domingo, 4 de marzo de 2018

El muy lucrativo y peligroso turismo extremo



El muy lucrativo y peligroso turismo extremo
por Adán Salgado Andrade

El espíritu aventurero está en la naturaleza de algunos seres humanos, quienes buscan viajar a los más recónditos y alejados sitios del planeta, con tal de satisfacer ese anhelo de búsqueda de fuertes emociones. Eso lo podemos ver en la cinta francesa “En los bosques de Siberia” (Dans les forèst de Sibérie, 2016) en donde Teddy, el personaje central, busca alejarse de toda su monótona vida, guareciéndose en una rústica, pequeña cabaña a la orilla de un lago que está congelado en invierno. Huye de su trabajo de gerente de publicidad, como él mismo lo expresa en una conversación que sostiene con un ermitaño ruso, con quien entabla gran amistad. La cinta está basada en una de las aventuras que el escritor y viajero francés de sitios así, Sylvian Tesson (París, 1972) experimentó en el 2010, cuando vivió en una aislada cabaña a la orilla del lago Baikal, gracias a lo cual escribió el libro autobiográfico, que le mereció un premio literario, “Los consuelos en el bosque: Solo en una cabaña en la taiga siberiana”. La verdad, al ver la cinta, es evidente que se necesita un gran tesón y fuerza de voluntad para hacer algo así (ver: https://www.shortstoryproject.com/writers/sylvain-tesson/).
Sobre todo disciplina, y respeto por las costumbres y los habitantes de los lugares visitados. De no contarse con esas características, mejor ni arriesgarse. Ah, pero, además, se debe de contar con buena salud y dinero suficiente para pagar ese tipo de viajes, que no por rústicos y hasta ecoturísticos, son baratos.
Incluso, es importante tener plena confianza tanto en sí mismo o con las otras personas con quienes se esté viajando. La cinta “El planeta más solitario”, 2011, una coproducción de Estados Unidos (EU) y Alemania, dirigida por la directora ruso-estadounidense Julia Loktev, muestra lo que sucede cuando una pareja de turistas, Nica y Alex, comienza a sufrir acosos por parte de los habitantes del lugar extremo en la montañas del Cáucaso que deciden visitar antes de casarse. Eso, porque se comportan con bromas y tonterías con tres nativos que se encuentran, quienes, medio en broma, medio en serio, los amenazan con secuestrarlos. Alex antepone su seguridad a la de su novia. Y a partir de ese momento, ya nada es igual entre ellos, deseando, sobre todo Nika, que se termine esa pesadilla lo antes posible.
Un caso muy publicitado de un turista extremo que, de repente, violó las reglas, fue el de Otto Warmbier, un estudiante universitario estadounidense, quien de visita en Hong Kong, para un intercambio académico, fue seducido por la empresa Young Pioneer Tours, YPT, semiclandestina agencia de viajes que atrae a sus clientes, jóvenes, principalmente, con el slogan “¡Este es el viaje que tus padres no desean que hagas!”, para un tour guiado de cinco días a Norcorea, ese país clasificado como “paria”, sobre todo por Estados Unidos (EU), con quien recientemente entabló intercambio de amenazas nucleares, pues tanto Kim Jong-un, así como Donald Trump no han parado con sus bravuconerías, las que podrían llevar a una guerra nuclear en la que nadie resultaría vencedor y todo el planeta saldría seriamente perjudicado (ver: https://www.usatoday.com/story/news/politics/onpolitics/2017/09/22/armada-rocket-man-brief-history-trumps-war-words-north-korea/692376001/).
Como decía, Warmbier, pensó que sería más listo que sus norcoreanos anfitriones, y, bajo los efectos de una borrachera, decidió robarse un póster que estaba en un área restringida del hotel en donde él y sus compañeros de tour se hospedaban. El poster contenía una imagen del anterior líder norcoreano, Kim Jong-il (1941-2011), con la leyenda “Armémonos fuertemente con el patriotismo de Kim Jong-il”. El robo de un objeto así es considerado un “grave delito”, castigado con 15 años de prisión y trabajos forzados, mismos a los que Warmbier fue sentenciado, al ser arrestado el 2 de enero del 2016 y juzgado posteriormente. En un video transmitido por la agencia norcoreana de noticias, el joven, de 21 años en ese entonces, confesó su “fechoría” y se pasó 17 meses en la cárcel. Fue, digamos, “liberado” porque contrajo una enfermedad que lo dejó comatoso y así fue regresado a EU en un avión especialmente fletado. A la fecha, aún no se sabe exactamente qué fue lo que le ocasionó tal problema, el que lo condujo, finalmente, a la muerte. A raíz de ese incidente, insuficientemente aclarado, EU ha prohibido viajar a Norcorea a sus ciudadanos y a otros países (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Arrest_and_death_of_Otto_Warmbier).
Sin embargo, esa prohibición se sigue rompiendo, como lo hizo recientemente el escritor estadounidense Kent Russell, quien decidió viajar en un tour, precisamente de YTP y justo ocho días después del fallecimiento de Warmbier. Habiendo pagado 2540 dólares e imbuido del “espíritu de aventura” que todos los participantes de ese tipo de viajes presumen que siempre han tenido, Russell visitó no Norcorea, pero se animó a tomar el “paquete de verano soviético”, que comenzaría en Moscú, recorriendo luego Chechenia y, finalmente, la República de Osetia del sur, conflictivo sitio que antes pertenecía a Georgia y que Rusia ayudó a independizarse de aquélla. Tanto Chechenia, así como Osetia del sur, no son, precisamente, los típicos lugares de vacacionismo comercial.
Russell describió su aventurera experiencia en un artículo titulado The disaster tourist, que publicó el Huffington Post recientemente (ver: http://highline.huffingtonpost.com/articles/en/dark-tourism/).
El grupo tuvo como guía a un irlandés, quien, en todo momento, los instruyó que llenaran los papeles otorgados por la embajada rusa con información falsa, como falsos hoteles y, sobre todo, señalar que el tour principal sería un recorrido por autobús alrededor de Estonia. Y, claro, para nada se tuvo en cuenta la advertencia del Departamento de Estado de EU a sus ciudadanos de no visitar, por ningún motivo Chechenia o la región del Cáucaso Norte, ni tampoco Abkhasia u Osetia del sur. Pero, como señala Russell, eso es lo que menos importa a los osados aventureros.
Ya, señala Russell, desde Moscú, aunque es una “capital mundial”, el turista medio se siente extraño, pues sobre todo los rusos mayores de treinta años, como que no están muy acostumbrados a interactuar con extranjeros, imbuidos aún por la herencia soviética que, entre otras cosas, predicaba el hermetismo ante todo lo fuereño.
Sin embargo, eso es justo lo que personas ávidas de extrañas emociones, como los turistas extremos, es lo que buscan, lo más extraño y extremo que puedan hallar. Y es lo que les tratan de dar, no sólo Young Pioneer Tours, sino agencias rivales tales como Wild Frontiers, Untamed Borders y War Zone Tours (el nombre de esta última, tours en zona de guerra, definiría explícitamente su objetivo extremo, ¿no?, conducir al turista por zonas verdaderamente peligrosas). Dice Russell que “se avocan a un tipo de viajes, desde zonas de guerra, zonas políticamente conflictivas, zonas locales delicadas y otras más que se conocen como ‘turismo aventurero’ o turismo obscuro. Es un galopante mercado, que creció alrededor de 65% entre el 2008 y el 2012 – último año que se dispone de datos –, a un monto de $263,000 millones de dólares anuales. Mucho de tal crecimiento es generado por actividades ‘aventureras’ más comunes, tales como la navegación en canoas a través de rápidas corrientes de ríos (rafting) o el salto de bungee. Pero una buena parte de tal turismo es el mencionado obscuro”. Así que, como se ve, siendo una muy lucrativa actividad, a la que cada año se suman más y más adeptos, seguirá haciéndose, no importa si con ello hay muertos o, como dice Russell, se corra el riesgo con la muerte de un turista de estar al borde de un conflicto diplomático internacional muy grave, como lo que sucedió con Otto Warmbier. De hecho, hasta antes de su muerte, del 70 al 80% de los ingresos de YPT eran gracias a sus viajes a Norcorea. Pero el evento ha tendido a disminuirlos en algo, aunque, de todos modos, siguen haciéndose. O sea, el ser humano no aprende, aun frente a la muerte.
Russell tuvo como compañeros de tour a ocho personas, cuatro mujeres y cuatro hombres, todas mayores de los 31 años que tiene él, occidentales ávidos de aventuras extremas. Todos eran veteranos de YPT, y varios de ellos que han viajado con la agencia desde que hace ocho años comenzó actividades. Han estado en Norcorea, Cuba o Turkmenistán. Y, de hecho, los guías que emplea la agencia han salido todos de sus propios turistas. Supongo que ya estarán tan curtidos y acostumbrados a las “irregularidades” de aquélla y de viajar en tales condiciones que los prefiere, justamente, por esa razón.
Describe Russell cómo hablaban de sus aventuras extremas sus compañeros y aunque él se jacta de haber estado en lugares como Papúa, Nueva Guinea, “cazando brujas”, haber recorrido lugares extraños, hecho cosas raras o haber caminado 1600 kilómetros en la península de Florida, pero, dice “definitivamente era un maldito amateur al lado de estas personas”. Eso da idea de que es gente que, realmente, busca la aventura, quizá a riesgo de su propia vida. Y no son cualquier tipo de personas. Por ejemplo, una era californiana, corredora de bienes raíces. Otro, un hombre de 59 años, empleado retirado de la firma financiera Barclays. Otro, un contador bielorruso, experto en agronegocios y por el estilo. Gente con, digamos, buenos empleos, que se ponen a ahorrar dinero para salir en esos tours de uno o más meses cada año o cada dos años. Dichosos que puedan hacerlo, sobre todo, si ganan en dólares o en euros, pues con las paridades de monedas como el peso, por ejemplo, esos viajes serían prohibitivos para la mayoría de los empleados mexicanos, cuyos cinco salarios mínimos, cuando mucho, que perciben la mayoría, hacen inalcanzables ese tipo de experiencias. No es por nada, por tanto, que la mayoría de tales personas sean empleados occidentales, quienes, a pesar de sus no tan altos salarios, pueden ahorrar y darse tal tipo de lujos.
De Moscú, se dirigieron en tren hacia Vladikavkaz, en donde tomarían un minibús que los conduciría a Chechenia. Y el paisaje resultó una monotonía, con bosques y áreas rurales repitiéndose todo el tiempo, típico de Rusia, que cuenta con vastas áreas agrícolas, de poco desarrollo.
Lamentó mucho Russell no haber podido comprar agua embotellada antes de subir al tren y rellenar su termo con el agua del baño del mismo, la que le provocó una incontenible diarrea que tuvo que desalojar entre sus trusas y pantalones (que más adelante, cuando buscó cómo deshacerse del pantalón, pensó que tendría un problema mayúsculo en Chechenia. Ese incidente lo refiere más tarde Russell).
Narra su aventura en el tren, en donde viajaron en dos compartimientos, las cuatro mujeres en uno y los cuatro hombres, en el otro, y cómo todo fue pasársela conversando y tomando. Tuvieron un incidente algo delicado y peculiar, cuando un ruso que cargaba un perro se acercó a platicar con ellos. Por fortuna, Russell habla algo de ruso, así que su traducción de la conversación no provocó más problemas con el hombre, quien les dijo que había sido un ladrón de motos y que estuvo en prisión cuando “la prisión era de a deveras”. Y que se congratulaba de estar vivo, además de que, ¡absurdo!, era fiel admirador nada menos que de Donald Trump, a quien equiparó con Putin. No deja de dar sorpresas la tan variada y extraña naturaleza humana. De hecho, Russell afirma que también de eso se trata, buscar el entendimiento de otras culturas cuando uno viaja. Pero que su temor es que, cuando se entiende el por qué de las peculiaridades de otra sociedad, sentirá que ya no estará viajando, pues es como si estuviera en casa. En mi particular punto de vista, el mundo está cada vez más estandarizado, que ya hay pocas cosas que nos puedan sorprender. Y quizá al buscar lugares tan extremos, pudiéramos salir de tal, mediocrizadora estandarización.
Cuando al fin arribaron a Vladikavkaz, tomaron el minibús que los llevaría a Grozni, capital de Chechenia. Sus guías allí fueron dos chechenos, llamados Mohammed ambos, muy orgullosos de su país y de su líder, Ramzan Kadyrov. Como señala Russell, Chechenia fue “pacificada” justo por la brutal acción represiva de Kadyrov, a cambio, claro, de que Rusia sostenga y subsidie la economía de ese país. Desde el 2008 hasta el 2012, Moscú ha subsidiado con $120 mil millones de dólares a Chechenia, así que mientras “pague” por mantenerlo “pacífico”, no importan los excesos a los que ese “hombre fuerte” llegue, como el mantener en estado de constante represión a sus conciudadanos. No importa que ataque a homosexuales, que queme las casas de los “extremistas” y otras barbaridades.
Llegaron al extremo de que una de las compañeras del grupo, Inna, contactó al dictador mediante Instagram, se hizo su seguidora y como aquél se hizo su “seguidor”, ella le preguntó si sería posible que tuvieran un encuentro con él, pues, le dijo, “somos un grupo de extranjeros ávidos de vernos con usted”. Claro, el encuentro no tuvo lugar, pero Kadyrov no dejó de agradecerles el gesto.
Fue justo en Grozni en donde Russell experimentó terror extremo. Ya comenté que tuvo una fuerte diarrea cuando viajaron en el tren, que alivió en sus trusas y pantalones al estar durmiendo. Y lo que hizo para deshacerse de la evidencia fue quitarse la ropa, asearse algo, ponerse otra muda, y empacar perfectamente la que estaba llena de excremento. Con el transcurso de los días, ya en Grozni, fue buscar la manera de deshacerse de su empaquetado fecalismo. Tenía muy presente que YTP, claramente establece que “no nos hacemos responsables de los problemas que nuestros clientes tengan, incluyendo, pero no limitados, a cualquier demora, pérdida, accidente, dañó físico, enfermedad, gastos médicos o daño en propiedad privada que se puedan dar durante el viaje”, así que estaba bajo su propia responsabilidad buscando un bote de basura para deshacerse de su carga. Finalmente, Russell lo hizo. Pero, para su sorpresa, justo en ese instante, hombres con ropas militares surgieron de entre varios sitios. Russell, de inmediato imaginó que pensarían que era un extremista que había colocado una bomba en el bote de basura. Y cuando los hombres se acercaban y comenzó a levantar las manos, resultó todo una falsa alarma, pues todos esos hombres, más bien, para su alivio, se dirigieron a molestar a un turista de raza negra que estaba corriendo por los alrededores de un parque, pues es raro ver a alguien de esa raza. Dice Russell que se la pasó riendo un buen rato.
La parte más difícil del tour fue ir a Osetia del Sur, pues es una “zona de guerra”, que, también, es sostenida por Moscú, con una muy frágil “paz”. Fueron revisados en un punto militar de chequeo y ya, hasta eso, ningún problema más tuvieron para entrar a ese territorio, disputado aun por Georgia.
Allí, viajaron por 3885 kilómetros cuadrados de tierras montañosas, esencialmente rurales, ciudades destruidas, pueblos fantasmas, abandonados durante la guerra de Rusia contra Georgia y así. Llegaron a Tskinval, pequeña ciudad que muestra los estragos de la guerra, además del pasado soviético, con decadentes instalaciones de esa época.
El “atractivo” en Osetia del sur es pasar un par de días en una cabaña campesina de alguna familia, que por una módica suma, alimentará y dará de beber a los osados “turistas extremos”. El dinero recibido por una noche, es mucho más de lo que ganarían en una temporada realizando sus cotidianas labores. Por eso, dice Russell, aguantan hasta las impertinencias y los vómitos que el beber en exceso la chacha, una bebida fermentada tradicional que se hace allí, ocasiona.
Y ese fue el final del tour extremo que Russell decidió vivir en carne propia.
El guía le propuso que si quería ir al viaje que recorre el gulag siberiano. Russell, le agradeció, diciéndole que no, que seguramente allí sí se moriría, pues “definitivamente” tanto extremo no es para mí”.
Sin embargo, para los ávidos de extremas emociones, ese tipo de turismo seguirá siendo muy atractivo, aunque para ello se ponga en riesgo la vida misma. Total, han de pensar, “una vida no es vida, sin emociones extremas”.
¿Ustedes qué piensan?