La hambruna, otra arma que emplean los genocidas en Gaza
Por Adán Salgado Andrade
La privación de alimentos en las guerras ha sido una forma de presionar a los enemigos para cuando se han extendido demasiado esos conflictos, sobre todo de la parte de quien tiene ese control. Por ejemplo, en el conflicto que existió en Etiopía entre fuerzas gubernamentales y la facción militar Tigray, en el 2020, el hambre fue empleada para someter a los militares insurrectos, pero, también, de paso, hubo los “daños colaterales” hacia la población, y hubo muchos civiles que murieron por hambre (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/11/guerra-en-etiopia-por-conflicto-entre.html).
Eso mismo están haciendo los genocidas judíos en Gaza, en donde no sólo bombas están matando a sus habitantes, destruyendo lo que queda de sus ciudades, ocasionando insalubridad extrema, destruyendo hospitales, escuelas… y otras barbaries.
Ahora también, aquéllos genocidas están imponiendo un bloqueo a la ayuda humanitaria, sobre todo, de alimentos y de medicinas. Varios testimonios dan evidencia de esa criminal, artera acción.
No les ha bastado a los genocidas realizar indiscriminados ataques con bombas y armas, que han provocado en los gazatíes la tristeza de haber perdido a amigos, a familiares, a sus casas, a sus bienes a sus futuros (ver: https://adansalgadoandrade.blogspot.com/2024/07/las-destrozadas-vidas-de-los-gazaties.html).
Están bloqueando la ayuda humanitaria para, según ellos, forzar a que Hamas les entregue a los rehenes que aún quedan vivos y para que deponga las armas.
Y distintos artículos de The Guardian ofrecen testimonios de las atrocidades que se están cometiendo, pues los genocidas combinan las armas con la hambruna. Pareciera que, en efecto, quieren llevar a cabo las estúpidas declaraciones de Donad Trump (1946), de que quería hacer de Gaza una zona libre y de lujo.
Un testimonio es el escrito por Jason Burke y Malak A Tantesh, titulado “El bloqueo de Gaza: una viuda palestina, sus niños y una alacena que está casi vacía” (ver: https://www.theguardian.com/world/2025/may/02/we-want-the-fear-to-end-a-palestinian-widow-relives-the-trauma-of-loss-and-struggle-for-survival).
Se trata de Ibtisam Ghalia, viuda y madre de cuatro hijos: el mayor, Hossam, de 10 años, seguido de Jinan, chica de 9, Layan, otra chica, de 8 y Mahmoud, el más pequeño, de 4 años. Ghalia quedó viuda casi desde que inició el genocidio, cuando Hamza, su esposo, fue asesinado, junto con un tío y un primo. La situación de Ghalia, ya es común entre muchos gazatíes, que pueden contar uno o más familiares o amigos, asesinados por los genocidas. “En el hospital, ya no nos los quisieron recibir, que porque estaban en descomposición, así que los envolvimos en sábanas y los sepultamos como pudimos”, lamenta la sufrida viuda.
Sus reservas alimentarias se reducen (o eran, en el momento en que se hizo el reportaje, por el infame bloqueo) a un kilogramo de frijoles de soya, una bolsa de lentejas, algo de sal, algunas hierbas, especias y harina que apenas si alcanzará para hacer una docena de panes, cocinados con trozos de madera que su hijo Hossam recolecta a diario, junto con basura plástica y cartones.
Los chicos recuerdan los felices días en que su padre, llegado el fin de semana, los llevaba a comer kebabs. “Éramos tan felices”, dice Jinan, llorando. Viven en una “tienda de campaña”, confeccionada con sábanas rotas, como pueden, sin agua, sin electricidad. Su casa fue destruida casi desde el inicio del genocidio.
Por el bloqueo, los comedores populares ya no funcionan, los almacenes de la ONU están vacíos y los que pueden comprar alimentos que todavía se vendan, deben de hacerlo a un precio veinte veces más caro que en tiempos normales.
“Trato de comer menos, para que mis hijos coman y, de todos modos, he racionado las comidas que hacemos a dos al día. Pero, de todos modos, no comemos mucho, ¡no podemos!”, dice Ghalia.
Jinan tiene frecuentes pesadillas, con muertos y mucha sangre. “Temo que vayan a matar a mis hermanitos, ¡tengo mucho miedo!”.
Aun así, en las fotos de ellos, se les ve felizmente resignados, con la esperanza de que las cosas no empeoren tanto, desde que los genocidas iniciaron de nuevo los ataques armados y los bombardeos.
“Sólo queremos vivir en paz, queremos que el miedo termine, que la guerra termine, que la vida sea otra vez como era antes. Queremos nuestras casas de regreso”, dice Ghalia, temerosa de que en dos días más, la harina se le terminará y sólo le quedarán los frijoles de soya y el paquete de lentejas.
En otro artículo, firmado por Malak A Tantesh y Julian Borger, titulado “Una fotografía que conmocionó al mundo: la historia detrás de la bebé Siwar Ashour”, exponen el triste, infame caso de una bebé de seis meses que por un defecto en su esófago, no puede ser alimentada por el pecho de su madre, ni puede tomar cualquier leche, sino sólo una formulada especialmente (ver: https://www.theguardian.com/world/2025/may/11/there-is-suffering-everywhere-you-look-says-mother-of-emaciated-baby-girl-trapped-in-gaza).
La terrible foto de Siwar, abre el artículo. La bebé muestra todos los lamentables signos de una desnutrición extrema. Ojos saltones, cuerpo raquítico, en donde resaltan las costillas, abultado abdomen, piel reseca y arrugada… ¡es un milagro que la pequeña todavía esté viva!
Pesa sólo 2.4 kilogramos, cuando que bebés de su edad pesan al menos seis kilogramos. Es una imagen que recuerda a las peores hambrunas de, por ejemplo, países africanos, como Somalia.
La madre de la niña, Najwa, de 23 años, quisiera ver a su hija crecer como cualquier bebé normal. Estuvo hospitalizada dos veces. La segunda ocasión, antes del artero bloqueo, ya iba Siwar muy bien, “había ganado peso. Ya pesaba cuatro kilos y mi esposo y yo, estábamos muy contentos. Pero nos dijeron que teníamos que dejar el hospital, pues hay niños peores que mi hija. ¡Hay hasta seis personas por cada cuarto, de los que quedan, que no han sido todavía destruidos!”.
Najwa ya está esperando otro bebé (¡vaya su valor, haberse embarazado en pleno genocidio!). Muy probablemente aquél, siga el mismo destino de su hermana, la que nació durante la presente matanza y con el problema de salud, que en circunstancias normales, no sería tan problemático. El padre de la niña es ciego y casi no ha podido verla, cuando ha estado hospitalizada (no se dice porqué es ciego el señor). “Pero cuando la visitaba, jugaba mucho con ella”, dice Najwa.
Sinceramente, no creo que la niña sobreviva (incluso, al momento de escribir estas líneas, ignoro si continúe viviendo), pero su madre tiene la esperanza de que se levante el bloqueo, “de que haya humanidad, de que nos dejen vivir y de que mi bebé logre seguir adelante”.
Otro terrible testimonio de la hambruna que está provocando el bloqueo es el de la escritora Aya Al-Hattab, quien describe lo que es tener hambre y que no haya alimento alguno para aliviarla (ver: https://www.theguardian.com/commentisfree/2025/may/06/israel-starving-gaza-blockade-hunger).
“Al momento de escribir estas líneas, llevo treinta horas sin comer. En una situación normal, para muchos de ustedes, esto no sería más que ir a la cocina y comer algo, pero, para nosotros, no. El cruel bloqueo impuesto por los judíos nos ha reducido a esto. Cuando hubo una tregua, sentí que la hambruna había quedado atrás, que ya volvería mi gente a tener una vida normal, al menos comer sin problemas, pero no fue así, pues la tregua, pronto terminó. No siempre fue así. Antes, cocinábamos y comíamos platillos deliciosos o pedíamos lo que queríamos, éramos felices”, dice Aya.
La chica no tiene más de 22 años, pero su vida ha cambiado radicalmente. Dice que ya casi no hay alimentos para comprar en los “mercados”, cuando sale con su mamá para ver si pueden adquirir algo (no puedo imaginar, si hay mercados, en qué estado se encuentren).
“Esos buenos días, de cuando comíamos bien, ahora los recordamos como si se tratara de otro país, de otro mundo, uno más seguro, más amable y más bello. Soy una mujer joven y debería de estar en buen estado de salud física y mentalmente. Ahora, siento que mi cuerpo se debilita, es más frágil, con cada momento que pasa. Y hay muchos niños que han comenzado a morir de hambre. Pienso en ellos, que deben de imaginarse comiendo, pero que no lo pueden hacer. Eso, me rompe el corazón”.
Su testimonio, en verdad, es dramáticamente elocuente. Cierto, nos da hambre y vamos a la cocina, abrimos el refrigerador o comemos lo que haya sobrado de la comida. Bien dice Aya que sólo pasando por algo así, como ella, es que podríamos comprender todo lo que los gazatíes están sufriendo, cortesía de los genocidas que, como dice, los están matando de tres maneras. Con bombas, con balas y de hambre, justo lo que señalo en el título del presente artículo.
“Y ahora, hablan de una limpieza étnica. No les basta con matarnos, con hambrearnos. Ahora, hasta quieren dejarnos sin nación. ¡Es una gran injusticia! Pareciera que la franja de Gaza ya no es parte de este mundo, como si estuviéramos viviendo en una galaxia distante, olvidada, mientras el resto del mundo sigue, como si nada, como si nuestra terrible realidad no existiera. Y no, nunca sentí lo que era tener hambre, hasta que comencé a sentirla”.
¡Crudísimo su testimonio!
Y, en efecto, pareciera como si Gaza no existiera. Mientras el mundo sigue, pensando en los siguientes juegos olímpicos, en los mundiales de fútbol, en desfiles de modas, festivales cinematográficos, en caras cenas con el nefasto Donald Trump para hablar de criptomonedas, los gazatíes se están muriendo, comiéndose sus entrañas, a falta de alimentos que los judíos, se niegan a que se les entreguen.
¡Vaya niveles de crueldad, egoísmo, indolencia, indiferencia, banalidad, frivolidad… a los que hemos llegado!
Aunque hay algunos políticos que están reaccionando, como la diputada laborista inglesa Layla Moran, quien urge a que se detenga el genocidio y se ayude a Gaza, como escribe Sammy Gecsoyler, en su artículo “Layla Moran urge a que haya más acción contra Israel y advierte de que hay ‘cruel pobreza extrema’ en Gaza” (ver: https://www.theguardian.com/politics/2025/may/18/layla-moran-urges-more-action-on-israel-and-warns-of-cruel-destitution-in-gaza).
Moran está exigiendo eso, pues un doctor palestino que trabaja en Inglaterra, Mohammad, amigo de ella, desde que la operó hace dos años, está pidiendo ayuda para su familia. “Su madre, tiene diabetes y su padre, está operado del colon. Y la gente con enfermedades es muy vulnerable a morir, pues además no están alimentándose”, dice Gecsoyler.
Un cuñado de Mohammad, le ha dicho a éste que “hay gente sin piel. Los misiles que disparan les arrancan la piel. Dicen que mejor prefieren morirse. Están subiendo los precios de todo. El aceite para cocinar, lo venden racionado, en jeringas de 5, 10 o 20 milímetros. Nos están matando de hambre”.
Moran exige que no sean sólo palabras del gobierno inglés y que se hagan acciones efectivas. “Ya es algo que debe de terminarse de inmediato y el gobierno inglés debe de redoblar sus esfuerzos para que esta infamia termine”.
En otro dramático artículo, firmado también por Jason Burke y Malak A Tantesh, titulado “’Nuestros corazones sufren’: la lucha por la sobrevivencia en Gaza, en medio de la nueva ofensiva judía y sin ayuda”, los reporteros exponen lo que están viviendo gazatíes en la localidad de Beit Lahiya, asediada por el bloqueo y los constantes bombardeos (ver: https://www.theguardian.com/world/2025/may/19/fight-for-survival-gaza-amid-israels-new-offensive-no-aid).
Dan el testimonio de Basel al-Barawi, quien presenció cómo fue bombardeada la casa de un primo, con 10 personas dentro. “Me despertó el bombazo. Salí a la calle y vi la casa de mi primo destruida. Todos murieron, excepto una niña de seis años, que llevamos al hospital, de emergencia. Aunque sin medicinas, ni adecuada atención, no creemos que logre sobrevivir. ¡Lo que están haciendo los judíos es una barbaridad, nos están matando a todos!”, declaró el profesor universitario.
Muchos, han tenido que desplazarse más de ocho veces, viviendo con constante temor de ser despedazados por un bombazo. Aunque, como señalé antes, varios preferirían morir, a seguir en ese infierno de destrucción, muerte, enfermedades, hambruna… ¡y la amenaza de que hasta puedan arrebatarles a su país!
Una chica, Nesma Salem, de 20 años, refiere que estaban por irse de Beit Lahiya, en el auto de su hermano mayor, Rajeb, de 22 años, cuando comenzó un tiroteo. “¡Todos nos echamos al piso, pero no fue muy rápido. Mi hermano quedó gravemente herido. Mi tío me ayudó a llevarlo al hospital. Pero cuando lo revisó el doctor, de inmediato lo declaró muerto. Le rogué que lo volviera a revisar, que lo reviviera, pero todo fue inútil! La verdad, su muerte, me ha afectado mucho, y a toda mi familia. Ya no tenemos más ánimos de nada. Ya nada tenemos que perder. Todos pensamos en que una existencia así, de cruel, de infame, no tiene caso vivirse. Preferimos morir”.
Se nota el desánimo de Nesma, la falta de ganas de seguir viviendo. ¿Quién querría seguir viviendo en medio de tanta atrocidad, de tanta crueldad, de tantos miles de asesinados, en medio de tantas ruinas, que, sí se reconstruyera Gaza, tardarían diez años, solamente, para retirar tanto cascajo?
La limpieza étnica ya inició, los judíos están matando a todas y a todos.
Cínicamente, dice David Mencer, un vocero de los judíos, en una entrevista con Nick Robinson, de la BBC, aseguró que “Israel está tomando todas las medidas necesarias para reducir al mínimo posible las muertes de civiles y que les llegue ayuda alimentaria, claro, racionada, pues queremos evitar que Hamas la reciba y la use para venderla y seguir financiándose (lo cual es falso, por supuesto)”. Pero como señala Jason Burke, ese testimonio es irreal, viendo fotos como la de la bebé Siwar Ashour o de la gente que, desesperada, se arremolina con cazuelas y trastos para recibir una magra porción de comida, sus rostros famélicos, alarmados, empujándose… aquéllas, desmienten totalmente los dichos de Mencer https://www.theguardian.com/world/2025/may/19/fight-for-survival-gaza-amid-israels-new-offensive-no-aid).
La realidad es que están matando a los gazatíes.
Al principio de los ataques, con bombardeos y balas, lo hicieron rápidamente.
Ahora, el genocidio es lento, como si estuvieran en un enorme campo de concentración.
Los están torturando, sí, negándoles los alimentos, justo como les hicieron a sus antecesores.
Han de decir los actuales genocidas que es una venganza por ese negro pasado.
¡Pero que ya dejen de colgarse de eso!
Ahora ya se han convertido en judeonazis.
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