El silencio de Obama
Por Adán Salgado Andrade
La franja de Gaza es una pequeña porción de tierra que mide alrededor de 41 kilómetros de largo por entre 6 y 12 kilómetros de anchura, que se extiende a lo largo del mar Mediterráneo en una de sus fronteras. La otra es con Egipto, al suroeste. Y todo el oriente de este pequeño territorio hace frontera con Israel. Dicho territorio, junto a Cisjordania (llamada también “Franja occidental” o “West Bank”), son las tierras de las que está formada Palestina. Este país perdió durante la primera mitad del siglo veinte casi todo su territorio, debido a las imposiciones colonialistas de Inglaterra que, arbitrariamente, después de la segunda guerra, en 1947, decidieron en las tierras despojadas a los palestinos, establecer a la nación judía, la cual, hasta entonces, por razones históricas, no había tenido un territorio formal (aunque esto no impidió que, ya en esos años, el gran poder económico de los judíos en todo el mundo fuera un hecho). Nació así Israel, país desde entonces muy apoyado por Estados Unidos. Y como fuera creciendo la población original de judíos, su ambición por irse anexando más y más tierras palestinas, fue creando los conflictos violentos de los que, nuevamente, el mundo atestigua uno más.
Independientemente de que Israel siempre ha justificado sus intensos y desequilibrados ataques contra los palestinos por “razones de seguridad”, hay que ver que no son comparables contra el supuesto daño que han provocado los grupos palestinos beligerantes, tales como los ataques guerrilleros o los bombazos suicidas. Y aquí sólo señalaré que en el presente análisis no defiendo la violencia de ninguno de los dos bandos. Nunca he estado de acuerdo, por ejemplo, con los ataques suicidas palestinos contra israelitas, en donde muere gente inocente cuyo único problema fue estar a la hora y en el lugar equivocado (y tampoco, por ende, estoy de acuerdo en los así llamados “ataques terroristas” en ningún lugar del mundo, pues son una forma de irracional violencia que sólo produce caos y generalmente agudiza los problemas que pretenden “solucionar”). Incluso puede ser que en tales atentados muera gente que esté en contra de la represión militar contra palestinos que realiza el ejército israelí. Por ejemplo, un grupo de manifestantes de la izquierda israelí se manifestó hace unos días frente a la casa del primer ministro Ehud Olmert, con mantas que decían “Judíos y árabes se rehúsan a ser enemigos” o “El ejército israelí y Hamas están peleando a nuestras expensas”. Esta última consigna es muy clara en el sentido de que lo que hagan los grupos gobernantes, sobre todo en la defensa de sus intereses, que no siempre son los de sus gobernados, puede estar en contra de los intereses de éstos. Sí, porque podría considerarse poco prudente de Hamas, aún cuando aduce la defensa de los intereses de su pueblo (algo perfectamente entendible y loable), lanzar sus ataques (no comparables a los israelíes, repito) contra Israel, si ya se sabe, por experiencias pasadas, que la brutal reacción de los judíos contra ellos tiene muy lamentables “efectos colaterales”, o sea, la muerte de cientos de civiles inocentes y la bárbara destrucción de infraestructura urbana (edificios, casas, puentes, caminos, escuelas), que para un pueblo pobre, como es el palestino, ha costado tantos esfuerzos materializar y que quizá no pueda volver a tener. Cuánto tiempo, por ejemplo, lleva construir una casa, muchos años... y que en unos segundos un cañonazo de un tanque israelí puede hacer pedazos. En esas lamentables muertes, en esa insensata destrucción, quizá no estén pensando los líderes de Hamas cuando lanzan sus cohetes, por mucho que su solidario pueblo les brinde su incondicional apoyo, el cual, supuestamente, le permite a los combatientes de Hamas instalar sus pertrechos en casas, escuelas, departamentos, sí, hasta servirle, inclusive, de escudos humanos (eso ha empleado de justificación el ejército judío para atacar objetivos civiles, pues, asegura, en ellos se apertrechan armas y guerrilleros de Hamas. Dice que a la gente se le han lanzado volantes informando que “esta zona será bombardeada, favor de desalojarla”. Vaya “amabilidad”, avisar que en unos instantes la casa de alguien será destruida, sin mayor preámbulo, así que se le suplica, muy amable y decentemente, abandonarla, no sea que “vaya a ser lastimado”).
Pero si el gobierno israelí se ha referido siempre a los atacantes suicidas o a los cohetes lanzados por Hamas como “atentados terroristas”, qué se puede decir de los ataques que un ejército profesional, perfectamente armado y pertrechado, está infligiendo contra población civil inocente, de la que ya se cuentan más de 700 muertos, la mayoría mujeres y niños (basta ver en Internet las desgarradoras imágenes de gente muy malherida o de cadáveres de infantes terriblemente mutilados y carbonizados para que la sangre se nos hiele por esas terribles escenas). Y siempre, empleando tal justificación, ha sido que el ejército israelí ha practicado infames bombardeos masivos e invasiones de sus soldados a tierras palestinas. Eso sucedió, por ejemplo, en el 2002, cuando también Israel bombardeó masivamente ciudades palestinas de la franja occidental, tales como Ramala y otras igualmente importantes (esa incursión la llamó “Operación Escudo Defensivo”). En 2003 hubo más ataques, sobre todo contra Gaza. Y en 2006, cuando el brazo político de Hamas ganó las elecciones en la franja de Gaza (victoria que de inmediato deploraron la mayoría de los aliados de Israel, como EU, Inglaterra, Francia, Italia, entre otros), también con la llamada “Operación Lluvia de Verano”, los militares israelíes bombardearon masivamente ciudades palestinas. La razón esgrimida fue que, además de los ataques terroristas, Israel no podía aceptar que un grupo “terrorista” como Hamas estuviera en el gobierno (supongo que al seguir considerando un grupo terrorista a Hamas, le retroalimentó a este su innata beligerancia, aunque hubiera tratado de renunciar a la violencia). Y en ese mismo año también por ataques poco significativos del grupo libanés Hezbollah, como una protesta contra los ataques israelíes a Gaza, contra soldados israelíes (tres murieron, dos fueron heridos y dos secuestrados), el ejército israelí lanzó un desproporcionado ataque contra Líbano, en el cual más de 1000 civiles fueron asesinados, se dañó severamente infraestructura urbana (plantas de generación eléctrica, edificios, puentes, caminos...), además de que se desplazó a más de un millón de libaneses de la zona del conflicto. Y los daños económicos que tan brutal acto de prepotencia militar dejó, aún no han podido superarse en ese país árabe. En el actual conflicto, Israel justificó que fue debido a que Hamas rompió la tregua impuesta, pero lo que no se ha dicho por ningún lugar es que el rompimiento se debió a que Israel asesinó a palestinos “sospechosos” de ser atacantes (un estudio reciente demuestra que el 75% de las ocasiones en que se ha roto una tregua, se ha debido a que Israel ha asesinado a palestinos, sin una firme razón). Tampoco se aclara que el sometimiento por parte de Israel de Gaza es inhumano, pues desde finales del 2006, prácticamente se han cerrado todos los cruces fronterizos, impidiéndose así la entrada de cuestiones tan básicas como alimentos, medicinas, combustibles... Antes de que Hamas ganara el poder, Israel exportaba o permitía la entrada de alrededor de 9000 necesarios artículos a esa región, luego de lo cual sólo autorizó 20 productos, so pretexto de que así se debilitan a los terroristas. Por el racionamiento, por ejemplo, de combustibles y energéticos, se han cerrado plantas eléctricas en Gaza, las que proporcionan un 30% del consumo. Los medicamentos escasean, así como los alimentos (el agua potable, por ejemplo, está a punto de generar una crisis sin precedentes, ya que el acuífero del que se surte Gaza, está sobreexplotado y muestra, además, signos de contaminación del agua marina, que lo está invadiendo, dados sus reducidos niveles, lo que ya está provocando males y enfermedades gastrointestinales entre los gazaítas). Y eso era antes del actual conflicto, durante el cual, se están restringiendo a cero los permisos para el tráfico comercial a Gaza o de palestinos que pudieran pasar a Israel a surtirse de viandas. Por eso en 2006 los gazaítas de plano allanaron la frontera con Egipto, para comprar todo lo básico, como alimentos, que por culpa del cerco judío, ya no podían conseguir. Y en estos días, para empeorar esa situación de emergencia humanitaria, Egipto se sumó a la acción genocida israelí al cerrar su frontera y vigilarla fuertemente con soldados y equipo militar (claro, tampoco se puede esperar nada de Egipto, país en donde hasta las manifestaciones públicas pacíficas siguen siendo consideradas “delitos graves” por la dictadura reinante de Hosni Mubarak). Pero la respuesta ante tanto sometimiento es todavía más sometimiento con los inmisericordes bombardeos y la invasión militar.
Así que los muertos que tantas incursiones han dejado suman miles, en tanto que los así llamados ataques “terroristas” palestinos (los atacantes suicidas o el lanzamiento de cohetes por grupos guerrilleros como Hamas o Hezbollah), desde su inicio no han provocado ni 500 decesos. En el actual conflicto, al momento de escribir estas líneas, van asesinados casi 900 palestinos, contra 14 israelitas, de los cuales 11 eran soldados (6 muertos por error por sus propios compañeros) y apenas tres civiles. Así que si hacemos cálculos, tendríamos casi 64 fallecimientos palestinos por cada fallecimiento judío. Y esa proporción, por mucho que varios analistas traten de justificar las incursiones israelitas como de “legítima defensa”, simplemente es indefendible. Y eso, sólo por el lado del conflicto, pero fuera de él, veamos cómo el mundo, sobre todo Estados Unidos, incondicional aliado de Israel, ha contribuido a su materialización.
Por un lado, EU ayuda militarmente a Israel (sobre todo porque este país es un importante contrapeso dentro del mundo árabe), so pretexto de que las armas que son donadas a Israel son para “legítima autodefensa” o “seguridad interna”. Tan sólo la ya agonizante administración del ineptamente beligerante George Bush, ha ayudado con $2400 millones de dólares (mmd) cada año a Israel y el año pasado, 2008, se planeó aumentarla en un 25%, o sea, unos $600 mdd. Pero no conforme con eso, además del gran negocio que dicha “ayuda” significa para los fabricantes de armas (hay que recordar que EU es el primer fabricante y exportador mundial de este muy lucrativo negocio, el que monta a nivel global nada menos que un billón de dólares), tan sólo en el pasado año de 2008, las ventas de armas estadounidenses a Israel ascendieron a nada menos que 22,000 millones de dólares (esta suma, como comparación, más o menos es el dinero que los inmigrantes mexicanos en EU mandaron a México en el 2007). Entre lo vendido están 75 aviones de combate F-35, nueve aviones de transporte de tropas C-130 y cuatro barcos de combate. Así que si en este infame conflicto hay ganadores, los primeros son los fabricantes de armas como General Dynamics, Northrop Grumman, Raytheon Missile Systems, Boeing, General Electric, AM General... y así. Y sobre esa situación, la New American Foundation (una crítica organización no gubernamental que denuncia el intervencionismo militar estadounidense) señala que es deplorable que armas estadounidenses sean empleadas en un conflicto que a todas luces rompe los acuerdos bajo las cuales pueden emplearse, como es el atacar a población civil inocente con ellas. Además, en un análisis imparcial, esos mismos fabricantes de armas (sean estadounidenses, rusos, chinos, franceses, ingleses, italianos, checos...), también ganarían por la venta “clandestina” de armas al brazo armado de Hamas, las que, se presume, proceden de contrabandistas que operan desde Egipto.
La siguiente ganadora es la recesiva economía de EU, que hará cuanto pueda, con tal de aliviar en algo sus profundos males, provocados, sobre todo, por la debacle financiera, que tiende a agravarse y está muy lejos de tocar fondo (leer en el Internet mi artículo “El convenenciero capitalismo salvaje”). Y si en las soluciones está el vender armas y alentar con dicha acción conflictos bélicos, pues adelante. Esto, desde el punto de vista del capitalismo, es algo lógico, pues las armas, finalmente, son mercancías, cuyo valor de uso (su utilidad, pues), es la de destruir, matar. Así que las guerras son una forma digamos que “legítima” de emplearlas. Y no cuesta trabajo imaginar que las bodegas del ejército israelí estarán llenas de armas, gracias a la “ayuda” militar estadounidense, así que deben de emplearse, no vaya a ser que con el tiempo pudieran caducar y fallar (esto no es especulación. Guerras como las dos de EU contra Irak, sirvieron para disminuir los repletos inventarios de armas que estaban por caducar que el Pentágono poseía). Así que los bombardeos masivos servirían, pues, para emplear y justificar la “ayuda” estadounidense, la cual, de otra manera, no se seguiría dando (aunque de todos modos Israel es excelente para crearse enemigos, otro de los cuales es Irán, por ejemplo) y a Israel no le quedaría más remedio que comprar su equipamiento militar (además de sufragar los gastos que la propia guerra genera, los que se estiman entre 25 y 45 millones de dólares diarios). Los terceros en ganar serán las compañías constructoras, sobre todo israelíes y estadounidenses, las cuales, amparadas por “programas de reconstrucción” (auspiciados quizá por organizaciones mundiales tales como la ONU), deban de rehacer la mutilada infraestructura urbana que está siendo demolida por los intensos bombardeos israelíes (basta ver fotografías de edificios enteros, públicos y habitacionales, reducidos a escombros, puentes, casas, calles), porque algo se tendrá que rehacer, indudablemente.
Y, bueno, pero hasta ahora no he mencionado para nada al señor Barack Obama, que da título a este análisis. Sucede que Obama, tanto para estadounidenses, como para todo el mundo, es una esperanza de cambio que, se supone, ayudará a destrabar todos los problemas en los que está inmerso EU, particularmente la severa recesión económica que actualmente padece dicho país y el mundo entero, además de los problemas que la idiotamente beligerante administración Bush, casi por concluir, ha dejado. Pero analizando las acciones que hasta ahora Obama, como presidente electo, ha considerado, al parecer tal esperanza se desvanece.
Antes de pasar al plano de la ofensiva militar que estamos analizando, veamos de pasada lo que Obama ha hecho en el campo económico, por ejemplo. Resulta que ha referido que más que aliviar directamente las deudas de millones de estadounidenses que han perdido sus casas a consecuencia de la crisis de los créditos, dará preferencia a la reestructuración de las deudas de los negocios y empresas, pues ha declarado que si en realidad se desea reactivar la actividad económica, son precisamente tales negocios y empresas a los que se debe de apoyar, con tal que el efecto multiplicador de rescatarlos se proyecte, enseguida, en la creación de empleos. Sin embargo, algo que no está considerando Obama, es que no sólo rescatando a los empresarios de su país se reactivará a la actividad económica, pues sin el debido consumo por parte de la población, el rescate estará lejos de completarse. Ya declaró que de ninguna manera permitirá que quiebren los bancos, y estuvo de acuerdo con el intento inicial, por parte de la administración Bush, de inyectar más de 700,000 millones de dólares a esos ineficientes barones del dinero. También se declaró a favor de ayudar a las llamadas “Big tree”, o sea, los fabricantes estadounidenses de autos (General Motors, Ford Motor Company y Chrysler) y se mostró muy inclinado a rescatar a esos ineficientes sectores automotrices, con tal de que no se pierdan los dos millones de empleos que generan directa e indirectamente (pero sobre esto, el premio Nobel de economía 2008, el señor Paul Krugman, duda que dicho sector sobreviva en el largo plazo, tanto como consecuencia de la crisis, como también por la agresiva competencia de automotrices extranjeras, tales como las japonesas o las asiáticas). Sin embargo, si el consumo social no se reactiva, de nada servirá inyectar millones de dólares para dicho rescate, pues si se fabrican los autos, pero no hay nadie que los compre, sólo habrá sido dinero tirado a la basura. Y es que este es el clásico círculo vicioso de toda crisis capitalista, pues las empresas afectadas comienzan a despedir trabajadores o a cerrar, lo que atrae como consecuencia una disminución del consumo, lo que llevará al cierre de otros sectores, que implicará más despidos... y así. Por ello, lo que Obama tendría que plantear sería la concesión de créditos a las familias (lo ha dicho, pero de manera muy superficial), para que con dinero público, a través de aquéllas, se iniciara la compra, por ejemplo, de vehículos. Y esto no es otra cosa que keynesianismo puro, en el cual el estado es rector de la economía y los capitalistas crecen merced a la acción estatal. El capitalismo, pues, es un gran oportunista, porque cuando no puede solo, recurre al estado para su salvación, como ahora sucede, que no sólo en EU, sino en todo el mundo se están “rescatando” a los ineficientes, avorazados bancos.
En segundo lugar, Obama ha declarado que está a favor de seguir apoyando a la industria armamentista estadounidense, pues dice que es un “muy importante” sector de la economía de EU, de entre los considerados “vitales”. Claro que es así, pues además de ser el primer fabricante y exportador mundial de armas (es un gran negocio, pues), es parte del dominio hegemónico estadounidense su poderío militar y Obama, de ninguna manera, objetará ese poder. Y si eso seguirá alentando la existencia de guerras, pues las armas deben necesariamente de emplearse, adelante con ellas. Me pregunto, entonces, ¿esa es la ética que el hombre de la esperanza mundial habrá de profesar?
En tercer lugar, en los nombramientos de su futuro gabinete, se está rodeando de gente que siempre ha favorecido la política de hegemonía militar estadounidense (sus constantes invasiones, por ejemplo), combinada con la acérrima defensa del neoliberalismo económico, con tal de que las empresas estadounidense puedan seguir operando a sus anchas por todo el mundo, más ahora que la brutal recesión económica buscará una política de mayor “libre comercio”, mediante la cual, EU venda cuanto pueda y compre lo menos posible. Por ejemplo, Hillary Clinton se pretende que sea la futura secretaria de Estado. Ella fue, al igual que la mayoría de políticos estadounidenses, de las que apoyó, en su momento, la invasión a Irak (aunque ahora, como muchos, se arrepiente de haberlo hecho, en vista del caos que se ha hecho de ese pobre país). Robert Gates, a quien Obama ratificará como secretario de la Defensa, apoyó y gestionó abiertamente las invasiones a Afganistán y a Irak, además de que fue jefe de la CIA durante la gestión de Bush padre, y algo tuvo que ver con el famoso escándalo Irán-contras. Joe Biden, futuro vicepresidente, también apoyó la invasión a Irak y se le considera un “halcón “ de la política estadounidense exterior... y siguen los nombres del futuro gabinete, en donde realmente no hay personajes nuevos, sino que se trata de reciclajes de personalidades que desde la era Bill Clinton han estado allí, para defender los intereses estadounidenses a cualquier costo.
Por último, ansiosamente el mundo ha querido conocer la posición de Obama en el actual conflicto israelí-palestino. El presidente electo se limitó hace unos días a decir que “eran muy lamentables las muertes de civiles en Palestina”, y ya. Sin embargo, uno de sus ayudantes, David Axelrod, se apresuró a declarar el domingo 27 de diciembre del año pasado, casi al inicio del conflicto, que su jefe apoyaba a Israel y que “culpaba” a Hamas de haber iniciado la ofensiva, posición que siempre ha sostenido Bush, por lo que con tales posiciones, Obama no se diferenciaría mucho de su antecesor y no sería ninguna garantía para los árabes que vaya a cambiar mucho su política en cuanto a un tácito apoyo a Israel (lo cual, de todos modos, es vital para la política estadounidense en el Medio Oriente). Y por si eso no bastara, resulta que ya se habla de que Obama nombrará como su “experto” para mediar en los conflictos entre Israel y Palestina al señor Dennis Ross, que actualmente figura como uno de sus “consejeros, experto en asuntos árabes”, quien sirvió durante las presidencias de Bush padre y de Clinton, como negociador para el Medio Oriente. Sin embargo, los árabes siempre lo han tenido como pro-israelí, dado que sus posiciones, en todo momento, han buscado favorecer por encima de todo a los intereses judíos. Además el señor es un “halcón”, pues en un reciente informe del “Bipartisan Policy Center”, para el que Ross trabaja, favorece un bloqueo de gasolina contra Irán, como acto de beligerante presión, así como un “bombardeo aéreo”, si fuera necesaria una futura invasión a ese país, al que se le acusa de estar construyendo bombas nucleares. Así que si esa es la gente de la que Obama se servirá para “arreglar” las cosas entre palestinos e israelitas y, en general, entre el mundo árabe y los judíos (o en el resto de las “promesas” que ha hecho), ¡qué se puede esperar!
Obama ha dicho que ya que sea presidente formal lo escuchará hablar el mundo (ha puesto de pretexto para no actuar en muchos de los urgentes asuntos, que tiene en su agenda el hecho de que respetará la gestión de Bush hasta su último día, posición que me parece muy cómoda). Y la ONU sólo se pierde en discusiones estériles de si condena o no la invasión israelí y si exige o no el alto al fuego (lo último que hizo fue demandar un inmediato alto al fuego, del que EU se abstuvo, por lo que no se considera que tendrá fuerza dicha exigencia, dado que el principal aliado israelita no la aprueba).
En días pasados, incluso un grupo de manifestantes, se apostó frente a la casa de veraneo de Obama, exigiéndole que hiciera algo por los palestinos, aún antes de que se le declarara formalmente presidente y que EU debía de cambiar su política de apoyo irrestricto a Israel. Pero Obama nada dijo, ni siquiera habló con ellos. Así que, ¿dónde quedaron sus declaraciones de campaña de que escucharía a toda la gente para tomar decisiones? Tampoco esa es buena señal de que será diferente de sus antecesores.
Mientras eso sucede, ¿cuántos palestinos civiles, inocentes, habrán seguir muriendo, asesinados por las bombas y las balas del ejército israelita, ante la impasibilidad del mundo y de Obama?
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