De cómo el capitalismo salvaje niega la propiedad de lo que se compra
por Adán Salgado Andrade
El capitalismo salvaje siempre ha
mantenido una tenaz competencia tecnológica en todos sus sectores, con tal de
que sean solamente unas cuantas compañías las que salgan avante dentro de ese canibalismo industrial.
A lo largo de su existencia,
cientos de empresas y corporaciones han sido creadas y destruidas por esa ley capitalista de que únicamente las
más fuertes, o sea, las más avanzadas tecnológicamente y con más recursos, más
capital, sobre todo, sean las que prevalezcan. Muchas de las que logran
sobrevivir es porque no sólo avanzan tecnológicamente sino que, incluso,
cambian del giro original al que se dedicaban inicialmente, pues es muy difícil
que tal sobrevivencia se logre si se insiste en únicamente dedicarse a hacer
siempre lo mismo. Uno de tales emblemáticos ejemplos es la empresa
estadounidense General Electric, GE, la que comenzó hace más de cien años tan
sólo fabricando lámparas incandescentes. Actualmente, el porcentaje que
representa la fabricación de focos es del uno por ciento. Para seguir activa,
GE ha debido no sólo adoptar los cambios tecnológicos para continuar fabricando
focos, sino que ha debido también diversificarse, tanto que, como señalé, los focos
ahora constituyen la parte más pequeña de sus actividades. Actualmente, la
parte más importante de dicha empresa es su división financiera, llamada GE Capital, la que representa,
increíblemente, la mitad de sus negocios, 50%. Otro muy importante porcentaje
de sus actividades lo constituyen sus sistema de electrificación, como plantas
y estaciones productoras de electricidad, las que representan casi el 12%. Y,
claro, no podían faltar sus actividades relativas a la fabricación de equipo
militar, ya que GE fabrica los motores que impulsan los jets militares F/A 18E Super Hornet, muy empleados por
el Pentágono.
Otro caso es el de la empresa
japonesa Sony, la que comenzó hace más de sesenta años haciendo freidoras de
arroz, para luego convertirse, en los años 1970’s y 1980’s, en líder de
productos electrónicos, tales como cámaras, videograbadoras, videocaseteras,
equipos de sonido y así. Sin embargo, ante la fuerte competencia de otras
empresas japonesas, además coreanas y chinas, de repente dio un verdadero giro,
adquiriendo a inicios de los 1990’s la empresa fílmica estadounidense Columbia Pictures. Actualmente, también
más de la mitad de los ingresos de Sony se originan por su muy importante
división fílmica, que incluye a Columbia Tristar (ahora Sony Tri-star), así
como a Sony Pictures y su división de efectos especiales. De no haber sido por
ese repentino giro, Sony habría sucumbido ante la fuertísima competencia de
empresas coreanas como Samsung o LG.
Pero también, cuando no basta con
los avances tecnológicos o los cambios de giro para subsistir, el capitalismo
salvaje tiene excelentes aliados en las mafias políticas que comparten su
insaciable poder.
Escribí en otro artículo cómo,
por ejemplo, corporaciones estadounidenses recurren a la mafia política de
Estados Unidos (EU) para proteger aguerrida y hasta criminalmente sus derechos
de copyright, más ahora que
supuestamente el Internet ha propiciado, según las empresas, que se infrinja la
propiedad intelectual. Fue el caso de cuando en enero del 2012 se actuó contra
la ya extinta empresa Megaupload, cuyo
creador y dueño, el señor Kim Dotcom, fue prácticamente secuestrado en su casa
de Nueva Zelanda. Arbitrariamente, el “gobierno” de ese país dejó actuar
libremente, nada menos que al FBI, agencia estadounidense que, en clara violación
a la “soberanía” de tal, entreguista país, coordinó el asalto a la mansión de
Dotcom, a quien se le imputaron cargos de piratería y “apropiación” ilegal de
propiedad intelectual, tanto de estudios cinematográficos, así como de
compañías musicales. De nada valieron los argumentos que trató de dar Dotcom,
de que, de ninguna manera, su empresa alentaba la piratería y que lo único que
hacía era permitir la descarga de material de todo tipo sin que mediara,
afirmó, el lucro de por medio. Y aunque así hubiera sido, la forma en que se le
trató fue totalmente humillante, pues no sólo se le obligó a cerrar la empresa,
sino se le confiscaron todos sus bienes, incluida su casa, para “pagar” una
“compensación” a las empresas perjudicadas, además de que se le impusieron
fuertes multas, y de que tuvo que pasar algún tiempo en la cárcel. Dotcom
actualmente entabla una demanda contra EU, con cargos desde allanamiento ilegal
de morada, violación a la soberanía de un país (al que también demandó), así
como ilegal secuestro y encarcelamiento en Nueva Zelanda (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/03/el-capitalismo-salvaje-y-su-salvaje.html).
Lo mismo hizo EU cuando, de nueva
cuenta, agentes del FBI, que operaron como si estuvieran en su propio país,
arrestaron en Latvia a Rodolfo Rodríguez Cabrera, un cubano muy hábil en copiar
y hackear máquinas tragamonedas
fabricadas por la empresa International
Game Technology, IGT. Hasta ese lejano país llegó la “justicia
estadounidense” a proteger los intereses de IGT. De nada valieron las
justificaciones que dio Cabrera, de que por ser ferviente admirador de IGT,
había intervenido la tecnología de tales máquinas y ya estaba haciendo las
suyas propias. Quizá en este caso haya tenido IGT algo de razón para pedir la
actuación de la “justicia”, pero tampoco justifica que por “ejercer” tal
“justicia”, se deba de actuar en contra de la ley, como hace EU muy
frecuentemente, a través de sus agencias policiacas (ver artículo citado).
Pues bien, empleando tal paranoia
“defensiva”, ahora el capitalismo salvaje pretende negar la propiedad de lo que
se compre, arguyendo que aunque vende determinado producto, tal venta no da
derecho pleno sobre dicho producto.
En un artículo reciente de la
revista tecnológica Wired, se expone
cómo tal argumento está siendo empleado por la empresa fabricante de maquinaria
agrícola John Deere, la que alega que
el precio pagado por sus tractores, no da derecho a los compradores a intervenirlos, sobre todo en su
software, aun cuando se trate de repararlos.
Señala la empresa que el precio
pagado sólo autoriza el uso de tales máquinas, pero que, en caso de que se
llegaran a descomponer, el “propietario” o, más bien, el “concesionario”, como
ahora dicha empresa pretende ver a sus clientes, no está autorizado a manipular
el software que emplea el tractor,
incluso cuando se trate de repararlo, pues eso sería invadir y violar propiedad intelectual.
Señala Kyle Wiens, autor del artículo,
que el argumento de la empresa para impedir que un granjero al que se le
descomponga su tractor y busque cómo repararlo, es que “manipulando” el
software del tractor, por ejemplo, podría, entre otras cosas, tener como negativa consecuencia el “piratear”
música. Y, señala Wiens, irónico, que no ve cómo un ocupado granjero pueda
bajar música cuando está arando o cosechando sus tierras y si eso, piratear música, sea realmente de su
interés.
Ese mismo pobre e infundado
argumento, está siendo empleado por muchas corporaciones, las que se oponen a
dejar abiertos los sistemas operativos de sus productos, como autos, por
ejemplo. General Motors, por citar una, está también de acuerdo con el
argumento de John Deere, en el sentido de que, al dejar libres los programas
computacionales de sus autos, eso daría lugar a piratería y a realizar
modificaciones que afectaran la operación y rendimiento de sus vehículos, como
que tuvieran más velocidad al modificar su sistema mecánico. Pero, como dice Wiens,
es también absurdo el argumento, ya que si un automovilista excede la
velocidad, será multado por la policía o si modifica el rendimiento de
gasolina, será sancionado por la EPA, la agencia que se encarga en EU de
verificar, según, que se “contamine” digamos, dentro de las “normas”.
En realidad, lo que subyace tras
de todo eso es el miedo atroz que las empresas tienen de perder la supremacía
tecnológica, más en esta época en que es relativamente fácil copiar y/o
piratear tecnología como, en efecto, hacen muchas empresas, chinas, sobre todo.
El llamado R&D, es decir, la investigación y el desarrollo, son tareas que
se han facilitado mucho debido a que cada vez, debido justo a los adelantos
tecnológicos, es más fácil su generalización, ya que esos mismos adelantos, se
acompañan de las técnicas que permiten tal generalización (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2007/11/el-outsourcing-en-r.html).
Por ejemplo, cómo se va a evitar
la piratería de material fílmico o musical si existen aparatos duplicadores o
el formato mp3, que facilita mucho
más copiar y transferir archivos de cualquier tipo.
El problema radica también en que
en EU la Digital Millennium Copyright Act,
DMCA, absurda ley que determina qué es una máquina y qué es un programa, no
tiene muy claro qué es lo que sí se puede copiar y lo que no, pero, en todo
caso, lo que sí es evidente es que es una forma oficial, muy caduca, de
“proteger” a las empresas y sus productos.
Pero muchos cuestionan a la DMCA,
expresando que, en lugar de proteger a las empresas mediante absurdas
prohibiciones, como lo que arguye John Deere, con tantas trabas lo único que
hace es retrasar la innovación, ya que, por ejemplo, si por ella se protege una
patente o un producto que pudieran mejorarse mediante alguna modificación, es
una forma de, en efecto, retrasar o, de plano, detener cualquier intento de
buscar mejores productos.
Arguye Wiens que por eso es que se
alienta, con esa posición, que las empresas sean hasta conformistas y que no
ofrezcan más que aquello que les siga conviniendo, que no afecte el consumo de
sus productos, aunque éstos sean muchas veces mediocres y funcionen mal. Es lo
que ha sucedido con las empresas automotrices estadounidenses, las que quedan,
que por sus prácticas más bien monopólicas y no de avances tecnológicos, han
ido sucumbiendo ante el mercado asiático y europeo de vehículos, con autos que
incluso ahora gastan más combustible y son menos eficientes en comparación con
vehículos de los 1960’s (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/05/decadencia-y-desindustrializacion-de.html).
Advierte Wiens que una
consecuencia de poner candados a los sistemas operativos de la maquinaria que
fabrica John Deere es que ya ha visto a granjeros que no pueden reparar su
costoso equipo, justo por tales candados, con tal de que técnicos independientes
no puedan acceder al software para arreglar la falla. Por eso, señala, es que
muchos granjeros han preferido comprar maquinaria vieja, para que no sea
computarizada y que no enfrenten esos problemas. De que sirve, entonces, agrega
Wiens, tanto supuesto avance, si al final, los consumidores podrían ir,
incluso, a la cárcel si deciden por su propia cuenta intervenir sus
adquisiciones para, ya no digamos, mejorarlas, sino al menos repararlas.
Claro que las empresas lo hacen
para garantizar no sólo el consumo de sus defectuosos productos, sino de sus
muy costosas reparaciones, cuando la venta de aquéllos disminuya. Subyacen,
pues, las trampas para obligar a todo tipo de consumo. Incluso, se programa lo
que venden para que tenga una vida útil, cada vez más corta, que ni siquiera se
puedan reparar, con lo que se llama la obsolescencia programada (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2011/10/la-obsolescencia-programada-el.html).
Pero, finalmente, de lo que se
trata, es de otro nuevo intento del capitalismo salvaje por perpetuar su muy
decadente y enfermiza sed de insaciables ganancias y poder. Aunque con ello,
termine de depredar lo que aun nos queda de este pobre planeta.