El muy
lucrativo y peligroso turismo extremo
por Adán
Salgado Andrade
El espíritu aventurero
está en la naturaleza de algunos seres humanos, quienes buscan viajar a los más
recónditos y alejados sitios del planeta, con tal de satisfacer ese anhelo de
búsqueda de fuertes emociones. Eso lo podemos ver en la cinta francesa “En los
bosques de Siberia” (Dans les forèst de Sibérie, 2016) en donde Teddy, el
personaje central, busca alejarse de toda su monótona vida, guareciéndose en
una rústica, pequeña cabaña a la orilla de un lago que está congelado en
invierno. Huye de su trabajo de gerente de publicidad, como él mismo lo expresa
en una conversación que sostiene con un ermitaño ruso, con quien entabla gran
amistad. La cinta está basada en una de las aventuras que el escritor y viajero
francés de sitios así, Sylvian Tesson (París, 1972) experimentó en el 2010,
cuando vivió en una aislada cabaña a la orilla del lago Baikal, gracias a lo
cual escribió el libro autobiográfico, que le mereció un premio literario, “Los
consuelos en el bosque: Solo en una cabaña en la taiga siberiana”. La verdad,
al ver la cinta, es evidente que se necesita un gran tesón y fuerza de voluntad
para hacer algo así (ver: https://www.shortstoryproject.com/writers/sylvain-tesson/).
Sobre todo disciplina,
y respeto por las costumbres y los habitantes de los lugares visitados. De no
contarse con esas características, mejor ni arriesgarse. Ah, pero, además, se
debe de contar con buena salud y dinero suficiente para pagar ese tipo de viajes,
que no por rústicos y hasta ecoturísticos, son baratos.
Incluso, es importante
tener plena confianza tanto en sí mismo o con las otras personas con quienes se
esté viajando. La cinta “El planeta más solitario”, 2011, una coproducción de Estados
Unidos (EU) y Alemania, dirigida por la directora ruso-estadounidense Julia
Loktev, muestra lo que sucede cuando una pareja de turistas, Nica y Alex,
comienza a sufrir acosos por parte de los habitantes del lugar extremo en la
montañas del Cáucaso que deciden visitar antes de casarse. Eso, porque se
comportan con bromas y tonterías con tres nativos que se encuentran, quienes,
medio en broma, medio en serio, los amenazan con secuestrarlos. Alex antepone
su seguridad a la de su novia. Y a partir de ese momento, ya nada es igual
entre ellos, deseando, sobre todo Nika, que se termine esa pesadilla lo antes
posible.
Un caso muy publicitado
de un turista extremo que, de repente, violó las reglas, fue el de Otto
Warmbier, un estudiante universitario estadounidense, quien de visita en Hong
Kong, para un intercambio académico, fue seducido por la empresa Young Pioneer Tours, YPT, semiclandestina
agencia de viajes que atrae a sus clientes, jóvenes, principalmente, con el
slogan “¡Este es el viaje que tus padres no desean que hagas!”, para un tour
guiado de cinco días a Norcorea, ese país clasificado como “paria”, sobre todo
por Estados Unidos (EU), con quien recientemente entabló intercambio de
amenazas nucleares, pues tanto Kim Jong-un, así como Donald Trump no han parado
con sus bravuconerías, las que podrían llevar a una guerra nuclear en la que
nadie resultaría vencedor y todo el planeta saldría seriamente perjudicado
(ver: https://www.usatoday.com/story/news/politics/onpolitics/2017/09/22/armada-rocket-man-brief-history-trumps-war-words-north-korea/692376001/).
Como decía, Warmbier,
pensó que sería más listo que sus norcoreanos anfitriones, y, bajo los efectos
de una borrachera, decidió robarse un póster que estaba en un área restringida
del hotel en donde él y sus compañeros de tour se hospedaban. El poster
contenía una imagen del anterior líder norcoreano, Kim Jong-il (1941-2011), con
la leyenda “Armémonos fuertemente con el patriotismo de Kim Jong-il”. El robo
de un objeto así es considerado un “grave delito”, castigado con 15 años de
prisión y trabajos forzados, mismos a los que Warmbier fue sentenciado, al ser
arrestado el 2 de enero del 2016 y juzgado posteriormente. En un video
transmitido por la agencia norcoreana de noticias, el joven, de 21 años en ese
entonces, confesó su “fechoría” y se pasó 17 meses en la cárcel. Fue, digamos,
“liberado” porque contrajo una enfermedad que lo dejó comatoso y así fue regresado a EU en un avión especialmente fletado. A la fecha, aún no se sabe
exactamente qué fue lo que le ocasionó tal problema, el que lo condujo,
finalmente, a la muerte. A raíz de ese incidente, insuficientemente aclarado, EU
ha prohibido viajar a Norcorea a sus ciudadanos y a otros países (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Arrest_and_death_of_Otto_Warmbier).
Sin embargo, esa
prohibición se sigue rompiendo, como lo hizo recientemente el escritor
estadounidense Kent Russell, quien decidió viajar en un tour, precisamente de
YTP y justo ocho días después del fallecimiento de Warmbier. Habiendo pagado
2540 dólares e imbuido del “espíritu de aventura” que todos los participantes
de ese tipo de viajes presumen que siempre han tenido, Russell visitó no
Norcorea, pero se animó a tomar el “paquete de verano soviético”, que comenzaría
en Moscú, recorriendo luego Chechenia y, finalmente, la República de Osetia del
sur, conflictivo sitio que antes pertenecía a Georgia y que Rusia ayudó a
independizarse de aquélla. Tanto Chechenia, así como Osetia del sur, no son,
precisamente, los típicos lugares de vacacionismo comercial.
Russell describió su
aventurera experiencia en un artículo titulado The disaster tourist, que publicó el Huffington Post recientemente (ver: http://highline.huffingtonpost.com/articles/en/dark-tourism/).
El grupo tuvo como guía
a un irlandés, quien, en todo momento, los instruyó que llenaran los papeles
otorgados por la embajada rusa con información falsa, como falsos hoteles y,
sobre todo, señalar que el tour principal sería un recorrido por autobús
alrededor de Estonia. Y, claro, para nada se tuvo en cuenta la advertencia del
Departamento de Estado de EU a sus ciudadanos de no visitar, por ningún motivo
Chechenia o la región del Cáucaso Norte, ni tampoco Abkhasia u Osetia del sur.
Pero, como señala Russell, eso es lo que menos importa a los osados
aventureros.
Ya, señala Russell,
desde Moscú, aunque es una “capital mundial”, el turista medio se siente
extraño, pues sobre todo los rusos mayores de treinta años, como que no están
muy acostumbrados a interactuar con extranjeros, imbuidos aún por la herencia
soviética que, entre otras cosas, predicaba el hermetismo ante todo lo fuereño.
Sin embargo, eso es
justo lo que personas ávidas de extrañas emociones, como los turistas extremos,
es lo que buscan, lo más extraño y extremo que puedan hallar. Y es lo que les
tratan de dar, no sólo Young Pioneer
Tours, sino agencias rivales tales como Wild
Frontiers, Untamed Borders y War Zone Tours (el nombre de esta
última, tours en zona de guerra, definiría explícitamente su objetivo extremo,
¿no?, conducir al turista por zonas verdaderamente peligrosas). Dice Russell
que “se avocan a un tipo de viajes, desde zonas de guerra, zonas políticamente
conflictivas, zonas locales delicadas y otras más que se conocen como ‘turismo
aventurero’ o turismo obscuro. Es un galopante mercado, que creció alrededor de
65% entre el 2008 y el 2012 – último año que se dispone de datos –, a un monto
de $263,000 millones de dólares anuales. Mucho de tal crecimiento es generado
por actividades ‘aventureras’ más comunes, tales como la navegación en canoas a
través de rápidas corrientes de ríos (rafting) o el salto de bungee. Pero una buena parte de tal
turismo es el mencionado obscuro”.
Así que, como se ve, siendo una muy lucrativa actividad, a la que cada año se
suman más y más adeptos, seguirá haciéndose, no importa si con ello hay muertos
o, como dice Russell, se corra el riesgo con la muerte de un turista de estar
al borde de un conflicto diplomático internacional muy grave, como lo que
sucedió con Otto Warmbier. De hecho, hasta antes de su muerte, del 70 al 80% de
los ingresos de YPT eran gracias a sus viajes a Norcorea. Pero el evento ha
tendido a disminuirlos en algo, aunque, de todos modos, siguen haciéndose. O
sea, el ser humano no aprende, aun frente a la muerte.
Russell tuvo como
compañeros de tour a ocho personas, cuatro mujeres y cuatro hombres, todas
mayores de los 31 años que tiene él, occidentales ávidos de aventuras extremas. Todos eran veteranos de YPT, y varios
de ellos que han viajado con la agencia desde que hace ocho años comenzó
actividades. Han estado en Norcorea, Cuba o Turkmenistán. Y, de hecho, los
guías que emplea la agencia han salido todos de sus propios turistas. Supongo
que ya estarán tan curtidos y acostumbrados a las “irregularidades” de aquélla
y de viajar en tales condiciones que los prefiere, justamente, por esa razón.
Describe Russell cómo
hablaban de sus aventuras extremas sus compañeros y aunque él se jacta de haber
estado en lugares como Papúa, Nueva Guinea, “cazando brujas”, haber recorrido
lugares extraños, hecho cosas raras o haber caminado 1600 kilómetros en la
península de Florida, pero, dice “definitivamente era un maldito amateur al
lado de estas personas”. Eso da idea de que es gente que, realmente, busca la
aventura, quizá a riesgo de su propia vida. Y no son cualquier tipo de
personas. Por ejemplo, una era californiana, corredora de bienes raíces. Otro,
un hombre de 59 años, empleado retirado de la firma financiera Barclays. Otro,
un contador bielorruso, experto en agronegocios y por el estilo. Gente con,
digamos, buenos empleos, que se ponen a ahorrar dinero para salir en esos tours
de uno o más meses cada año o cada dos años. Dichosos que puedan hacerlo, sobre
todo, si ganan en dólares o en euros, pues con las paridades de monedas como el
peso, por ejemplo, esos viajes serían prohibitivos para la mayoría de los empleados
mexicanos, cuyos cinco salarios mínimos, cuando mucho, que perciben la mayoría,
hacen inalcanzables ese tipo de experiencias. No es por nada, por tanto, que la
mayoría de tales personas sean empleados occidentales, quienes, a pesar de sus
no tan altos salarios, pueden ahorrar y darse tal tipo de lujos.
De Moscú, se dirigieron
en tren hacia Vladikavkaz, en donde tomarían un minibús que los conduciría a
Chechenia. Y el paisaje resultó una monotonía, con bosques y áreas rurales
repitiéndose todo el tiempo, típico de Rusia, que cuenta con vastas áreas agrícolas,
de poco desarrollo.
Lamentó mucho Russell
no haber podido comprar agua embotellada antes de subir al tren y rellenar su
termo con el agua del baño del mismo, la que le provocó una incontenible
diarrea que tuvo que desalojar entre sus trusas y pantalones (que más adelante,
cuando buscó cómo deshacerse del pantalón, pensó que tendría un problema
mayúsculo en Chechenia. Ese incidente lo refiere más tarde Russell).
Narra su aventura en el
tren, en donde viajaron en dos compartimientos, las cuatro mujeres en uno y los
cuatro hombres, en el otro, y cómo todo fue pasársela conversando y tomando.
Tuvieron un incidente algo delicado y peculiar, cuando un ruso que cargaba un
perro se acercó a platicar con ellos. Por fortuna, Russell habla algo de ruso,
así que su traducción de la conversación no provocó más problemas con el
hombre, quien les dijo que había sido un ladrón de motos y que estuvo en
prisión cuando “la prisión era de a deveras”. Y que se congratulaba de estar
vivo, además de que, ¡absurdo!, era fiel admirador nada menos que de Donald
Trump, a quien equiparó con Putin. No deja de dar sorpresas la tan variada y
extraña naturaleza humana. De hecho, Russell afirma que también de eso se
trata, buscar el entendimiento de otras culturas cuando uno viaja. Pero que su
temor es que, cuando se entiende el por
qué de las peculiaridades de otra sociedad, sentirá que ya no estará
viajando, pues es como si estuviera en
casa. En mi particular punto de vista, el mundo está cada vez más
estandarizado, que ya hay pocas cosas que nos puedan sorprender. Y quizá al
buscar lugares tan extremos, pudiéramos salir de tal, mediocrizadora
estandarización.
Cuando al fin arribaron
a Vladikavkaz, tomaron el minibús que los llevaría a Grozni, capital de
Chechenia. Sus guías allí fueron dos chechenos, llamados Mohammed ambos, muy
orgullosos de su país y de su líder, Ramzan Kadyrov. Como señala Russell,
Chechenia fue “pacificada” justo por la brutal acción represiva de Kadyrov, a
cambio, claro, de que Rusia sostenga y subsidie la economía de ese país. Desde
el 2008 hasta el 2012, Moscú ha subsidiado con $120 mil millones de dólares a
Chechenia, así que mientras “pague” por mantenerlo “pacífico”, no importan los
excesos a los que ese “hombre fuerte” llegue, como el mantener en estado de
constante represión a sus conciudadanos. No importa que ataque a homosexuales,
que queme las casas de los “extremistas” y otras barbaridades.
Llegaron al extremo de
que una de las compañeras del grupo, Inna, contactó al dictador mediante
Instagram, se hizo su seguidora y como aquél se hizo su “seguidor”, ella le
preguntó si sería posible que tuvieran un encuentro con él, pues, le dijo,
“somos un grupo de extranjeros ávidos de vernos con usted”. Claro, el encuentro
no tuvo lugar, pero Kadyrov no dejó de agradecerles el gesto.
Fue justo en Grozni en
donde Russell experimentó terror extremo. Ya comenté que tuvo una fuerte
diarrea cuando viajaron en el tren, que alivió en sus trusas y pantalones al estar
durmiendo. Y lo que hizo para deshacerse de la evidencia fue quitarse la ropa,
asearse algo, ponerse otra muda, y empacar perfectamente la que estaba llena de
excremento. Con el transcurso de los días, ya en Grozni, fue buscar la manera de
deshacerse de su empaquetado fecalismo. Tenía muy presente que YTP, claramente
establece que “no nos hacemos responsables de los problemas que nuestros
clientes tengan, incluyendo, pero no limitados, a cualquier demora, pérdida,
accidente, dañó físico, enfermedad, gastos médicos o daño en propiedad privada
que se puedan dar durante el viaje”, así que estaba bajo su propia
responsabilidad buscando un bote de basura para deshacerse de su carga.
Finalmente, Russell lo hizo. Pero, para su sorpresa, justo en ese instante,
hombres con ropas militares surgieron de entre varios sitios. Russell, de
inmediato imaginó que pensarían que era un extremista que había colocado una
bomba en el bote de basura. Y cuando los hombres se acercaban y comenzó a levantar
las manos, resultó todo una falsa alarma, pues todos esos hombres, más bien,
para su alivio, se dirigieron a molestar a un turista de raza negra que estaba
corriendo por los alrededores de un parque, pues es raro ver a alguien de esa
raza. Dice Russell que se la pasó riendo un buen rato.
La parte más difícil
del tour fue ir a Osetia del Sur, pues es una “zona de guerra”, que, también,
es sostenida por Moscú, con una muy frágil “paz”. Fueron revisados en un punto
militar de chequeo y ya, hasta eso, ningún problema más tuvieron para entrar a
ese territorio, disputado aun por Georgia.
Allí, viajaron por 3885
kilómetros cuadrados de tierras montañosas, esencialmente rurales, ciudades
destruidas, pueblos fantasmas, abandonados durante la guerra de Rusia contra
Georgia y así. Llegaron a Tskinval, pequeña ciudad que muestra los estragos de
la guerra, además del pasado soviético, con decadentes instalaciones de esa
época.
El “atractivo” en
Osetia del sur es pasar un par de días en una cabaña campesina de alguna
familia, que por una módica suma, alimentará y dará de beber a los osados
“turistas extremos”. El dinero recibido por una noche, es mucho más de lo que
ganarían en una temporada realizando sus cotidianas labores. Por eso, dice Russell,
aguantan hasta las impertinencias y los vómitos que el beber en exceso la chacha, una bebida fermentada tradicional
que se hace allí, ocasiona.
Y ese fue el final del
tour extremo que Russell decidió vivir en carne propia.
El guía le propuso que
si quería ir al viaje que recorre el gulag siberiano. Russell, le agradeció,
diciéndole que no, que seguramente allí sí se moriría, pues “definitivamente”
tanto extremo no es para mí”.
Sin embargo, para los
ávidos de extremas emociones, ese tipo de turismo seguirá siendo muy atractivo,
aunque para ello se ponga en riesgo la vida misma. Total, han de pensar, “una
vida no es vida, sin emociones extremas”.
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