consecuencias es que, comenta Víctor, se vuelven muy violentos, pues el no dormir, tiene efectos sobre la conducta. El matrimonio de él terminó abruptamente debido a eso, su mal genio y los injustificados celos que llevaron a su ex esposa a pedirle el divorcio.
Víctor se quedó con sus hijos. Como les está pagando escuelas particulares, eso lo presiona para que saque el mayor salario que pueda. “Mira, en promedio, al mes, gano más o menos veinticinco mil pesos… y a veces más, pero así me friego, la verdad”.
Tiene cuarenta y ocho años, pero perece mayor, de unos cincuenta y cinco o más. “No es fácil la chamba”, dice, en el sentido de que debe de esforzarse mucho, hacer muchos viajes, hacer pocas paradas, dormir poco o nada…
Me invita a que conozca a su madrina por dentro. “Nada más no te vayas a espantar”, me advierte, luego de subir los dos estribos para acceder a la cabina. Ésta, realmente no es muy grande, casi como si estuviéramos dentro de un auto familiar o una camioneta. Y veo el motivo de su aprehensión: dos estatuillas de la Santa Muerte, esotérica y hasta temida entidad, muy adorada por muchas personas, quizá millones, en este país – y seguramente en muchos otros, a pesar de que la iglesia católica se opone a tal “diabólica” adoración –, que la ven como su “santa patrona”, y le piden que los proteja en sus diarias labores, justo como hace Víctor, cada que sale a un nuevo viaje, encomendarse a la Santa Muerte. “Yo sí creo en Dios – me dice, como tratando de justificarse –, pero, la verdad, es que la santita es bien milagrosa, deveras”.
Víctor dice que, afortunadamente, jamás lo han asaltado. “No… cállate… no, nunca me han asaltado… como te digo, es porque ella me cuida”, dice. Quizá por eso, pienso, habrá que conceder que, en efecto, la Santa Muerte alguna cualidad tendrá.
O quizá sea la suerte, de la que muchos dicen que tienen muy buena suerte, otros, muy mala suerte y otros… regular.
En el caso de Víctor, le celebro que nunca le haya sucedido nada. Pero platica que uno de los compañeros está desaparecido desde hace un año. “Sí, encontraron la madrina vacía, pero el compañero no ha aparecido”. Especulamos que a lo mejor se haya puesto de acuerdo con los ladrones. “Puede ser, porque no es tan fácil que te roben, pues estas unidades traen localizador satelital y no es fácil que lo descompongan… quién sabe qué pasaría”.
Además, dice que, fuera de que se quisieran robar la carga, ellos no llevan casi dinero, excepto para sus viáticos, pues todo se paga ya por tarjeta electrónica, como casetas, combustible y lo que se requiera. “Casi llevas lo de tus comidas, porque te duermes en el tráiler”, me dice, mientras me muestra el confortable espacio trasero de la cabina, que es, justo, para dormir a sus “anchas”. “Te duermes muy rico aquí. Si hace calor, nada más le abres los vidrios”, dice. Y ni problema con los mosquitos, pues ambas ventanas están equipadas con mosquiteros. Les adelantan el 30 por ciento de su salario antes de cada viaje, por si quieren llevar más dinero, pero Víctor no lo hace. “Yo, nada más llevo lo necesario”
Hablamos sobre el mantenimiento del tráiler y dice que es cada determinado número de kilómetros. “A los cinco mil, le revisan lubricantes, engrasado, a los diez mil, frenos, a los quince mil, transmisión… y así. Todo te lo va indicando la computadora – me señala una especie de tableta que está sobre el tablero –, los kilómetros que llevas y lo que le debes de revisar, y así”.
Por lo visto, en la época actual, se han minimizado mucho tanto los riesgos, así como también se han facilitado las operaciones de mantenimiento de esos transportes, que son “como tu segunda casa”, dice, con cierto orgullo. Y es que, en efecto, la cabina está personalizada muy al gusto de Víctor. Tiene pequeñas canastillas metálicas para llevar sus refrescos, alimentos, sus pastillas de todo tipo, incluyendo las que emplea para no dormir, quizá las más cuestionables de su botiquín, y sus patas de venado. “Sí, mis patitas de venado… para la buena suerte”. Sí, se entiende que una actividad que conlleva peligros de todo tipo, desde accidentes, descomposturas, robos… requiera de todo tipo de fetiches y amuletos, con tal de que el operador se sienta lo más seguro posible.
Tiene Víctor un hijo que también se dedica a lo mismo. “Sí, mi muchacho, pues también fracasó en el estudio y también se dedica a esto”. El joven trabaja para otra compañía, de las que ya hay muchas, dice Víctor. “¡Uy, sí…. hace veinte años había… creo que otras dos, y ahora ya hay varias, pero ésta es de las más socorridas!”.
Las puertas de la cabina llevan el logo de la CANACAR (Cámara nacional de autotransportes de carga), a la que la empresa en la que labora Víctor pertenece. “Pues el dueño de la empresa es el mero mero de la Canacar… es millonario el tipo”, dice Víctor, pensativo, quizá reflexionando en que individuos así han hecho sus fortunas de explotar bastante a conductores que se la pasan sin dormir  varios días, con tal de percibir un sueldo decente, a pesar de las inconveniencias a su salud y de los peligros a los que se exponen.
De todos modos, Víctor dice que le gusta mucho su trabajo, pues, además, ha viajado por todo el país y conoce a mucha gente, sobre todo “mujeres guapas”.
Le pregunto qué hay de cierto de los supuestos encuentros “sobrenaturales” que narran los hombres del volante, que de repente encuentran en los caminos, sobre todo los muy desolados. “Fíjate que a mí no me ha pasado, pero a un compañero que fue a Chihuahua, ¡se le subió un duende, sí, y andaba por toda la ventana bailando… hasta lo filmó, pero paras la grabación, le pones pausa, y no se le ve forma al canijo duende… sólo que esté moviéndose!”.
Aunque, finalmente, hay que temer más a los vivos, que a los muertos, como es el sentir popular, reflexiono.
El viaje de ese día será largo, pues debe de ir desde Cuernavaca hasta Oaxaca. “Son las nueve – dice, mirando su reloj –… como a las dos de la mañana estaré llegando”, afirma, sin afectación de ninguna especie, así, como algo normal. Le llevarán, entonces, unas diecisiete horas hacer el recorrido, calculo.
Dice que va a seguir manejando las madrinas hasta que el cuerpo aguante. “Pues sí, porque cuando te jubilas, te dan una bicoca”, afirma. En efecto, como sucede con la mayoría de las pensiones de hambre que se dan en este país… claro, si es que se tiene derecho a esa exigua pensión, excepto, por supuesto, todo tipo de “funcionarios”, corruptos y mafiosos, comenzando por el “presidente”, “jueces”, “diputados”… y demás parásitos que mantenemos con nuestros impuestos, los que perciben pensiones vitalicias de cientos de miles de pesos mensuales.
Esos son los duros contrastes que se dan en este país y en todo el mundo, en donde el paraíso es solamente para el uno por ciento que operan al depredador capitalismo salvaje, gracias al cual explotan al noventa y nueve por ciento restante para satisfacer sus mezquinos intereses.
Agradezco a Víctor la entrevista y le deseo buen viaje. Sí, que su Santa Muerte y sus patas de venado lo lleven con bien.

Contacto: studillac@hotmail.com